POCO queda por añadir a cuanto se ha dicho estos años sobre Aritz Aduriz. Su nombre quedará para la posteridad como el de uno de los grandes de la historia del club gracias al registro logrado como goleador, que hoy ya le sitúa entre los diez mejores en dicha faceta. Desde hace unas horas sabemos que aún tiene por delante temporada y media para engordar unas estadísticas brillantes por sí mismas y extraordinarias por culpa de la fecha que aparece en su partida de nacimiento.

Su hoja de servicios en el Athletic está dividida en tres etapas, muy distintas entre sí. La primera, efímera debido a que los técnicos no encontraron acomodo para un chico que se caracterizaba básicamente por su fogosidad, lo cual le abocó a probar suerte en destinos inciertos. Superó con nota un examen que para el producto de Lezama no suele resultar sencillo. Salió con 22 años y poco antes de cumplir los 25 volvió en medio de una coyuntura muy desfavorable del equipo. La segunda oportunidad duró dos campañas y media, pues se le volvió a abrir la puerta en lo fue una decisión muy controvertida: la existencia de cierta competencia por el puesto se esgrimió como argumento, cuando lo cierto es que primó una necesidad económica puntual de la directiva de turno.

Así que con lágrimas en los ojos marchó a Mallorca. Tenía 27 años. Luego le fichó el Valencia. En total fueron cuatro temporadas lejos de casa sin dejar de crecer como futbolista. Había soplado 31 velas en el momento en que forzó su regreso al Athletic al saber del interés de Josu Urrutia. No todo el mundo entendió la operación, pero el tiempo se encargó de darle la razón al actual presidente, que no ha dudado en ofrecerle la posibilidad de convertirse quizá en un caso único.

Cabe que exista precedente en el Athletic de alguien que colgase las botas con 38 años encima, de hecho está el portero Armando con 39, pero seguramente ninguno de un jugador de campo que además ejerciese de delantero nato. En un somero repaso salen un puñado que con 37 a cuestas todavía fueron capaces de defender la camiseta, si bien la mayoría ofreciendo lógicos síntomas del declive, reflejados en los datos de ese curso que precedió al retiro en el club donde se hicieron legendarios.

Aduriz tendrá 37 en febrero y de momento su condición de titular no admite discusión. Nueve goles en 18 partidos le avalan, más allá de que se intuya que empieza a acusar el peso de las batallas. Una apreciación ya apuntada el curso anterior, que sin embargo cerró con 24 goles en 42 actuaciones.

José Iraragorri y Agustín Gainza, que no fueron arietes, son quienes más se aproximan a Aduriz en términos de longevidad y eficacia rematadora. Ambos, que dejaron de pisar San Mamés con 37 años, habitan en el altar preferente de la entidad. El exilio impidió que el Chato, un fuera de serie, emulase a Piru, quien acumuló 21 temporadas consecutivas en el club que le coronarían como el más grande de todos. Aduriz, que ayer confesó que hubiese “firmado con sangre” haber jugado siempre en el Athletic, vivió otros contratiempos, pero parece que no dejó pasar la oportunidad de alcanzar un pacto con el diablo, supuestamente rubricado con sangre, para que llegados a este punto siga en activo y marcando goles porque, según afirma, no le duele nada.