BILBAO. Hace un año Unai López manifestaba en estas páginas su confianza en sí mismo. Disconforme y con un punto de frustración, era su forma de rebelarse por lo poco que jugaba. Un curso en el filial y sendas cesiones en el Leganés y el Rayo le habían colocado ante una nueva oportunidad de hacerse con un sitio en el Athletic. En la anterior, con Ernesto Valverde en la campaña 2014-15, acusó su inexperiencia, pero consideraba que ya estaba preparado para dar el nivel. Ni Eduardo Berizzo ni Gaizka Garitano lo entendieron así y acabó el curso con ocho actuaciones incompletas. Con estos antecedentes y de cara a la temporada actual, planeaba sobre su futuro una duda más que razonable. Ahora, consumido un tercio del calendario, da la sensación de que Unai López se halla en el buen camino para asentarse en el club que le captó en edad juvenil de las filas de la Real Sociedad.

Con los 24 años recién cumplidos, se diría que el centrocampista está recogiendo el fruto del trabajo de todo este tiempo y con su progresiva mejoría empieza a cobrar sentido la extensión de su contrato de 2019 a 2022, acuerdo que premió su aportación al ascenso del Rayo Vallecano en 2018. Las cualidades técnicas que atesora desde crío suponen un contrapunto interesante en la estructura diseñada por Garitano, pero necesitaba asumir la enorme exigencia física que comporta el tipo de fútbol que realiza el Athletic, donde el currelo sin balón es básico y no suele haber demasiado margen para la pausa en la distribución.

Es evidente que Unai López puede destacar por ingenio, buen tacto y lectura del fútbol, del mismo modo que nunca llamará la atención por potencia y velocidad. Tenía que endurecerse, aprender a sufrir para aguantar los elevados ritmos que propone el equipo. De ahí que aunque a tenor de los datos merezca la consideración de titular (lo ha sido en once de las quince jornadas), en la mayoría de las ocasiones fuese reemplazado en torno a la hora de partido. Solo en el Metropolitano y el pasado domingo ante el Granada estuvo sobre el césped hasta la conclusión. También hay que anotar que las cuatro veces en que fue descartado por el entrenador eran encuentros lejos de San Mamés.

Plan personalizado

El criterio empleado por Garitano con Unai López hasta la fecha refleja la existencia de un plan de adaptación que si resulta solucionará, al menos parcialmente, un problema en la zona ancha que amenazaba con enquistarse. Un rendimiento decreciente, especialmente en la faceta creativa, sumado al paulatino envejecimiento de la nómina de medios en años precedentes reclamaba la incorporación de savia nueva. Ander Iturraspe y Mikel Rico dejaron el Athletic el pasado verano y cabría afirmar que los mejores servicios de Beñat Etxebarria y Mikel San José, ambos rebasada la treintena, pertenecen al pasado. Ambos, por cierto, finalizan contrato en junio y su continuidad quizá dependa de que se obtenga plaza europea.

En suma, asistimos al turno de Unai López. La oportunidad llama a su puerta, es innegable puesto que ha estado actuando casi cada fin de semana en un amplio tramo del calendario liguero. Jugar de seguido es la única manera de comprobar si alguien vale o no. Y esto constituye una novedad en su carrera, porque si bien es un privilegio que cató a su paso por Vallecas en Segunda División, le faltaba vivirlo en la máxima categoría, que no es lo mismo. En absoluto, como se ha percibido en los meses de agosto, septiembre y octubre, un período en que ha alternado en exceso minutos provechosos, normalmente coincidentes con primeras partes, con desapariciones.

La constancia, que es sinónimo de regularidad, es un valor indispensable en la demarcación que Unai López ocupa en el terreno. A lo largo de un partido y semanalmente. En su todavía escueta hoja de servicios ya figura un puñado de calificaciones altas, pero pasarán meses hasta que esté en condiciones de repetir con asiduidad lo que ofreció contra el Granada, con y sin balón. La dinámica del colectivo contribuye a su afianzamiento, pero él está poniendo mucho de su parte.