ATHLETIC: Iago Herrerín; De Marcos, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri; Dani García (Min. 63, Beñat), San José; Susaeta (Min. 75, Ibai), Raúl García, Muniain; y Williams (Min. 46, Kodro).

ESPANYOL: Diego López; Rosales, Naldo, Hermoso, Javi López; Marc Roca, Melendo (Min. 85, Pedrosa), Granero; Hernán Pérez (Min. 70, Víctor Sánchez), Ferreyra y Wu Lei (Min. 60, Puado).

Goles: 0-1: Min. 9; Ferreyra. 1-1: Min. 81; Raúl García.

Árbitro: González Fuertes (Comité Asturiano). Mostró tarjeta amarilla a los rojiblancos Dani García (Min. 36) e Iñigo Martínez (Min. 77); y a los visitantes Ferreyra (Min. 21), Mario Hermoso (Min. 24), Melendo (Min. 45), Granero (Min. 73) y Víctor Sánchez (Min. 88).

Incidencias: Partido correspondiente a la vigésimo séptima jornada de LaLiga Santander, disputado en San Mamés ante 38.453 espectadores, según datos oficiales. Los jugadores del Espanyol saltaron al terreno de juego con camisetas de ánimo a su compañero David López, lesionado de gravedad en la última jornada.

bilbao - San Mamés continúa siendo providencial para el Athletic. Siempre suma, pero anoche tuvo que conformarse con un punto tras ir a remolque prácticamente de principio a fin. Encajó pronto y todo el plan de Gaizka Garitano quedó patas arriba. Al amparo de la ventaja, el Espanyol se convirtió en la horma del zapato de los rojiblancos, invirtiendo todo su esfuerzo en aguantar el marcador y cerca estuvo de salirse con la suya. De nuevo salió a relucir la escasa pegada de un equipo que se hinchó a colgar balones en el área sin apenas generar auténtico peligro, hasta que Raúl García, quién si no, acertó una y premió así el tesón colectivo. La derrota hubiese sido injusta, aunque es evidente que para sacar adelante cualquier partido se necesita un repertorio más variado en terreno rival del que hoy ofrece un Athletic que a cambio derrocha toneladas de energía.

Aunque no llene, este empate supone un avance por cuanto en las anteriores oportunidades en que el Athletic recibió el primer gol acabó cayendo. Qué duda cabe que el factor campo constituyó una ayuda, la grada empujó y por momentos se encendió con el ímpetu de los protagonistas. Sin embargo, asistió a un quiero y no puedo, con una primera mitad en que la circulación funcionó bastante bien y una segunda en la que el Espanyol se estiró algo, lo que cortocircuitó el empuje previo y desgastó mucho al cuadro local. A la postre, la perseverancia tuvo su recompensa. Garitano intentó potenciar sobre la marcha aquellos aspectos que le pudieran rendir beneficios y le salió bien porque en la acción del gol intervino Ibai, quien trazó el pase para que Raúl García sacase un cabezazo venenoso que entró pegadito a la cepa del palo derecho de Diego López.

El extremo bilbaino aportó pues una dosis de su principal virtud, menos fortuna tuvo Kodro, que tuvo medio partido y quedó inédito, superado por los centrales, en concreto Naldo, amo y señor del juego aéreo. El entrenador retiró a Williams, demasiado ahogado por el repliegue perico. Quería añadir otro rematador para aprovechar los innumerables servicios desde los costados, un argumento que prácticamente fue el único que exhibió el equipo para dañar la estructura del Espanyol. Pero solo Raúl García generó inquietud, estuvo en todas, salvo en un par de aproximaciones antes del descanso. La primera, a cargo de Iñigo, que conectó una falta botada por Susaeta, fácil para el portero que cubría el poste correcto. La otra se la fabricó Susaeta, quien robó, fintó, penetró en el área y largó un zurdazo que, este sí, exigió a Diego López.

A decir verdad, tampoco la fortuna se alió con el Athletic, no ya porque hubo una serie de situaciones en boca de gol donde cada rebote o balón suelto favoreció a la defensa, sino porque su aseado comienzo recibió un castigo impensable y excesivo. Se puso a mandar desde el pitido inicial, la tónica auguraba una ofensiva permanente y la hubo, pero muy condicionada por el solitario estiramiento que hizo el Espanyol en el primer período. Granero oteó el desmarque de Wu Lei, que sorprendió en el punto de penalti con una cesión para que Ferreyra empalmase de volea sin oposición.

El contratiempo planteaba un duro examen que el Athletic encaró con dinamismo. Susaeta, muy activo, y Muniain, que terminó molido a golpes, se situaban como interiores dando salida al juego, mientras las bandas quedaban libres para la subida de los laterales. Por culpa de este movimiento, el Espanyol se las vio y deseó para frenar las acometidas, pero el problema estuvo más arriba, donde faltó claridad y precisión. Se explica así que el dominio resultase estéril y produjese muy contados lances que mereciesen ser catalogados como ocasiones.

MADURAR AL RIVAL No obstante, el hecho de tener al Espanyol con el culo metido tan atrás alimentaba las esperanzas porque permitía al Athletic desplegar un monólogo. Era cuestión de ir madurando al contrario. Se trataba de subsanar el déficit de acierto en los metros decisivos a fuerza de insistir. Y ahí estuvo la clave, pese a que el gol se hiciera esperar más de lo deseable. Ocurrió asimismo que en el descanso Rubi ordenó a su tropa que avanzase metros y tocase, algo que sabe hacer y que a ratos complicó la vida al anfitrión. No es lo mismo jugar en cincuenta metros todo el rato que hacerlo en ochenta y verse en la tesitura de correr tras la pelota. Menos aún hacerlo en contra del cronómetro.

El paso adelante del once catalán propició un segundo susto en el arranque de la reanudación. Wu Lei volvió a colarse, pero cruzó sin puntería. El resto de los turnos del Espanyol simplemente sirvió para cortar el ritmo e incrementar la ansiedad en unos futbolistas que ponen el alma al servicio de la causa, una baza a menudo insuficiente para crear desequilibrios. Mover el marcador exige percutir con munición real. Garitano recurrió a Beñat y luego a Ibai, a lo que respondió el banquillo visitante con sustituciones de neto corte defensivo: Víctor y Pedrosa.

Hubo un par de fases en que el Espanyol se sintió agobiado, pero era imposible sostener semejante ritmo. El tercer asalto se registró después de que Raúl García restase dramatismo a la empresa. Una sucesión de córners y faltas ambientó el tramo final, pero no hubo manera de sacar algo en limpio, quitando otro cabezazo del goleador que salió muy centrado, a las manos del meta. Se podría pedir más profundidad y puntería, pero no otra cosa a un Athletic que ayer recibió una ración de su propia medicina y supo salir airoso. Al fin y al cabo, un punto se agradece, sobre todo si se ha amasado contracorriente, tirando de riñones.