Faltan apenas dos semanas para el inicio del curso en medio de un repunte de la pandemia. ¿Cómo ve la vuelta al cole?

—Hay una cosa en la que no hay discusión entre gobiernos y expertos, el alumnado tiene que volver a la escuela presencial después de cinco meses fuera de ella. Hay estudios que indican que, en un verano normal, cierto alumnado retrocede; imagínese cuál puede ser la situación ahora. Todos los países europeos han comenzado a trabajar en función de la situación que tienen, desde Finlandia y Dinamarca a Alemania, donde han tenido algún rebrote.

Euskadi mira de reojo a Alemania y ¿usted?

Yo destacaría el caso de Portugal, que lo tenemos como modelo porque ha subido en PISA, han conseguido que la educación sea una cuestión de Estado y es un gobierno de izquierdas. ¿Y cómo han preparado los lusos el curso?

—Con menos vacaciones de verano y con un profesorado a tope, todo el tiempo que es necesario en las escuelas.

¿Estamos preparados para garantizar una vuelta presencial segura?

—La duda no es si volvemos, sino cómo volvemos. Hay una cosa que a mi juicio es fundamental en el comienzo del curso y es garantizar la máxima seguridad para el alumnado, pero también para el profesorado, siendo conscientes de que el riesgo cero no existe. Riesgo de contagio va a haber siempre, el mismo riesgo que existe en las terrazas, en la playa, en los parques... aunque más limitado con la distancia de seguridad y las mascarillas.

¿Qué medidas se precisan?

—Eso le corresponde decirlo a Sanidad y al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales. Pero se precisan grupos de estudiantes estancos, mascarillas, geles, extremar la limpieza y la ventilación, tal y como se recoge en el protocolo de junio que ahora se está revisando para adaptarlo al nuevo escenario epidemiológico.

A día de hoy los centros no saben cómo actuar en caso de que se produzca un contagio.

—Se habla de que se aislarán los posibles casos en una sala y se está trabajando en el protocolo de actuación concreto para el rastreo y poner en cuarentena a los contactos más estrechos. Pero las dudas están. ¿Por qué no se hacen pruebas PCR al profesorado o al más vulnerable? ¿Qué pasa con el grupo donde se detecta un positivo? ¿Qué ocurre con los niños que tienen que hacer cuarentena en casa y cuyos padres realizan un trabajo fundamental, como el repartidor, la tendera, la cajera de supermercado y que en su mayoría llevan a sus hijos a la red pública?

El problema de conciliación es evidente. Y más con la jornada continua en ESO y sin extraescolares a la vista.

—Así es, pero ¿es un problema que corresponde gestionar al Departamento de Educación? Señores, hablemos claro, si se cae la escuela se cae todo lo que la rodea: la conciliación, el trabajo, la economía, todo se nos mueve bajo los pies. Tendremos que pensar, mucha gente de todos los ámbitos, desde el Gobierno a las empresas, qué podemos hacer. Esto es una trainera en la que todos tenemos que remar en la misma dirección. Esto es un estado de emergencia que yo, con mis 73 años, no he vivido nunca y que es tan nuevo para mí como para ti o para cualquier otra persona. La cuestión es cómo garantizamos como sociedad el derecho a la salud y el derecho a la educación.

¿Se ha vuelto a improvisar o es imposible planificar con un escenario tan complejo?

—El 27 de mayo la Comisión Permanente del Consejo Escolar de Euskadi recomendó que la preparación, planificación y organización del curso 2020-21 se realizase antes de las vacaciones de verano, como respuesta a los distintos escenarios que pudieran presentarse, que evitase improvisaciones y garantizase una correcta atención al alumnado. Nosotros somos un órgano consultivo y asesor pero no tenemos ningún poder para mandar, para eso está el Departamento de Educación y las direcciones de los centros.

¿En qué medida se ha cumplido la recomendación que realizó el Consejo Escolar de Euskadi?

—En cierto modo, no todo es blanco o negro, la verdad está en los matices. Ha habido centros que en julio dejaron bastante encauzada la organización del nuevo curso en base al protocolo de junio y ahora están a la espera de los cambios de última hora. Otros están en ello. En mayo también dijimos que para abordar con éxito una situación tan compleja como la que se pueda presentar, el Departamento de Educación debía liderar el proceso y en junio mandó el protocolo que ahora se está revisando y creo que se volverá a presentar esta misma semana.

La ausencia de información oficial ha disparado la inquietud en parte de la comunidad educativa. ¿Le consta que Educación y Salud están en ello?

