EN el fútbol, como en cualquier ámbito de la vida, la realidad se percibe de diversas maneras dando lugar a valoraciones dispares. La apreciación de lo que sucede depende de múltiples factores, pero básicamente de la atalaya en que se instala cada cual para observar. La trayectoria del Athleticpermite comprobarlo. Con seis derrotas en once jornadas, la mayoría frente a oponentes de mitad de tabla para abajo, y sin profundizar en las sensaciones que transmite sobre el campo, parece razonable concluir que el equipo tiene problemas a la hora de competir. Ahora bien, no parece que exista unanimidad a la hora de medir la gravedad de la situación. Lo que unos interpretan como una crisis en toda regla, para otros no pasa de ser una coyuntura incómoda que se revertirá más pronto que tarde. Un amplio sector de la afición hace suya la primera opinión, mientras que en la directiva no se ponen de acuerdo y al parecer conviven ambas sensibilidades. Los jugadores prefieren la segunda.

Las manifestaciones que en las últimas horas han realizado dos de los capitanes del Athletic prueban la distancia que hoy separa al vestuario de la calle. Este desfase analítico podría tomarse como algo normal, no constituye una novedad. En las duras, los vínculos emocionales tienden a romperse y la percepción de los acontecimientos se diversifica. En cambio, en las maduras lo habitual es que todas las opiniones converjan en un lugar común porque compartir sensaciones al calor del éxito resulta sencillo y placentero.

Al Athletic le va mal, juega mal a menudo, sus resultados son malos y el entrenador lleva semanas recorriendo una especie de vía crucis que amenaza cada semana con alcanzar su última estación. Sin embargo, según Óscar de Marcos e Iker Muniain fuera del hábitat de la plantilla. Aun admitiendo que, en efecto, conviene reaccionar pronto a fin de superar una tónica que impide enlazar marcadores favorables, ellos estiman que la lectura de la gente peca de catastrofista. Defienden su postura con un simple vistazo a la clasificación, donde once equipos figuran apelotonados en tres puntos, e incluso aluden a la experiencia de dos años atrás, cuando Eduardo Berizzo fue destituido, para señalar que son situaciones que no admiten comparación.

"Percibimos el nerviosismo, el ruido nos llega, es normal. La situación es en general de pesimismo y es delicada a nivel social. Deportivamente hemos vivido situaciones más complicadas en cuanto a puntos y sensaciones. Somos conscientes de que si nos relajamos vamos a sufrir, así que hay que sacar esto lo antes posible y disipar estas dudas que hay. No es una situación extremadamente de riesgo, por eso no nos volvernos locos. Aparte que si nos contagiamos de las cosas negativas, es peor para nosotros. Necesitamos que la afición del Athletic esté bien, ahora mismo no lo está y la culpa es nuestra. Para cambiar esto hace falta mejorar los resultados". Así desarrolló su análisis el siempre comedido De Marcos, quien confesó que recuerda la salida de Berizzo como su "peor día en el Athletic, él hizo lo posible para que todo fuera bien y fue muy duro".

Frágil memoria

"Es totalmente diferente. Con Berizzo solo llevábamos una victoria y estábamos más metidos en el pozo. Ahora hay muchos equipos en un pañuelo. Prefiero ser optimista, a los pesimistas cuanto más lejos mejor", señaló Muniain. Es verdad, entonces el equipo se plantó en la decimocuarta jornada con once puntos, después de acumular hasta ocho empates, y ahora celebrada la undécima lleva sumados trece puntos. Lo que ambos futbolistas han borrado de su memoria es que durante toda la etapa de Berizzo y hasta el mismo día de su despido, la plantilla a bloque insistió en defender el método del argentino y proclamó a los cuatro vientos que la reacción estaba al caer. La reacción cristalizó, sí, pero con Gaizka Garitano al mando, no antes.

Ante preguntas más incisivas, Muniain se expresó así: "Estáis hablando de una crisis como si esto fuera el fin del mundo, hay que tener más tranquilidad. La sensación que tengo es que el equipo está enchufado. La situación en el vestuario es tranquila, es más el ruido que hay fuera". Negó que fuesen ajenos a la autocrítica y aseguró que ellos son "realistas" después de sostener que "contra el Celta hicimos muchas cosas bien y se pudo decantar de cualquier lado". Por supuesto, afirmó que el club no les ha advertido de que Garitano podría ser despedido. Solo faltaba, cabría añadir. También Ibai Gómez negó estar al tanto del ultimátum al técnico antes de recibir al Betis.

Es evidente que no solo Garitano ha llenado de piedras la mochila con la que está cargando, sin embargo los futbolistas van más ligeros pese a que el protagonismo estelar en los partidos les pertenezca. La ley del fútbol dicta que la plantilla puede eludir responsabilidades, pero ello no es óbice para que quede señalada. ¿Cuántos jugadores están legitimados para sentirse satisfechos de su aportación hasta la fecha?