Encaramos el último día de Aste Nagusia con las pilas y el presupuesto justo para completar los nueve días de fiestas sin pasarnos de los 200 euros iniciales.
A falta de las últimas horas, el resultado final parece ir bien encaminado aunque siempre puede torcerse. Antes de hablar sobre la mañana de poteo por las calles del Casco Viejo he de confesar que la noche, que iba a ser tranquila después de escribir lo bien que me lo pasé yendo a la obra teatral, acabé en un plan improvisado acudiendo a un concierto en el escenario situado en los chorros del Guggenheim.
Como sigan llegando los planes improvisados en las últimas horas, al final creo que necesitaré un bizum.
Como no es la primera vez que me pasa cuando no conozco en profundidad a la persona que va a cantar, tampoco me supe ninguna canción así que... ¿Qué hice? La técnica milenaria que lleva años existiendo y así seguirá durante unos cuantos siglos más, sujetar el botellín de cerveza mientras uno se mueve tímidamente de un lado a otro sin llegar a soltarte con cantar la letra.
En otras ocasiones, es habitual escuchar algunas canciones de la persona que vaya a cantar para que, por lo menos, uno se pueda soltar en el momento de los estribillos. Esta vez ni eso.
Seis euros gastados en tres botellines de cerveza fueron suficientes para completar un concierto en el que únicamente abrí la boca para beber y hablar a partes iguales.
La mañana de ayer fue muy diferente. Desde el mediodía me moví por algunos locales de la Plaza Nuevo tomando unos potes. A lo largo de mi vida he tenido el debate interno sobre si bebiendo cerveza se equilibra el ph.
Una incógnita a que, desde mi punto de vista, le he puesto solución. Funciona. Ya decía yo que utilizando agua para su fabricación algo tendrá que hacer.
El plan de ir a las barracas ya lo tenía marcado en verde en la agenda pero creo que si ayer llego a subir al Parque Etxebarria para montarme en la mansión del terror, lo pasaría sin ningún problema. Chucky tendría su bate intacto y la atracción hubiese continuado su curso.
Esta hipótesis que acabo de plantear se ve bien desde la distancia. Si llego a subir allí arriba sé de sobra que no me montaría. Confieso que en el saltamontes tampoco lo haría, el motivo no hace falta que lo explique, es evidente.
Volvamos a los potes. El ambiente que se respiraba por la Plaza Nueva era del último fin de semana de Aste Nagusia. Las y los bilbainos, y aquellas personas que han llegado a la villa desde otros lugares, pasearon por el Casco Viejo de un lugar para otro en busca de la gastronomía vasca. Las terrazas llenas, el interior de los bares igual... Pedir una caña era todo un desafío.
A diferencia de las tres cervezas por seis euros de la pasada noche, esta vez ha sido la misma cantidad de dinero pero por dos cañas.
Para complementarlo, nos pasamos a los zuritos. Igual de refrescantes pero con menos cantidad para poder alternar por más establecimientos de la Plaza Nueva.
Creo que lo del bizum se puede convertir en realidad. La noche de sábado a domingo será determinante para saber si lo lograremos. Sería una pena que después de lo medida y controlada que ha estado la semana todo se saliese de control. Pero, es una opción que podría pasar.
En caso de que así sea, quien sabe si el día de hoy será tranquilo. 35 euros para una noche de fiesta y un día completo esperando la quema de Marijaia. Después de que arda, sabremos si hemos cumplido o ha hecho falta el bizum.
Consumición Precio
Botellín cerveza (3) 6
Caña (2) 6
Zurito (2) 3,40
TOTAL DÍA 8 15,40
PRESUPUESTO RESTANTE 35,25