Saturnino García, al igual que miles de personas, emigraron a Bizkaia para trabajar y buscarse la vida lejos de su hogar. Durante su estancia en Bilbao descubrió la magia del teatro acudiendo al mismo, según revela, de forma clandestina. El festival FANT le ha hecho entrega de un premio honorífico en la presente edición. Aprovechando su paso por la capital vizcaina recuerda con DEIA cuáles han sido los momentos clave de su carrera.

¿Qué significado tiene el premio?

Pues es una gran satisfacción y sobre todo es una excusa para venir a Bilbao. Y también, como no tenía ni idea ni me lo esperaba, estoy gozándolo desde que lo sé, que ya hace semanas, incluso meses que lo estoy disfrutando. Y encima con Justino. No sé si decir que supera a cuando el Goya... Por otra parte, en el final de mi carrera es una inyección enorme para sentirme estimulado. Esto me ha salido espontáneamente, pero resulta que es verdad.

Tuvo que emigrar de León a Barakaldo para ganarse la vida. ¿Cómo recuerda aquellos primeros años?

Pues como todos los que vinieron a emigrar. Yo vine a trabajar en las fábricas, trabajé en unos talleres de una empresa alemana. Entonces desde Bilbao a Santurtzi estaba inundado de fábricas de procedencia inglesa y yo estuve trabajando aquí de peón.

¿Cómo fue su transición al teatro?

Hacía mucha vida social. Iba al teatro en Bilbao y llegaba a las nueve y media de la noche donde los amigos que tenía de Cruces, donde yo vivía. Decían, “¡Joder, Saturnino! ¿Dónde andas?” porque llegaba tarde a la reunión con los amigos y me disculpaba porque me daba vergüenza decirles que venía del teatro porque me parecía que les iba a impactar. Entonces vivía mi mundo de teatro clandestinamente.

¿Cómo eran esos días?

Iba al teatro y faltaba a la cita con los amigos a las siete de la tarde, hora de la primera función. Me inventaba cualquier excusa para no tener que explicarlo o para no extrañarles. Pero yo sabía que mi futuro estaba orientado en el mundo actoral.

¿Y cómo fue el proceso hasta dar el paso a la actuación?

Iba mucho a Madrid y ya hice algún papelito. También estuve trabajando en una serie aquí, en la televisión vasca. Pero yo ya venía de hacer algunas cosas en Madrid, en teatro. Ahora ya puedo decir que he pateado muchos lugares.

¿Cómo fue la preparación?

Supervivencia. Rodando y rodando. Éramos aficionados al teatro. Hace cuatro años hice una película de protagonista en un pueblo de Toledo que excepto yo, todos los actores son de allí, del pueblo de Villacañas; todos son aficionados que viven de otras cosas. Pues esto eran lo que teníamos aquí en Bilbao. Trabajé dos veces en el Arriaga, una vez con Ismael Merlo y otra con Francisco Piqué porque les faltaba un actor y yo ya era reconocido en los teatros como un actor que tenían aquí en Bilbao.

Y todo eso hasta el día de hoy.

Sí. Rodando y rodando sin parar porque es un proceso, una cosa te estimula a otra pero yo sabía que quería ser actor. Todo esto hasta que ya me instale en Madrid de manera fija, donde me trasladé después de los Goya porque antes alternaba algunos papelitos que me salían con mi teatrito que hacía en los colegios.

Ha realizado muchos rodajes. ¿Hay alguno con el que se quede?

Con todos por igual porque no creo que ninguno, ni incluso el que me dio un premio Goya, que es el de más protagonismo, haya estado mejor o peor que otros. De los treinta días que se rodaron ahí, yo estuve los treinta. No obstante, me quedo con todos los rodajes. En cada uno de ellos he hecho lo que se ha podido.

¿Qué consejo les podría dar a las y los jóvenes que quieren progresar en el mundo de la actuación

Que me lo den ellos a mí, que han ido a la escuela más que yo (risas). Jesucristo dijo: Mi reino no es de este mundo. Yo digo: mi mundo no es de este reino.