Epicentro del ociopuenteun buen número de vizcainos que se echaron a las calles para redescubrir la ciudad

La distancia de seguridad y el tiempo necesario para refrescar el gatillo y el sensor de temperatura a las puertas de la titánica construcción dejaron algunas pequeñas colas covid; las mismas que durante otros momentos puntuales de la mañana también se pudieron ver en algunas tiendas de la Gran Vía debido a los aforos máximos fijados para este tipo de superficies. El tiempo primaveral hizo el resto en una jornada de disfrute donde las familias y las cuadrillas de amigos ganaron la partida a la pandemia, tanto al aire libre -en grupos de media docena máximo- como dentro de bares y restaurantes.

Las zonas preferidas de Bilbao para pasear fueron un continuo desfile de mascarillas de todo tipo y condición. La moda también se deja ver en la boca. Concurridas sí, pero con espacio para poder ir con soltura desde la escultura de Oteiza frente al Ayuntamiento hasta el Palacio Euskalduna. La micromovilidad -representada por bicicletas de todos los tamaños y patines de todas los tipos- se hizo fuerte en la capital vizcaina. La agradable temperatura ayudó a que los parques infantiles repartidos por el callejero bilbaino fueran conquistados por los más pequeños de las casas bajo los ojos atentos de padres, madres y abuelos.

Esther y Enrique, apostados en las inmediaciones del Guggi, no perdían de vista a sus nietos que correteaban a saltos de uno a otro juego. “Los padres se han ido a hacer unas compras que tenían atrasadas con esto del covid, y aquí estamos. Menos mal que nos ha salido buen día”, sonreían mientras cerraban sus ojos para mirar al sol.

Así, disfrutando sin prisas de un calor reconstituyente sobre el rostro estaban también Jesús Mari y Cristina, dos vecinos de Santutxu que habían bajado al botxo para “dar una vuelta, tomar algo luego por Ledesma o donde se pueda, con el hijo que anda por ahí con los amigos, y airearnos; que falta nos hace”.

Ocio y compras

Y es que las zonas de bares volvieron a demostrar su capacidad de atracción -fatal para algunos grupos de amigos durante el tardeo- en la socialización. Las siete calles rebosaban de actividad a diestro y siniestro y se abrían ágiles, sin aglomeraciones ni tapones, a una Plaza Nueva soberbia pero no endiosada: terrazas llenas a la hora del vermú pero con huecos suficientes en el murete de piedra para sentarse y charlar.

Lorea y una amiga, de Laudio ambas, se dedicaban a husmear en sus teléfonos móviles cada vez que intercalaban alguna frase. “Somos muy de hablar, pero es que justo ahora estamos quedando con otras amigas para la tarde”, telegrafiaban.

Entre sus piernas un amasijo de bolsas que delataban el motivo de su viaje a la capital vizcaina: compras. El remate final de las rebajas y las ganas de volver a pisar Bilbao compartieron protagonismo en las explicaciones de este dúo de amigas. No fueron las únicas personas que aprovecharon la mañana y la tarde de ayer para acercarse hasta el botxo y gastar dinero en tiendas de ropa y comercios de todo tipo, como una de las heladerías apostada a medio camino de la Gran Vía bilbaina que ayer vendió también sonrisas a niños y adultos, a la vista de todos cuando desenfundaban sus mascarillas.