Menos de 2.000 euros de indemnización y finiquito. Jon espera el nacimiento de su hija sin trabajo, después de que una empresa guipuzcoana de tratamientos térmicos, en su planta de Zumarraga, le comunicase su despido el 16 de septiembre, alegando “baja productividad”.

Desde el primer aviso (preaviso obligatorio), una hora antes de cogerse las vacaciones el 2 de agosto, hasta su despido, pocos días después de volver de las mismas, apenas le dio tiempo a intentar cambiar nada en su empresa.

“No tengo pruebas de que me despiden porque voy a ser padre, pero tampoco dudas”, afirma. Desde el día que informó a la gerente de la planta de que esperaba una hija para finales de este año, afirma que “su actitud cambió hacia mí”. Incluso le llegó a manifestar su sorpresa porque fuera a ser padre superados los 40 años: “No recuerdo la frase exacta, pero me lo dijo claramente” explica este trabajador.

Es un goteo. En el Estado español se están produciendo y dándose a conocer las primeras sentencias de despidos de trabajadores varones que esperan tener familia en breve y una vez que nazca su bebé pueden acogerse al permiso de paternidad de 16 semanas implantado en 2021. ¿Despido nulo o improcedente? ¿Obligación de recontratación o indemnización?

Nuevos derechos, nuevos problemas. Y sobre todo, lagunas que terminan resolviéndose en instancias judiciales. Aunque las primeras sentencias en los juzgados de lo social (se han dado a conocer casos en Salamanca y Santander) han dado la razón a las empresas y se han decantado por considerar improcedente el despido, y no nulo, en los casos en los que el bebé aún no ha nacido, una sentencia reciente del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria, una instancia superior, ha considerado justo lo contrario, obligando a una compañía a la recontratación por vulnerar los derechos fundamentales de los trabajadores. Ante la misma, publicada el 17 de junio, cabe recurso de casación al Supremo, que será el que tenga que decidir.

Muchos no lo denuncian. El propio Jon prefiere no hacerlo y pasar página. Lamenta que firmó sin más el despido, sin hacer constar un “no conforme”, pero asegura que no está dispuesto a ocultar entre sus familiares y allegados la “injusticia” de la que cree haber sido víctima.

En Zumarraga, y cara a cara, su relato no ofrece fisuras. Jon e Irene, agarrados de la mano, han decidido contarlo, pero no quieren que se mencione el nombre de la empresa, ni el suyo.

Jon, cuyo nombre real es otro, tiene miedo de quedar señalado, de que se le considere “problemático”, y eso le dificulte encontrar trabajo en otra empresa. Nos pide que no utilicemos sus nombres reales, pero quiere poner su caso en la palestra, para evitar que se repita.

No está afiliado a ningún sindicato. Y en este trance, su único consuelo es saber que su pequeña viene bien. El mismo día que le notificaron el despido, al salir del trabajo y a pocos metros, en el hospital de Zumarraga, la ecografía le daba una “gran noticia”. Todo iba bien. Jon e Irene serán padres próximamente.

No se lo quita de la cabeza: fue “a finales de mayo o principios de junio”, cuando operaban a su padre. Jon era uno más entre la treintena de trabajadores de una pequeña empresa de Zumarraga. Había sido contratado en febrero de este mismo año y estaba “encantado”. Dejó su anterior empresa en Araba ante la oportunidad de trabajar al lado de casa. Ni lo dudó. Menos de cinco minutos a pie desde su casa a su puesto laboral.

Cree que ha pecado de “novato” y asegura que no le va a pasar más. “Yo sentía que tenía que decirlo, que tenía que hacer las cosas bien”, explica sin dudarlo. Pero algo hizo click desde el mismo momento en que anunció su próxima paternidad a los responsables de la firma.

“Es una empresa de trato muy cercano. La gerente suele pasar a hablar con los trabajadores y ese día vino a dónde mí y me preguntó por mis padres, porque estaban enfermos”. Espero que estén bien y todo se arregle, le dijo, pero Jon le avanzó que “no todo no van a ser malas noticias…”. Fue cuando le confesó su próxima paternidad.

“Y a partir de esa fecha, muy poco tiempo después, su actitud cambió hacia mí. Me hablaba lo justo y necesario. Me sorprendió”, relata Jon.

Su pareja Irene también recuerda esos días y mientras habla acaricia el vientre que aloja a su pequeña. “Él estaba preocupado y decía: algo va mal. No le caigo bien o lo que sea, pero algo va mal. Ya no me habla como me hablaba”, recuerda.

Sus sospechas comenzaron a fraguarse el 2 de agosto. “Me iba de vacaciones a las dos de la tarde, estaba de mañana y a la una del mediodía me llama para comunicarme que quiere hablar conmigo. Es cuando me dice que está bajando mi productividad. Y llegados a este punto, que con seis meses desde que empecé en el trabajo, se me puede exigir más”. Su rostro expresa desconcierto mientras lo cuenta.

“Te puedo comprar que algún día haya hecho menos de la media, por averías, cambios de puesto y no conocer las máquinas, por que era nuevo, pero yo no he sido consciente de haber bajado la producción y no lo creo. Pero me fui preocupado, diciéndome a mí mismo: pues lo intentaré hacer mejor”, indicó, intentado explicarse.

Sin tiempo

No tuvo tiempo. El 2 de septiembre regresó al trabajo. Y aquel día observó que se había quedado fuera de la ronda de visita que habitualmente hacía la responsable de la planta entre sus empleados. “Vinimos de vacaciones. Ese día estábamos todos, saludó a todos los compañeros y por mi puesto no se pasó y aquello me mosqueó”.

“Por cierto, no volvió a preguntar por mis padres. Hubo algo”, sospecha y cree que fue su inminente permiso de paternidad: “Eso es lo que creo yo que ha pasado. El lunes 16 me llama y me dice: tenemos que hablar. Voy a poner en marcha el protocolo para rescindir el contrato. Cortó de raíz. Muy altiva, por cierto”, recuerda.

Jon ya se había hecho cargo de la situación. Al día siguiente, se consumó el despido y asegura que la propia gerente le reconoció sus dudas: Es posible que me arrepienta de esta decisión, pero está tomada, me dijo. Les dije que me echan por eso, porque les sale más barato echarme que pagarme. Se quedó callada. Nadie me rebate nada. Pero me voy a la calle. Yo pensé que era una empresa seria. Ya me había hecho a la idea de que había encontrado estabilidad, tenía un contrato indefinido, y de repente, en un día te cambia la vida”.