CUANDO acontece un hecho evaluado como extraordinario, se le pone el apellido de milagro. Si el fenómeno se repite no una sino varias veces, entonces pierde esa consideración e ingresa en la órbita de la normalidad. El Eibar va a cumplir su primer lustro en Primera División, cinco temporadas desenvolviéndose con notable holgura si se exceptúa su estreno en la categoría y sin embargo, pese a que la elite del mundo futbolístico se haya acostumbrado a la presencia del club armero como uno más, seguir calificando su caso de milagro no suena improcedente. O quizá sí y ese término que a estas alturas pudiera ya interpretarse como peyorativo se debería de sustituir por un enunciado que refleje con precisión el secreto de su éxito: excelente gestión de los recursos.

La ampliación de Ipurua en sucesivas fases o el avanzado proyecto que le permitirá disponer de un centro deportivo a la última, son iniciativas sintomáticas del estado de salud financiera de que goza la entidad. Son planes que pretenden consolidar al Eibar en el medio y largo plazo, sueños ambiciosos que cobran sentido a partir de una contrastada estabilidad en la competición. Hoy el equipo se halla en mitad de la tabla, en el mismo sitio donde terminó la pasada liga y también la anterior, lo cual le confirma como paradigma de regularidad.

El Eibar es sobre todo fiable. Es asimismo reconocible, posee un estilo innegociable sobre la hierba que se basa en la claridad de ideas de las personas que ocupan los cargos de responsabilidad en el ámbito deportivo. Construye plantillas con un criterio austero, no hay margen para las locuras, invierte en futbolistas modestos que se entiende encajan en un juego basado en la intensidad y la simpleza. La propuesta de José Luis Mendilibar, que cumple su cuarto curso en el banquillo, es fácilmente identificable con el fútbol que se practica (más antes que ahora) en la Premier: ritmo enérgico, presión alta, poca elaboración, aperturas a las alas y centros al área.

Con esta fórmula sale el Eibar a ganar cada partido, de frente, sin especular y le va bastante bien, la verdad. El pasado noviembre, por ejemplo, hasta se permitió el lujo de meterle tres goles al Real Madrid para delirio de Ipurua. Un hito más en una trayectoria donde los sinsabores no pueden equipararse a las celebraciones ni en número ni en trascendencia. No obstante, derrotar a los grandes no se halla entre sus objetivos, que en realidad se reducen a uno solo: asegurar cuanto antes la permanencia.

Este año lleva camino de volverlo a hacer con suficiencia y la directiva ya tiene un ojo puesto en el que viene. Jon Ander Ulazia, consejero delegado de reciente nombramiento, reconocía días atrás ante la prensa que su principal cometido consiste en convencer a Mendilibar y a Fran Garagarza, el director deportivo, para que prolonguen su vínculo con la entidad. Ambos finalizan contrato en junio y sus nombres están escritos en la agenda de clubes seducidos por los encantos de la marca Eibar.

El interés ajeno por los activos del Eibar tampoco constituye una novedad. La revalorización de los jugadores que visten su camiseta sería otro indicativo de que en su seno se trabaja con mimo en la captación y además saben sacar el jugo a la materia prima. El Eibar era, por motivos obvios, comprador y lo sigue siendo, pero también vendedor, lo prueba que ya ha cerrado varias operaciones muy beneficiosas para sus arcas. Un detalle que no pasa desapercibido para jóvenes con proyección. Donde antes se veía un destino gris e incierto ahora se visualiza un trampolín.

Pero en su plantilla hay también espacio y una posibilidad de promoción para veteranos que parecían en declive. El delantero brasileño Charles, que supera ampliamente la treintena, sería un exponente más de lo interesante que puede resultar actuar como local en Ipurua. La docena de goles, la mayoría recientes, que lleva este curso el autor del tanto que inauguró el nuevo San Mamés ha contribuido a armonizar sensaciones y marcadores. El Eibar arrancó mal el campeonato, luego remontó y se ubicó en la zona templada, pero atravesó una fase en que puntuaba menos de lo que creía merecer en función de su rendimiento, tal como expresaba un Mendilibar que estará un tanto inquieto esta semana por aquello de que la visita a Bilbao se le suele atragantar. Igual este sábado va Charles y le saca la espina.