EN los últimos tiempos la portería del Athletic se asemeja al camarote de los Marx: hay mucha gente y puede pasar cualquier cosa. La cuestión es cómo se debe valorar esta realidad que contrasta con coyunturas no muy lejanas, cuando el club se veía en la tesitura de salir al mercado para cubrir una demarcación tan especial. Gorka Iraizoz, procedente del Espanyol, y Armando Ribeiro, del Cádiz, personifican ese período que engloba una década. Siendo estrictos también Iago Herrerín entraría en este supuesto, pues hubo que repescarle (del Atlético de Madrid) tras permitirle un cambio de aires porque no se le encontraba acomodo o se dudaba de su potencial.

Hace ahora un año coincidían en la plantilla Kepa Arrizabalaga, Alex Remiro y Herrerín, así como un Hodei Oleaga que se perfilaba para el filial. Curiosamente, ninguno de los tres primeros figuró en la primera convocatoria oficial de la temporada, de forma que el titular en el debut liguero fue Unai Simón, mientras Oleaga se sentaba en el banquillo. ¿Qué pasó? Pues, de todo pasó. Arrizabalaga se largó a primeros de agosto a Londres, seducido por el aroma del Chelsea, pese a que en navidades había renovado hasta 2025 zanjando así el flirteo mantenido con el Real Madrid. Remiro, que regresaba de una exitosa cesión en el recién ascendido Huesca, se negó a un consenso con la directiva y desestimó la inesperada oportunidad que en el plano deportivo le brindaba la marcha de Arrizabalaga. Es obvio que Remiro había adquirido un compromiso con la Real y no se apeó del burro; pese a que los acontecimientos le pusieron en bandeja su irrupción en la élite se tiró todo el curso en silencio, entrenando en Lezama.

Ambas deserciones abrían la puerta de par en par a Herrerín. Era la alternativa por eliminación y porque, a decir verdad, había dado la talla cada vez que se reclamaron sus servicios, sobre todo en el escaparate de la Europa League y en la cesión relámpago al Leganés. Sin embargo, los giros inesperados siguieron sucediéndose: Herrerín cayó lesionado. Para entonces, en vista del panorama, el Athletic había recuperado a Simón, cedido semanas antes al Elche, y en sus guantes recayó una responsabilidad que sobre el papel jamás debería haberle correspondido. Simón dispuso de siete partidos para demostrar bonitas maneras, pero el entrenador creyó que lo justo era probar con Herrerín y en cuanto tuvo el alta médica se hizo con el puesto, del que tampoco le apeó el cambio en la dirección técnica registrado en diciembre.

Este somero repaso no invita a enunciar una predicción en torno a lo que sucederá en la demarcación de portero en las próximas semanas o meses. El equipo vuelve a tener en nómina, al menos en el período de preparación, cuatro porteros. Ya no son todos de casa, tres se han formado aquí y a ellos se agrega Jokin Ezkieta, quien hizo hincapié en un par de ideas ayer ante la prensa: por venir al Athletic desestimó una propuesta para continuar en el Barcelona y no esconde que tras esa decisión bulle la ilusión y también el afán de hacerse con el puesto.

Tanta claridad pudo resultar hasta chocante y aunque podría establecerse una jerarquía en función de las trayectorias recientes de cada uno de los porteros que, por supuesto, no situarían arriba a Ezkieta, quién sabe lo que deparará el futuro. ¿Alguien vaticinó hoy hace un año que Herrerín gozaría de su primera temporada completa como titular, que Simón no se foguearía en Segunda y debutaría en Primera o que Remiro empeñaría su palabra al precio de un año en blanco y jamás jugaría en el Athletic? ¿Y lo de Arrizabalaga? Pues bueno, sí que fue impactante, pero bien mirado se veía venir.