Madrid - Rico en células madre sanguíneas, el cordón umbilical se ha convertido, desde los años 90, en un preciado bien para tratar patologías graves como la leucemia, pero también ha abierto el debate sobre su conservación en bancos privados o su donación al sistema público. Cualquier embarazada mayor de edad con una gestación normal y un parto sin complicaciones puede ser donante. Las células madre sanguíneas son las encargadas de renovar los glóbulos rojos, los blancos y las plaquetas y su principal utilidad son los trasplantes, especialmente en niños, ante enfermedades congénitas y de la médula ósea.

Tal y como explica el director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Rafael Matesanz, una de las principales ventajas de la sangre del cordón umbilical es que no es necesaria una similitud tan alta entre donante y receptor como la que se requiere en el caso del trasplante de médula. También Luis Madero, jefe de Oncohematología del Hospital Niño Jesús de Madrid, opina que la sangre del cordón para paciente pediátrico es una opción de tratamiento “más que favorable” debido, además, a que al tratarse de niños no es necesario que el cordón tenga una celularidad muy alta.

Y a pesar de esto, y de que la legislación ofrece todas las opciones (desde donarlo a un banco público, hasta enviarlo a uno privado dentro o fuera de España) lo más frecuente a día de hoy es que la sangre del cordón sea desechada. Es en este escenario donde entran en juego empresas que se encargan de conservarla en bancos privados, la mayoría fuera de España, ya que la legislación establece que cualquier muestra que se guarde en territorio nacional entra dentro del pool de las 650.000 unidades de sangre disponible, a nivel mundial, para cualquier enfermo.

Sin embargo, la ONT desaconseja el almacenamiento en bancos autólogos y recomienda la donación pública. En el mismo sentido se pronuncia Marta Torrabadella, directora del Comité de Acreditación de Transfusión Sanguínea. “La sangre de cordón es útil para curar enfermedades como la leucemia y esta, en los primeros años de vida, tiene siempre un origen genético. Volver a poner la misma sangre que ya ha caído enferma no tiene la misma potencia que poner la de un donante sano compatible”, explica.