ARA todo el mundo ha quedado como un icono la Torre de Pisa, tan esbelta como inclinada. Pero hay más. En la ciudad rusa de Nevyansk, por ejemplo, hay un campanario de más de 57 metros de altura que también se asoma al suelo peligrosamente. En Suurhusen, una localidad alemana, hay una capilla de la Iglesia reformista que se ladea tanto que para entrar sin darte con el marco de la puerta tienes que girar la cabeza como la difunta madre del rey emérito. También son muy retorcidos, a veces, los caminos del señor. Las piernas de Rivaldo también están torcidas de tanto gambetear. Pero no hay nada tan torcido en este mundo como el día que tuvo ayer mi hijo Lur.

Amaneció puñetero. Como otras tantas veces. Desde primera hora ya empezó a discutir por el canal de dibujos que quería ver. Cómo no, no coincidía con el que estaba viendo su hermana, que se había levantado de la cama antes que él. Luego que si no quiero cereales, tampoco galletas de chocolate. Quiero bizcochitos. Y, finalmente, galletas también. Torcido.

Quisimos hacer algo divertido toda la familia y se nos ocurrió grabar un playback para un videoclip. La idea estaba bien, porque gastamos un rato preparando el look para cada uno. Que si esta falda, esta peluca, un sombrero por aquí… Lur quiso grabar el vídeo con el uniforme del Athletic. Si algo hemos aprendido con el confinamiento es que lo que no consigas con una discusión de un minuto ya no lo vas a conseguir. Así que mientras yo estaba vestido como una Nancy Rubia, Lur le pegaba a los timbales con la planta de un medio centro.

¿Qué instrumento vamos a utilizar cada uno en el vídeo? Yo, una guitarra; la otra, una trompeta… Lur quería el ukelele de su hermana. Otra bronca. Al final Malen accedió a dejarle la guitarrita y ella decidió ser la cantante del grupo. Parecía que habíamos apagado ya todos los fuegos, pero no. Tras media hora montando un trípode para el teléfono móvil con todo tipo de artilugios, llegó el momento de pulsar el botón de grabar. ¿Dónde está Lur? Estaba en el sofá, con el chupete en la boca y acariciándose la oreja. “Lur, tenemos que grabar”. ¡No! Al final, ni con ropa del Athletic, ni con los timbales, ni con la guitarrita ni con nada. Y terminamos grabando el vídeo sin el niño torcido de las narices.

Ayer me tocó acercarme a la redacción, pero antes de partir me tocó torear con una treta más. Lur quería el robot de los PJ Mask, unos dibujos animados. Yo desconocía que los pijaplastas tenían un robot, pero me metí en Internet para comprobarlo. Y sí que lo tienen. Y también lo venden, por 90 lereles. Así que le expliqué a Lur que no podía tener el robot de los PJ Mask, pero sí un relojito de los mismos dibujos. El niño no sabe hablar, pero cuando le interesa es capaz de decir “kero robó pijamás” cincuenta veces en un minuto. Así que irme a trabajar me dio la oportunidad de alejarme unas horas del niño torcido.

Durante la tarde me tocó lidiar en el trabajo con otra mucha gente torcida, la verdad, pero me libré de ver a Lur saltando en el sofá al grito de “no soy Lur, soy Gatuno, no voy a la cama”. ¿Cómo se endereza un niño? Porque supongo que todavía estoy a tiempo. Voy a empezar por reducir el chocolate. Todo para mí.