—Sí, están en ello con Riesgos Laborales. Pero, ¿sabe lo que pasa? Que hay que entenderlo en su contexto. El Departamento tiene que definir el marco general -medidas de limpieza, agrupamientos, máscaras, horarios, etc.-, pero luego cada centro tiene la responsabilidad de adaptar este marco a su realidad con el alumnado, las instalaciones y el profesorado que tiene. Y ahí es donde los equipos directivos y profesorado tienen la última palabra porque el papel lo aguanta todo.

Los sindicatos piden bajar la ratio de alumnos por aula y contratar a miles de docentes para que la vuelta al cole sea segura. Educación, por contra, defiende dar recursos a los que verdaderamente tienen necesidades y que han cuantificado en medio centenar de centros que tienen una ratio superior a la media vasca. Todo un dilema.

—Entiendo el planteamiento de Educación. Hemos discutido mucho sobre esta cuestión en la permanente del Consejo y llegamos a una conclusión. Ante la gravedad de la situación económica y social, el Consejo Escolar de Euskadi hizo un llamamiento a la solidaridad, a la responsabilidad y a la generosidad de toda la comunidad educativa y de la Administración para que se tomen todas las medidas organizativas necesarias con el fin de optimizar e incrementar todos los recursos. Fíjese que antes de hablar de incrementar los recursos hablamos de optimizar.

¿Qué quieren decir con ello?

Estamos ante una realidad completamente nueva. No se trata de desdoblar clases y contratar a miles de profesores para que se sigan haciendo las mismas cosas en las escuelas que se han hecho hasta ahora. No, usted perdone. Estamos en una situación diferente y muy difícil que requiere de una normalidad diferente, no me gusta el concepto de nueva normalidad.

¿Cuáles deberían ser las claves de esa "normalidad diferente" del nuevo curso?

—Primero, saber cómo están psicológicamente los estudiantes, cómo lo han pasado, con qué carencias llegan. Primero la persona y el cuidado. Siguiente, el euskera. ¿Qué pasa con el alumnado que no ha escuchado una sola palabra en euskera en su entorno los últimos seis meses cuando la inmensa mayoría estudia en modelos euskaldunes? Y tercero, preparar, adiestrar al alumnado para el aprendizaje on line.

Habla de optimizar recursos e implicación del profesorado. ¿No cree para que los docentes den el 200% y se comprometan en este reto colectivo deberían tener un mínimo de la certidumbre que les ha faltado los últimos seis meses de órdenes cambiantes, incluso contradictorias?

—Estoy de acuerdo, pero hay que pasar de la queja a la transformación. La cuestión no es cómo hemos llegado hasta aquí, sino cómo salimos de aquí todos juntos y sin dejar a nadie por el camino. Hay que pasar de las protestas a las propuestas.

Para proponer el que decide tiene que estar dispuesto a escuchar. Y hay un hecho, en el Estado español la educación está concebida como una organización vertical, que va de arriba abajo, propia de un sistema funcionarial. Y para que los profesores transformen, primero tendrían que saber a qué atenerse a partir del 7 de septiembre, ¿no cree?

—Me encantaría decirle que sí, pero la situación exige saber vivir en la incertidumbre. Es verdad que todo funciona mejor cuando los canales de información fluyen, cuando puedo expresar lo que pienso y obtengo un feedback. Pero hay distintos niveles de decisión. A Educación le corresponden unas cosas, como generar un marco de normas, orientaciones claras, porque si no esto es una locura, protocolos de seguridad, etcétera. En el segundo nivel de decisión están los centros, es decir, el equipo directivo, el profesorado y las familias. Estos son los que tienen que hacer su plan de contingencia, la organización de los equipos y horarios contando con los recursos de los que disponen teniendo en cuenta la problemática de su alumnado€ Lo ideal sería que los centros tuvieran un feedback, a través de Inspección y de los servicios de apoyo, para tener cierta certidumbre dentro de la gran incertidumbre en la que nos movemos. Y hay un tercer nivel de responsabilidad que es el del profesor en su aula. Es un campo de responsabilidades compartidas.

¿Cómo ve septiembre?

—Va a ser un mes de ensayo-error para todo el mundo. Estamos en un estado de emergencia, estamos para arrimar el hombro y para ver cómo salimos de esta todos juntos, cada uno con su parcela de responsabilidad. Si no se entiende esto, el curso se volverá a perder. Creo que el ruido mediático, que es terrible, no ayuda. Creo que se está generando una ola de miedo ante la vuelta a clase que me preocupa porque la educación es un servicio esencial para garantizar un derecho fundamental. Nos jugamos el todo como sociedad y la vuelta a clase no es un tema que competa solo a Educación sino a muchos otros estamentos, como las empresas, facilitando la conciliación y el teletrabajo.

