Solo el imborrable y dulce recuerdo de cuanto significó en vida un hombre con una calidad humana solo comparable a la de su categoría futbolística, de grandes y envidiables quilates, puede cubrir en parte el profundo vacío que deja un adiós tan sentido como el de Koldo Aguirre (Sondika, 1939-2019), cuyo fallecimiento a los 80 años de edad lloró en la noche del miércoles toda la familia del Athletic. Niños, jóvenes, adultos y veteranos, no en vano, han tenido la oportunidad de conocer, como mínimo, alguno de los distintos roles adoptados a lo largo de los años por un auténtico mito rojiblanco que siempre destacó a lomos de la determinación y la naturalidad que le caracterizaba. Brilló como león con 296 partidos, 64 goles y dos títulos de Copa (1958 y 1969) en las doce temporadas que vistió la camiseta rojiblanca, así como de entrenador con una doble final de UEFA y Copa en 1977 que se le escurrió entre los dedos y, en los últimos tiempos, como afable y siempre predispuesto embajador del club bilbaino en su relación con las diferentes peñas y con todo aquel que reclamara su atención.

Su figura, talante y legado nunca pasarán al olvido para otros cuatro reconocidos exleones como José Ángel Iribar (Zarautz, 1943), Jose Mari Argoitia (Galdakao, 1940), Javier Irureta (Irun, 1948) y Carlos Ruiz (Bilbao, 1948), quienes comparten el recuerdo de un hombre “bueno”, ante todo. “Me resulta muy difícil hablar de Koldo ahora mismo; es una gran pérdida en todos los sentidos”, advertía durante la jornada de ayer a DEIA un emocionado Iribar, toda vez que “se ha ido un gran amigo y una fantástica persona que siempre tuvo un trato muy cercano con todo el mundo”. “Hay que acordarse de su familia, lo primero, y recordar que fue un gran jugador, entrenador y embajador del Athletic”, agrega el Txopo, quien compartió vestuario como jugador con Aguirre entre 1962 y 1969. “Era un centrocampista con una gran técnica, muy completo y que jugó y ganó con solo diecinueve años aquella inolvidable final de Copa de los once aldeanos contra el Real Madrid en 1958. Fueron siete años con él, después le tuve como entrenador y me dejó un montón de anécdotas, porque era un hombre que cada vez que estabas en una conversación o tertulia te dejaba una anécdota que contar. Era muy interesante”, resalta el propio Iribar.

El legendario exguardameta rojiblanco asegura, además, que el curso de las dos finales disputadas en 1977 fue el que “más disfruté”. “Fue un año magnífico en el que todos disfrutamos muchísimo, porque Koldo sabía mucho de fútbol, nos llevaba muy bien y tenía su forma tan peculiar de comunicarse con todos para decirnos cómo hacer las cosas. Siempre le recordaré, también, por ese motivo, porque jugábamos para disfrutar y hacer disfrutar y ese año lo conseguimos con creces”, recalca un sentido Iribar, que también pone en valor el “formidable” trabajo que realizó en los últimos años Aguirre como embajador rojiblanco, dado que “es difícil hacerlo mejor que él, porque llevaba al Athletic metido dentro y lo transmitía allá donde iba. Ha sido siempre muy querido por los peñistas y todo el mundo le quería muchísimo al ser un ejemplo de cercanía y de poder hablar de fútbol con todo su saber”.

ARGOITIA, INSEPARABLE AMIGO Bien lo sabe también Jose Mari Argoitia, excompañero de fatigas de Aguirre entre 1962 y 1969 en el primer equipo del Athletic y amigo inseparable del sondikarra durante más de sesenta años, los últimos como embajadores, como él mismo recalca, hasta que la salud apartó de dicha tarea a Aguirre. “Estoy descojonado, pero claro que quiero recordarle”, apunta desconsolado Argoitia al recibir la llamada de este periódico y echar la vista atrás para recordar a su gran amigo, una persona “buena” y “normal, que es lo difícil en esta vida”. “Llevaba un tiempo tocado de salud, ya ni hablaba y nos ha dejado, no hay más. Hace dieciocho días o así fue la última vez que estuve con él cuando se le dio el brazalete conmemorativo por la final de Copa de 1958, en la que demostró que ya era mayorcito desde crío, además de ser un futbolista de cine”, añade el mítico exdelantero de Galdakao, quien apunta con orgullo que “Koldo y yo hemos recorrido juntos todo lo habido y por haber”.

Inmejorables recuerdos y una profunda tristeza han dejado también en Javier Irureta, pupilo de Aguirre entre 1976 y 1979, el fallecimiento de un hombre que “veía muy bien el fútbol y le gustaba la gente de toque”. “Era muy sereno, hablaba con mucha tranquilidad, no se ponía nervioso ante nada y fue un grandísimo entrenador y compañero, porque además de ser nuestro técnico, era compañero al haber coincidido como jugador con hombres como el Txopo”, resalta el irundarra, quien reconoce que “para mí fue un impacto cuando me dijeron que había fallecido y estuve toda la noche del miércoles dando vueltas, porque me une una buena relación también con su hija”. “Estuvo en aquella gran final de los once aldeanos y, en los últimos años, hizo un gran trabajo con las peñas junto con Argoitia. Se va un hombre cien por cien Athletic que deja un gran legado como mito del club”, manifiesta, asimismo, Irureta, cuyas palabras comparte también Carlos Ruiz, el último pichichi rojiblanco en liga (1974-75).

Fue dos años después cuando el goleador bilbaino se puso a las órdenes de Aguirre, quien “siempre tenía un buen trato con todos y era una gran persona”. “La última vez que le vi fue hace un año, con su mujer, con quien también hemos tenido relación, y estaba pachucho”, expone alicaído Carlos, quien recuerda que Aguirre “lo ha sido todo en el Athletic, al destacar como jugador, embajador y siendo el entrenador con el que jugamos aquellas finales de Copa y UEFA en 1977 por méritos propios, por lo que Koldo será siempre un mito de este club”. El funeral tendrá lugar esta tarde, a las 18.00 horas, en la parroquia de San Pedro de Deusto.