El pasado lunes, el Consello de la Xunta de Galicia aprobó el proyecto de ley de protección de la salud de los menores y prevención de conductas aditivas, un texto que prohíbe, además de la venta de vapeadores, también la de bebidas energéticas a menores al equiparar estos productos con el alcohol. A falta de su aprobación definitiva por el Parlamento autonómico, Galicia se convertirá en la primera comunidad del Estado en vetar su consumo en ese sector de la población. A esta iniciativa legislativa se suma la de Asturias, que está ultimando un proyecto de ley que prohibirá la venta de bebidas energéticas a menores de 16 años.

Estas regulaciones que se están dando en Galicia y Asturias son pioneras a nivel del Estado y casi también en Europa, donde únicamente Lituania, Letonia y Polonia cuentan en su legislación con prohibiciones para la venta a menores de bebidas energéticas. Eso, pese a que la tendencia creciente en el consumo de estos productos entre la juventud se ha convertido en un preocupante problema de salud pública. Así, en el 2014 se introdujo por primera vez un módulo sobre bebidas energéticas en la Encuesta sobre alcohol y drogas en Enseñanzas Secundarias en España (ESTUDES). Este estudio realizado de forma bienal por el Ministerio de Sanidad refleja que, aun con ciertas oscilaciones, su consumo se ha incrementado en la última década entre los estudiantes de entre 14 y 18 años. Así, en 2014, el 49,7% de los chicos de ese tramo de edad y el 31,4% de las chicas afirmaba haber consumido bebidas energéticas en los últimos 30 días. En 2023, último año analizado, estos porcentajes alcanzaban el 54,4% en el apartado masculino y el 40,7% en el femenino, lo que supone un crecimiento del 4,7% y del 9,3%, respectivamente.

El 47,7% de los estudiantes de Enseñanzas de 14 a 18 años encuestados en el ESTUDES de 2023 declararon haber consumido bebidas energéticas en los últimos 30 días

Pero especialmente preocupante es la costumbre de consumir estos productos mezclados con bebidas alcohólicas, ya que se multiplican sus efectos perniciosos. Un hábito que, además, no para de crecer. En 2023 se alcanzaron los valores máximos de la serie histórica, con índices del 20,8% de los chavales de entre 14 y 18 años y el 18,2% entre las chicas de la misma edad. Son un 4,8% y un 5,6% más que en 2014. Esto tiene consecuencias evidentes en sus estudios, con peores notas y mayores tasas de repetición de cursos entre quienes combinan ambos tipos de bebidas. Y lógicamente, también en su forma de entender el ocio. Así, si un 61,3 del total de los jóvenes de entre 14 y 18 años dice leer libros, el porcentaje baja al 41,8 entre los consumidores de bebidas energéticas y a un 14,8% en el caso de quienes combinan estas con alcohol.

Todas estas consecuencias perniciosas se multiplican cuando, además, hay un uso de sustancias estupefacientes. Esto es algo habitual, ya que va asociado al tipo de ocio nocturno en el que abunda la ingesta de bebidas energéticas. De cada 100 jóvenes que mezclan estas bebidas con alcohol, más de 37 fuman cannabis y por encima de 13 toman hipnosedantes como, por ejemplo, el Lorazepam. 

Euskadi está entre las 7 comunidades que registran una prevalencia del consumo de bebidas energéticas mezcladas con alcohol superior al 19,9%, junto a Asturias, Cantabria, La Rioja, Catalunya, Comunidad Valenciana y Baleares

Euskadi es, según se desprende del ESTUDES de 2023, una de las comunidades autónomas con mayor prevalencia del consumo de bebidas energéticas mezcladas con alcohol. Junto a Asturias, Cantabria, La Rioja, Catalunya, Comunidad Valenciana y Baleares es una de las siete que, en dicha encuesta, registraba una tasa superior al 19,9% de estudiantes de Secundaria que afirmaban haber ingerido dicha combinación en los últimos 30 días. Del auge del hábito de beber estos productos energizantes entre los menores vascos es plenamente consciente Ignacio Díez, pediatra gasteiztarra con acreditación para endocrinología infanto-juvenil. “Lo conveniente sería hacer una llamada de atención a estar, como padres y como profesionales relacionados con la infancia y la juventud en todos sus ámbitos, ya sean educadores, sanitarios o del ámbito del deporte escolar, vigilantes ante este tipo de actitudes y tendencias en la ingesta”, indica. 

"Lo conveniente sería hacer una llamada de atención a estar, como padres y como profesionales relacionados con la infancia y la juventud en todos sus ámbitos, vigilantes ante este tipo de actitudes y tendencias en la ingesta"

Ignacio Díez - Pediatra especialista en endocrinología infanto-juvenil

Díez no pasa por alto los “escasos efectos positivos a corto plazo” que tienen estas bebidas, como “la mejora de la concentración y del rendimiento cognitivo inherente a la cafeína”, una de las sustancias que, en altas dosis, contienen dichos artículos, además de edulcorantes, azúcares, aminoácidos como la taurina o vitaminas. También cita Díez “la reducción de la somnolencia” y un “incremento del rendimiento físico, sobre todo en actividades anaeróbicas, que tanto gustan a los adolescentes, como el levantamiento de pesas”.  

Adicción

Sin embargo, en el otro lado de la balanza están “los efectos negativos”. Así, el exceso de cafeína “podría provocar una situación de riesgo cardiovascular” en personas con ciertas patologías, además de alteraciones del sueño, especialmente entre la población adolescente, “cuyo biorritmo está totalmente cambiado”. Los edulcorantes artificiales “podrían causar problemas digestivos como diarreas, gastritis o náuseas”. Y el exceso de azúcares y calorías aumenta el riesgo de padecer diabetes tipo 2 a personas sedentarias o con tendencia al sobrepeso. A ello hay que sumar un peligroso poder adictivo, ya que “componentes como la cafeína o la taurina pueden provocar dependencia”. 

A juicio de Díez, “todo ello puede llevar a una recomendación por parte de las agencias reguladoras, de las diferentes comunidades autónomas o de las autoridades sanitarias competentes a establecer un límite o una prohibición de su uso” para los menores de edad. Con todo, el pediatra especialista en endocrinología insiste que el frenar su consumo entre los jóvenes es cuestión de todos, “ya que velar por ellos es nuestro deber”.