¿Entonces?

—No hay que repetir practicas de antes, hay que mirar de otra manera porque se han roto los marcos de referencia. Y en esto los centros tienen un papel fundamental.

Los sindicatos opinan que el Departamento de Educación hace "dejación de sus funciones" depositando la responsabilidad de la gestión de la crisis en los centros. ¿Es así?

—En absoluto, no comparto esa opinión. Creo que esto es un problema que compete a todo el mundo y a todos los agentes.

Uno de los problemas que quedaron en evidencia el curso pasado es la brecha digital del alumnado más vulnerable. ¿Se han tomado las medidas para garantizar que todo el alumnado tenga un ordenador y wifi en su casa para seguir el curso al mismo ritmo que sus compañeros?

—Sé que se ha hecho una inversión potente para la adquisición de 6.000 ordenadores y que cada profesor tendrá un ordenador. Espero, por tanto, que este curso ningún niño o niña se quede atrás por no tener un ordenador. Ahora bien, así y todo, puede haber casos extremos de vulnerabilidad ante los que se deba actuar de forma particular porque hay chavales que necesitan menos la presencialidad y chavales para los que la escuela lo es todo por la situación familiar en la que se mueven. La equidad en el papel está muy bien, pero la equidad ejercida es la de cada profesor en su aula. Ahora tienen que estar más atentos que nunca a las necesidades y pedir los recursos que puede necesitar. Y sí, los recursos son necesarios, pero primero optimizamos lo que tenemos y sacamos el máximo partido a lo que ya tenemos, que es mucho. A veces los recursos no tienen por qué ser más profesorado, puede ser gente de apoyo, gente en prácticas, instalaciones municipales...

¿Y qué opina de las PCR?

—Creo que todos los que trabajen en un centro tienen que tener una PCR hecha y estar sanos. Creo que se debería hacer PCR a todo el profesorado, en la medida que se pueda, sobre todo a las personas de riesgo. Sí, creo que sería necesario porque es una manera para garantizar que los profesores no van a transmitir el virus. Y hay que plantearse nuevos espacios, organización para que pasen menos profesores por las clases y hacer grupos estancos.

Salvo que el viernes la consejera diga lo contrario, Euskadi empezará las clases presencialmente. Pero no es descabellado prever que se pasará a la educación mixta si empeora la pandemia. ¿Se ha hecho lo posible para que el profesorado pueda trabajar en el contexto 'on line'?

—Vamos a ver. En mayo propusimos que se dedicara julio a hacer la formación digital porque hay profesorado muy preparado y otro al que le ha pillado a contrapelo.

No le voy a pedir una receta mágica porque dudo que la haya. Pero si estuviera en su mano ¿qué haría en septiembre?

—Empezar presencialmente, sin duda. Medidas sanitarias rigurosas, hay que dedicar un tiempo en septiembre a educar al alumnado en rutinas para el cuidado propio y ajeno: distancia interpersonal, limpieza propia, mis manos, mi mascarilla, el pupitre y el baño limpio para el que venga. Nuestros niños no tienen criadas en casa, ¿no?. Hay que enseñarles a que lo hagan en casa, en clase y donde vayan. Es fundamental acoger emocionalmente al alumnado y prepararlo de forma intensiva para el aprendizaje on line Esto puede ser dentro y fuera de la escuela porque una parte puede ser presencial y otra, por ejemplo, on line o en la biblioteca del pueblo para que los padres puedan ir a trabajar.

¿Se deja algo en el tintero?

—El profesorado tiene que estar en el centro todo el tiempo que sea necesario y hacer todo lo que haga falta para salir de esta. Que no se nos caigan los anillos por ponernos una mascarilla, usar gel o enseñar a los chavales que tienen que limpiar su mesa, porque eso es educar para la vida. Comunicación, tiene que ser fluida y trasparente, tanto por parte de la Administración como en el propio centro y con las familias, esto es una nueva forma de gobernanza y hay que entrenarla. La Administración tiene que dar orientaciones claras de lo que es común. Y desde luego la Inspección y los servicios de apoyo deben ayudar a los centros en lo que necesiten para dar cierta seguridad entre tanta incertidumbre.

"El problema no se resuelve con desdoblar clases y contratar a miles de profesores para hacer las mismas cosas que se hacían antes "

"Es una emergencia, estamos para arrimar el hombro y para ver cómo salimos de esta todos juntos, cada uno con su parcela de responsabilidad"

"Los que trabajen en un centro tienen que tener una PCR hecha y estar sanos; es una manera para garantizar que los profesores no van a contagiar"