bilbao - Jagoba Arrasate reconoció en sala de prensa que había esperado a conocer el plan de Gaizka Garitano para exponer el suyo, que quiso ser una especie de copia de su colega en los banquillos. Lo cierto es que al de Berriatua le salió bien y al de Derio, todo lo contrario. El técnico rojiblanco ya parece abonado al sistema de tres centrales, que solo lo ha evitado en las últimas semanas en el derbi de Anoeta, entonces obligado por la ausencia de Iñigo Martínez. Llevó a Donostia a Daniel Vivian, del filial, pero no lo utilizó y volvió a su idea originaria del 4-2-3-1. Ayer contaba con las ausencias de Iker Muniain y de Dani García, otros dos de sus pilares, y en este caso no cambió de plan. Reclutó al cachorro Unai Vencedor y le hizo debutar, por lo que ascienden a cuatro los chavales a los que ha bautizado Garitano en el primer equipo. El bilbaino cumplió y acarició el gol, pero las lagunas se detectaron por delante, sin la presencia de Muniain, que mermó con este sistema la diferencia a la hora de romper la zaga contraria, por lo que el derbi quizá requería otro planteamiento que, además, habría llevado a Arrasate a otra puesta en escena.

Lo cierto es que el Athletic tiró el primer periodo, en el que no llegó a disparar a puerta ni en una sola ocasión. Su juego fue muy plano por momentos y los intentos de hacer daño por los costados se quedaron en meros artificios. De ahí llegaron los males de los leones que, para más inri, se vieron sorprendidos por Osasuna en una acción a balón parado, lo que genera su punto de incredulidad. El conjunto rojiblanco no estuvo al nivel esperado y ni siquiera le salvó su mayor empuje ofensivo en el segundo acto con los cambios introducidos, aunque sí fue determinante la decisión de González Fuertes, un mal árbitro, y del VAR de no pitar como penalti unas manos clarísimas de Unai García dentro de su área. Sucedió a los 55 minutos y bien que podría haber dado paso a otro partido en caso de que se hubiera penalizado esa acción.

La decisión arbitral, en cambio, no debe servir de excusa para un Athletic que lo fía todo a la Copa y avisado de que el Granada sí supo ganar en su feudo cuatro días después del primer capítulo de la semifinal.