eRA el primer partido de pretemporada para el Athletic. Y para sus aficionados. La gente tenía ganas de fútbol y se notó. Fadura abrió sus puertas para el encuentro entre los leones y el Arenas y los seguidores respondieron con un lleno absoluto. Se completaron las gradas y los fondos de ambas porterías, y los más pequeños se arremolinaron cerca de la línea de cal. Pisando verde. Querían ver a los rojiblancos en acción, llevaban muchos días sin poder hacerlo y pedían goles a gritos. Sin embargo, el primero de la mañana cayó del lado contrario. Un trallazo sí, pero en la portería de Herrerín. Matador levantó a los más de mil espectadores de sus asientos, no tan sorprendidos por el zapatazo del rojinegro como por la momentánea derrota que estaba sufriendo el Athletic. Cierto era que el primer amistoso solo cuenta para aumentar minutos en las piernas, pero tropezar ante un Segunda B llevó a más de uno a recordar los malos momentos de la pasada campaña. Como un déjà vu, el runrun disconforme que asomó por San Mamés el año anterior, regresó ayer a Fadura.

El gol de Aduriz no atajó los miedos. “Ha sido de rebote”, se quejaba un niño a su aita. Pero la diana contó igual. Tampoco el tanto de Raúl García contentó del todo a la afición. Y eso que fue una delicatessen que les ponía por delante en el marcador. “Vaya regalito”, se escuchó por Fadura, mientras la zaga arenera se lamentaba del error. Pero el gol también se reflejó en el luminoso. 1-2 y las malas sensaciones no se terminaron de marchar. Porque lo cierto es que la primera parte resultó tediosa para el espectador y muy inquieta para el aficionado. Los jugadores le pusieron presión y ganas, pero el Arenas también; e incluso más. Y por eso evocaron las alertas que resonaron a todo volumen la temporada pasada. Pero el segundo tiempo apareció como agua en el desierto y los asistentes se tranquilizaron. Muchos incluso se atrevieron a disfrutar con lo que vieron.

Williams se gustó ante el público infantil y comenzó su doblete con un gran remate en carrera que, si alguien estuvo despistado, no tuvo tiempo de ver. Ibai dejó boquiabierto a los más pequeños con un sutil disparo de falta que hizo volar al portero arenero, pero para nada. El Athletic pareció resurgir en una segunda mitad mucho más cañera y el público lo agradeció. Empezó a ver el fútbol que tantas ganas tenía de contemplar e incluso se atrevió a imaginar un futuro perfecto en las botas de Oihan Sancet e Iñigo Vicente, chavales en busca de minutos. Y así, las ansias de que empiece la temporada volvieron a los aficionados, que se marcharon del campo hablando de la tremenda vaselina con la que Williams se despidió de Fadura.