Una supuesta llamada de Vodafone, un falso mail de la Guardia Civil o un SMS con un enlace a nombre del banco. Detrás de estas comunicaciones se encuentran las temidas ciberestafas, un negocio redondo que utiliza los datos personales como mercancía y que la pandemia propulsó por la digitalización de la sociedad.

Esta actividad criminal, que pone en jaque a todos los ciudadanos casi a diario, acapara en la actualidad casi el 90 por ciento de los delitos informáticos que rastrea la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) de la Policía Nacional, según destaca su inspector jefe Diego Alejandro Palomino.

El perfil de los ladrones de datos sensibles va desde el mal denominado hacker solitario hasta las más sofisticadas organizaciones, pero todos operan como “empresas” ya que, como explica este inspector, suelen reutilizar la información confidencial de sus víctimas para cometer otro tipo de estafas.

Por ejemplo, un ciberestafador puede engañar a una víctima con un whatsapp que incluye un enlace, el cual descarga en el dispositivo un software malicioso que roba datos confidenciales del usuario, entre ellos los de su tarjeta de crédito. Además de poder realizar compras y cargos con ella, hace uso del resto de información personal para crear un perfil falso en Wallapop, donde se enmascara con la identidad de su primera víctima para estafar en la compraventa de productos a otros usuarios.