Bilbao - Con solo un tercio del calendario por cubrir ya se puede certificar el definitivo adiós a la temporada de Ander Iturraspe. Quedaba por comprobar si el cambio de entrenador le rescataría del ostracismo, pero transcurrido un tiempo más que prudencial desde la llegada de Gaizka Garitano el tema está claro. Iturraspe continúa sin jugar y visto lo visto pudiera ocurrir que la cita copera del 13 de enero con el Sevilla en el Pizjuán haya sido su último partido, no solo de la temporada sino también de su carrera en el club. En junio finaliza su contrato y en principio cuesta hallar algún motivo de peso para que se le ofrezca la renovación, máxime si la directiva está decidida a que Garitano dirija el equipo la próxima campaña.

Por tanto, es probable que en breve se ponga el punto final a la historia de Iturraspe en la entidad donde ingresó siendo alevín. De confirmarse, se marcharía con los treinta años que cumplirá mañana. Un dato llamativo, no en vano se trata de una edad prematura para despedirse, que corona un proceso ciertamente extraño, del que apenas ha trascendido nada más allá de una serie de rumores de origen diverso y cuestionable fiabilidad. La verdad es que se ha escuchado de todo y poco bueno para su persona: desde cuestionar su disposición profesional a asegurar que se está planteando colgar las botas, pasando por argumentos de índole técnica que explicarían su paulatino retroceso o insinuaciones sobre la existencia de un proceso depresivo que le impediría rendir con garantías.

En fin, versiones que carecen de refrendo porque, de entrada, el interesado lleva muchos meses sin conceder entrevistas o pasar por la sala de prensa de Lezama. Por otra parte, los entrenadores, en concreto Eduardo Berizzo y Garitano, tampoco han arrojado luz, limitándose el argentino a sugerir que su falta de versatilidad le cerraba las puertas del once y de las convocatorias. El testimonial contacto con la competición de Iturraspe coincide encima con un período donde el centro del campo, en todas las combinaciones que se han ido alternando desde el verano, ha brindado un rendimiento deficiente en términos generales, algo que incrementa la sensación de perplejidad.

Al principio, en otoño, cabía suponer que los bandazos de Berizzo le acabarían otorgando su oportunidad también a Iturraspe, pues probó de todo, pero no fue así. Y Garitano, pese a la persistencia de los problemas en la faceta creativa especialmente, se ha mantenido fiel a una apuesta donde tampoco hay espacio para el de Abadiño. Le puso en la eliminatoria con el Sevilla a fin de preservar a los titulares y luego le metió en un par de listas a causa de la baja de un compañero, sin darle ni un minuto.

Quizá nunca se lleguen a conocer los porqués de la desaparición de Iturraspe del mapa rojiblanco. A efectos prácticos, hoy ni está ni se le espera. Es como si no existiera en el plantel del Athletic. Se ha convertido en un futbolista invisible a los ojos de la afición, su nombre se ha dejado de pronunciar en conversaciones y tertulias.

a la inversa Iturraspe representa un caso raro porque ha descrito una trayectoria inversa a la de la inmensa mayoría de los futbolistas. Al margen de que necesitó un tiempo para asentarse en Primera, al igual que tantos productos de la cantera, alcanzó su cénit en el período comprendido entre 2011 y 2014. Entonces, a las órdenes de Marcelo Bielsa y Ernesto Valverde, se erigió en la pieza clave del conjunto, desparramando su singular talento para dirigir el juego del colectivo. Fueron las temporadas del mejor fútbol que ha ofrecido el Athletic y él parecía llamado a marcar una época en la entidad.

Sin embargo, las expectativas no se han cumplido. Un lustro después en su hoja de servicios aparecen campañas presididas por la irregularidad, donde se mezcla la brillantez con un tono gris que no se corresponde con su incuestionable clase. Un itinerario que desemboca en la vigente infrautilización. A fecha de hoy, Iturraspe aparece como el vigésimo tercer jugador de la plantilla. Ha intervenido en cuatro encuentros, dos de liga y dos de Copa, para sumar 250 minutos. Por detrás de él: Mikel Rico (155), lastrado por un par de lesiones; Ganea (65), cedido en enero al Numancia; el recién fichado Kodro (50); y los inéditos Lekue y Remiro, uno por lesión y el otro por su negativa a firmar contrato.

Para tener una idea más ajustada de lo que suponen los números de Iturraspe, merecen ser repasados los de quienes actúan habitualmente en la zona ancha: Dani García, 1.994 en 24 partidos; Beñat, 1.522 en 21; y San José, 1.263 en 27. Incluso otro hombre sin relieve como Unai López le supera con 345.

Es obvio que el estatus de Iturraspe ha experimentado un descenso vertiginoso en el presente curso, pues aunque ya en años anteriores su papel menguó ello no fue óbice para que jugase con cierta frecuencia. Con Ziganda fue el décimo de la plantilla en participación y en las dos últimas con Valverde fue el decimoquinto y el decimonoveno, pero sumando 1.664 y 1.394 minutos. Cifras a años luz de las que firmó con Bielsa (séptimo con 4.530 y quinto con 3.114) o en los comienzos de Valverde (quinto con 3.147 y duodécimo con 2.739, pese a permanecer tres meses lesionado). Esta es la atinada descripción que de él que hizo un entrenador: “Ya sabemos cómo es Itu, cuando juega bien parece que es el que gobierna el partido. Tiene que ser consciente de que posee esa capacidad y repetir y repetir. A todos nos gustaría dar esa sensación de jugador que controla el partido”. Ahora solo juega pachangas entre semana.