Bilbao - La actual temporada se recordará por la espectacular reacción del Athletic bajo la batuta de Gaizka Garitano. El logro colectivo que supone saltar en cuatro meses de la antepenúltima posición a la zona europea quedará en la memoria por encima de todas las cosas, pero también en el plano individual se han producido hechos relevantes. Uno de los más interesantes se refiere al crecimiento de Iñaki Williams como delantero. El tiempo dirá si se asienta en la demarcación que Aritz Aduriz había monopolizado durante más de un lustro, pero ya ha dejado muestras de que también él puede marcar diferencias y, por qué no, zanjar el debate sobre la sucesión del veterano goleador.

Ha sido una de las grandes preocupaciones de los últimos tiempos, Aduriz se iba haciendo mayor y parecía que a su espalda solo había un gran vacío. No terminaba de intuirse qué jugador salido de Lezama sería el designado para tomarle el testigo, quién lideraría el ataque rojiblanco. Tampoco se apuntaba a Williams porque sus características no se asemejan a las de Aduriz, que sí reúne las cualidades supuestamente innegociables del delantero centro del Athletic, en especial un solvente juego aéreo.

Así ha sido a lo largo de la historia, no es preciso remontarse a épocas doradas para comprender que San Mamés prefiera un tipo de jugador del que ha disfrutado en el presente siglo gracias a Ismael Urzaiz, Fernando Llorente o el propio Aduriz. Salta a la vista de que Williams nunca podrá emular a los citados, pero atesora unas condiciones igualmente válidas y poco comunes para triunfar.

Por de pronto, Williams aún no ha cumplido la edad en que los últimos arietes importantes del Athletic empezaron a despuntar. Hará 25 años en junio y sus cifras mejoran o se equiparan a las obtenidas por el mencionado trío a esa altura de sus carreras. Suma catorce goles, doce en liga, su récord en las cinco temporadas con el primer equipo. Un número estimable si se considera que el equipo no se distingue precisamente por su balance ofensivo, realidad que se traduce en una media levemente superior al gol por jornada.

Uno de cada tres goles lleva la firma de un Williams que vive ahora su período más productivo, con cinco goles en cinco partidos. Es posible que el acierto ante las porterías le haya liberado hasta el punto de aparcar la timidez que le impedía reivindicarse como el delantero del futuro. Hoy reconoce que se siente “cada vez más cómodo” en la posición más avanzada, que es ahí donde le gusta estar, con todo el frente de ataque para realizarse. Ya no oculta que quiere seguir ejerciendo de ariete. Antes se limitaba a declarar que aceptaba de buen grado el desempeño de aquellas funciones que necesitase el equipo.

Nunca se sabrá, pero no resulta descabellado pensar que si ha tardado tanto en explotar como delantero ha sido sencillamente porque en la gran mayoría de sus casi dos centenares de partidos en Primera se le asignó una banda, normalmente la derecha. Una situación que ha cambiado desde el curso anterior. Con Ziganda fue el delantero titular en 14 ocasiones y desde el verano ha acumulado 23 partidos más y solo en cinco empezó pegado a la cal. La larga ausencia por lesión de Aduriz ha favorecido su continuidad, factor asociable a la confianza y el crecimiento.

Williams debutó en diciembre de 2014 y lo hizo como ariete. Trece goles en 18 partidos con el filial fueron sus credenciales para dar el salto. Enseguida Ernesto Valverde le fue alternando en las tres posiciones más ofensivas, pero en el siguiente ejercicio quedó definitivamente ubicado en el ala derecha. Competir con un Aduriz pletórico era utópico y Williams se tuvo que amoldar al ritmo y a la exigencia de la elite subiendo y bajando por el costado.

MUCHAS DUDAS Así discurrieron tres campañas, en la cuarta empezó a cuestionarse su idoneidad para funcionar por la franja central. Empezaba a ser colocado arriba del todo con cierta frecuencia y su puntería en absoluto colmaba las expectativas. El irregular comportamiento del equipo y la costumbre de practicar un tipo de fútbol donde el balón vuela hacia la zona de remate, mermaban sus opciones.

A lo largo de este tiempo no dejaron de sonar los nombres de jóvenes que presuntamente poseían condiciones más propias para convertirse en el próximo 9 del Athletic. En este contexto, Williams protagoniza el famoso paréntesis de dos largos años sin marcar en cita liguera ante la afición. El pasado 13 de enero rompió el gafe con dos vistosas acciones que fulminaron al Sevilla, pero luego se tiró dos meses sin ver puerta y regresaron las dudas. Desde la visita del Atlético de Madrid, el veloz futbolista bilbaino hace gala de una tremenda eficacia que frente al Rayo le hizo incurrir en el pecado de la avaricia, tal como admitió. Buscó con ahínco el tercer gol para llevarse el balón a casa y frustró un par de oportunidades por no servir a un compañero mejor colocado. Williams quiere más, entiende que ha llegado su momento. Puede ser ese delantero al que se estaba esperando.