REAL MADRID: Keylor Navas; Carvajal, Varane, Vallejo, Marcelo; Casemiro, Modric, Kroos (;Min. 69, Isco); Lucas Vázquez (Min. 69, Bale), Marco Asensio (Min. 84, Brahim) y Benzema.

ATHLETIC: Herrerín; Lekue, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Beñat, San José; Muniain, Raúl García (Min. 76, Aduriz), Córdoba (Min. 76, Unai López); y Williams.

Goles: 1-0: Min. 47; Benzema. 2-0: Min. 76; Benzema. 3-0: Min. 91; Benzema.

Árbitro: Melero López (Colegio Andaluz). Amonestó a Kroos (Min. 69) y Keylor Navas (Min. 81) por el Real Madrid; y a Córdoba (Min. 3), Yuri (Min. 15), Raúl García (Min. 44) e Iñigo Martínez (Min. 53) por el Athletic.

Incidencias: Partido correspondiente a la trigésima tercera jornada de LaLiga Santander, disputado en el estadio Santiago Bernabéu ante 59.150 espectadores, entre ellos un millar de seguidores del Athletic. Se guardó un minuto de silencio por Agustín Herrerín, exdelegado de campo del Real Madrid.

Enésima decepción del Athletic lejos de Bilbao. Ante un Real Madrid que suspira por la llegada de las vacaciones, supo equilibrar fuerzas hasta el descanso para luego causar una impresión muy deficiente y recibir tres goles, que bien pudieron ser varios más. Faltaron demasiadas cosas para sacar provecho de la abúlica actitud del rival y acabó aflorando la diferencia de calidad, personificada en la figura del indetectable Benzema. Pretender avanzar en el camino hacia Europa exige cierto poder de intimidación actuando como visitante, no vale con mostrarse incisivo solo en San Mamés. Ayer, aparte de un correcto funcionamiento sin balón mientras en el marcador se mantuvo el empate inicial, el equipo exhibió blandura, dio la sensación de que no creer seriamente en la posibilidad de puntuar y eso que rara vez tendrá delante un Madrid tan asequible.

La tarde tuvo dos mitades muy distintas, aunque visto el desenlace y cómo se desarrolló la segunda, hasta cuesta dar por buena la primera. De entrada, el Athletic ofreció un buen balance defensivo que le permitió pisar a menudo terreno rival. Una firmeza en la presión y el corte que siempre desagrada a los blancos, en general poco amigos de bajar al barro y menos todavía en su anodina situación en la tabla. El Madrid salió a verlas venir y se encontró con una intensidad que le redujo a la nada. Ni una aproximación peligrosa anotó el equipo de Zidane, aunque la mala noticia fue que el de Garitano se movió en registros idénticos. En fin, que entre unos y otros consiguieron que el espectador se quedase con las ganas.

No cabía imaginar que la reanudación fuese tan prescindible. No lo fue porque, en el caso del Madrid, no es lo mismo carecer de objetivos definidos en el campeonato que brindar un simulacro de partido a la afición. Así que se apoyó en el despertar del dúo Modric-Kroos y quien sacó tajada fue Benzema, como casi siempre el más listo de la clase, para establecer una distancia que pudiera interpretarse como exagerada, pero que realmente existió sobre la hierba en cuanto se abrieron espacios. Consumir 45 minutos en el Bernabéu sin sufrir un rasguño entraña su mérito, pero de qué sirve si en cuanto el Madrid se levanta de la siesta se da un festín.

Hay un carro de precedentes en ese estadio como para desconocer que se necesita un repertorio con cierta enjundia para no dejarse avasallar. En esta oportunidad, el derrumbe se produjo a raíz del primer contratiempo, con muchos minutos por delante, y no se percibió una reacción medianamente convincente. Lamentar que Williams estuviese cerca de rematar en la acción previa al 1-0 no se sostiene como atenuante. Al igual que no casa con un plan ambicioso apelar a que Williams pudo batir a Navas porque esto tuvo lugar a tres del final en la única oportunidad nítida de la tarde y para entonces, si se repasan las llegadas francas del Madrid, el 2-0 era cortísimo.

El Athletic va muy justo de recursos en materia creativa, ya se sabe que si percute lo hace por empuje y tesón, cualidades que encarnó Yuri sin apenas colaboración. El acompañamiento lo puso Córdoba y para de contar. Con Muniain otra jornada flotando y Williams aislado, la pelea de Raúl García no cundió. A Lekue nada cabía pedirle en su primera titularidad del año y tampoco a los centrocampistas, pues viven sumidos en la oscuridad. Semejante panorama se disculpa parcialmente por el duro trabajo a que se someten todos para impedir que el contrario progrese, pero si el acierto tampoco se plasma en la contención, la suerte del equipo está echada.

En desventaja, obligado a avanzar metros, con la estructura más abierta, el Athletic se convirtió en un chollo, pero la clave estuvo en que previamente faltaron argumentos para rentabilizar la penosa versión merengue. La languidez de los futbolistas locales invitaba a provocar un cisma en el Bernabéu, que se limitó a exteriorizar su desagrado con sordina. La censura no fue a más debido a que tampoco el Athletic dio síntomas de poderío. Los de Garitano se limitaron a eludir las concesiones, nunca exhibieron ese punto de inconformismo u osadía que puede hacer que te crucen la cara, pero que es básico para aspirar al éxito en una plaza tan poco amable.

La primera mitad al completo fue propicia para el asalto, pero visto lo visto pesó más el respeto a las estrellas blancas que la necesidad de rascar a domicilio. O quizá fuese un déficit de autoestima lo que mantuvo al Athletic entero y sin embargo asumiendo un papel exento de relieve, gris, a la par del Madrid, la verdad. Esa compostura, en todo momento en los metros que separan ambas áreas, se fue al traste en un abrir y cerrar de ojos. Vallejo cortó en el punto de penalti el envío de Córdoba a Williams, recogió Kroos y se fue al trote, cedió a Asensio, que templó con gusto y Benzema, libre entre los centrales, picó a la red.

Siguieron hasta tres sustos más con el Athletic noqueado y Zidane refrescó para apuntillar a la contra: Isco y Bale. La respuesta, de Garitano que no del equipo, fue un doble cambio que permitió a Unai López explotar la relajación del anfitrión con algún detalle. Sucedía que Benzema ya había firmado el segundo, en un córner que se tragaron Herrerín y Yeray, y que pese a que Aduriz tuvo una de cabeza y Williams puso a prueba los reflejos de Navas, se olía el tercero. Impidió Herrerín el estreno de Brahim y a Bale, deseoso de lucirse, le sobraron unos centímetros en una picada. Cuando Benzema embocó a puerta vacía, la imagen del Athletic, con el personal fuera de sitio, era un poema.