UNA de las mil y una voces de la calle dice que es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre. Ni siquiera la muerte que ahora le alcanza a quien fue capaz de burlar tantas guadañas sobre un terreno de juego es capaz de borrar el recuerdo de un hombre de una pieza. Con el cadáver de José Luis Artetxe (Algorta, 1930-2016) aún caliente (el funeral se celebrará el martes, 22 de marzo, a partir de las 19.30 en la iglesia de San Nicolás de Algorta), hoy la camiseta del Athletic llora sin un hombre dentro. Hay un roble menos en nuestro bosque.

Hay una edad en la que el fútbol es más, mucho más que un deporte; un tiempo en el que los grandes futbolistas parecen inmortales. Es en días negros como el de hoy, a la muerte de un grande, de un abertzale y futbolista singular, de un hombre que amó el estudio casi más que al balón, cuando se rompe ese hechizo. Se comprueba que la muerte siempre gana, aunque te de una vida de ventaja. No la desaprovechó José Luis Artetxe, un futbolista contracorriente que hubiese cambiado sus goles, sus 133 goles en 346 partidos y 15 temporadas en el Athletic, por ser el rey del sotamano, el número uno en los frontones. Aún retumba el eco de sus palabras. “Llegué al fútbol porque el frontón siempre estaba lleno...” Era perito industrial y le gustaban los viajes, la lectura y el arte lírico.

Es el poeta quien me acompaña ahora en el duelo sin llanto, que no fue Artetxe un hombre de lágrimas. “Apenas desamarrada/la pobre barca, viajero,/del árbol de la ribera,/se canta: no somos nada./ Donde acaba el pobre río/ la inmensa mar nos espera.” A él, que fue todo un océano, la historia del Athletic le recordará como un delantero que llegó al Athletic cuando el fútbol rojiblanco era aún de Iriondo, Zarra, Venancio, Panizo y Gainza (José Luis heredó el 7 de Rafa, fallecido en fechas recientes, hace menos de un mes: ese dorsal está de luto...); como a uno de los once aldeanos de la legendaria final del 58 de la que se llevó en su memoria la hombría de Baltasar Albéniz por su arenga previa, cuando les dijo aquello de “me he podido equivocar, pero tenemos que ganar esta Copa”; como el hombre que ganó tres Copas y una Liga, pero que también como aquel que arengó a sus compañeros aquella tarde en Zaragoza, cuando el técnico Juanito Ochoa tanto extrañó que le pidiese hablar a los suyos en una delicada situación al descanso; como al autor de un gol de pañuelos en el homenaje a Mr. Pentland que abrochó con un extravagante “he fallado” a la conclusión del partido. Así era aquel espíritu libre que confesaba haber jugado “por donde me daba la gana”, con la libertad concedida por sus técnicos. Quién era el guapo que...

la sombra de la leyenda Los once aldeanos, decía. Ni siquiera un hombre de personalidad tan acusada como José Luis puede esquivar la sombra de esa leyenda. Con el triste adiós de Artetxe son ya seis los ausentes, medio equipo que juega por celestiales, si es que se puede decirse hablarse así de fatal selección de San Pedro. La falta de Artetxe viene a sumarse a las de Garay, Orue, Canito, Arieta I y Piru Gainza, el gamo de Dublín. El bautismo de aquel grupo pertenece a quien era por entonces presidente del Athletic, Enrique Guzmán, quien tras la sonora victoria por 2-0 exclamó a los cuatro vientos desde los balcones aquello de que “les hemos pasado por la piedra con once aldeanos”. Un aldeano, sí. Pero un aldeano ilustrado. Hoy por ti lloran los leones, José Luis. Te guste o no, tú que fuiste tan discreto bajo los focos.

Lo repitió el propio José Luis una y mil veces: “el fútbol no fue lo más importante de mi vida”. Sin embargo, el apellido Artetxe sí que ha pesado en la historia del Athletic, sí que milita entre los imprescindibles del club. Porque si fue uno de los once de aquella tarde, también estuvo en otra histórica noche. En el álbum de los recuerdos de San Mamés aparece una instantánea inolvidable: San Mamés nevado y 22 hombres dispuestos a dejarse hasta el último aliento. Cuentan y cantan las viejas crónicas que jamás se ha visto un partido semejante en Bilbao. Athletic 5-Manchester United 3 fue el desenlace de aquel match, como lo llamaban los antiguos a los partidos.

Quienes presenciaron aquel fabuloso choque de trenes entre los leones y los Busby babes del United cuentan que todos honraron el fútbol. Y Artetxe también estuvo allí, para marcar el quinto gol rojiblanco de aquella noche memorable. El esqueleto del viejo San Mamés aún se estremecía al recordar aquella noche. Y allí estuvo Artetxe.

mala fama de cascarrabias Antes, mucho antes, se labró su leyenda de jugador con fuerte carácter. Casi desde el primer día. Por el año 50 del pasado siglo, cuando todavía no era José Luis Artetxe y jugaba en el Getxo, donde le veían como al “hijo de Boni” y los estudios eran su prioridad absoluta, llegó el Athletic. Tenía 19 años y le ofrecieron el contrato estándar de la época: cinco años a 10.000 pesetas por temporada. Su respuesta fue tremebunda: “de momento acepto, pero si sirvo y decido dedicarme a esto, pediré más dinero”. ¡Y vaya que sirvió! Cumplió su palabra y como el club dijo no a la subida de salario se marchó. El Athletic renegoció. “No podía aceptar esa injusticia”, decía.

Respeto y justicia, esas fueron sus dos banderas en “una asignatura corta”, como definió al fútbol. No en vano, estuvo tres veces en rebeldía con el Athletic “porque no me pagaban lo que consideraba justo”. Era un rebelde con causa. Años después, cuando tuvo sus escarceos en los despachos del Athletic en las juntas de Eguidazu y Duñabeitia, volvió a enfrentarse. Jamás fue títere o marioneta, ese hombre perito, del fútbol y en entender la vida a su manera, al estilo del viejo Frank. Artetxe dejó el fútbol cuando le vino en gana, quince años después, para dedicarse a su empresa.

no a las tetas de brigitte En su álbum de anécdotas que ya amarillea aparece una fuera del Athletic. Estando en París con la selección, el técnico Meana decidió que el equipo fuese a ver una película de Brigitte Bardot “en la que se le veían las tetas”. José Luis, el rebelde, dijo no. Quería ver la Torre Eiffel y amenazó con irse si no la veía. Una vez más, se salió con la suya. “En París se pueden hacer muchas cosas... ¡menos ir al cine!”, dijo años después.

No sería justo -y a él, queda claro, le llevaban los demonios las injusticias...- que su recuerdo se anclase sólo en esos raptos de carácter. Más allá de ser un hombre íntegro, hoy ha de entonarse un triste adiós por la ausencia de uno de los jugadores con más clase en la historia del Athletic, un siete y medio de dorsal, por aquello del plus. De nuevo habla el poeta para la despedida. “No es que hayan muerto/sino que se fueron antes/solo tomaron uno de los/trenes anteriores”. Buen viaje.