- Unos imanes que sobresalían de una bolsa de deporte que estaba en el suelo llamaron la atención del joven José María Piris Carballo cuando jugaba con dos amigos en Azkoitia el 29 de marzo de 1980. Al acercarse, la bomba que contenía el paquete estalló y mató al instante al pequeño de 13 años. Piris, que falleció al activar el artefacto que inicialmente estaba destinado a segar la vida de un miembro de la Guardia Civil, fue el primer niño de los 22 que asesinó la organización armada a lo largo de su historia.

Hoy se cumplen 40 años de este asesinato, aunque la pandemia de coronavirus que ha confinado a la población en sus casas hace imposible cualquier homenaje o recuerdo público de quien inauguró la lista de menores asesinados por ETA, que cuenta con más de una veintena de fallecidos en su listado, entre los que se encuentran los cuatro que perdieron la vida en el atentado de Hipercor en 1987 en Barcelona y los cinco de la casa cuartel de Vic en 1991, también en la provincia barcelonesa. El último de los denominados ataúdes blancos de la banda fue el de Silvia Martínez, de 6 años de edad, que murió en el atentado en la casa cuartel de Santa Pola (Alicante) el 4 de agosto de 2002.

El día del atentado, Piris volvía de un partido de fútbol junto con sus amigos Fernando García López y Jesús María Vega en el coche de su padre, que se prestó a dejar a los niños en sus respectivas casas. Según relató después el propio García López, mientras el progenitor aparcaba el vehículo en una calle de la localidad guipuzcoana los tres chavales salieron al exterior a jugar. Y fue en ese momento cuando la bolsa con los imanes despertó la curiosidad de Piris.

Aunque se desconoce exactamente lo que pasó, si el pequeño llegó o no a dar una patada al paquete -del que al parecer sobresalían algunos componentes del explosivo y que pudo llamar su atención-, la bomba que contenía la bolsa mató en el acto al pequeño. Su amigo Fernando García López, de 12 años, resultó gravemente herido con traumatismo facial y torácico, aunque logró salvar la vida tras pasar 22 días en la UCI. Las secuelas del atentado las padece cuatro décadas después, ya que las lesiones en los ojos le produjeron un desprendimiento de retina que le ha anulado la visión de uno de ellos. El hermano de Piris recogió el pasado año la gran cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil de manos del ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska.

La bomba había sido colocada inicialmente por un comando de ETA en los bajos del coche de un guardia civil para que explotara al ponerse en marcha, pero el artefacto se cayó y quedó en el suelo sin que el agente se diera cuenta y quedó abandonado en la calle. En el asesinato participaron Jon Agirre Agiriano, José Gabriel Urizar Murgoitio, Francisco Fernando Martín y Jesús María Zabarte, conocido como el carnicero de Mondragón. Todos los miembros de este comando se encuentran ya en libertad tras cumplir sus respectivas condenas de cárcel.

Los tres primeros se trasladaron a Azkoitia la noche del 28 al 29 de marzo y colocaron el explosivo en el vehículo del guardia civil, según consta en la sentencia de la Audiencia Nacional por la que Urizar fue condenado a 30 años de prisión. Urizar fue uno de los beneficiados por la anulación de la retroactividad de la doctrina Parot por parte del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y salió de la cárcel el 14 de enero de 2014 tras pasar casi 29 años en prisión.

Un mes y medio antes lo había hecho Jesús María Zabarte, que salió del penal de Jaén tras pasar mas de 28 años entre rejas por su implicación en 20 atentados y 17 asesinatos de la organización armada. Zabarte, que aseguró en una entrevista ese mismo año que "no había asesinado a nadie sino que había ejecutado", lo que le valió una denuncia en la Audiencia Nacional, estaba entre el grupo de personas que se subió al escenario del acto central del desarme de ETA celebrado en Baiona el 8 de abril de 2017.

El caso de Jon Agirre Agiriano es el contrario del de sus tres compañeros de comando, ya que su salida estaba fijada para 2006 pero fue precisamente la doctrina Parot la que la aplazó hasta 2011. De este modo, abandonó la prisión de Basauri tras cumplir el máximo de pena de 30 años. Había sido trasladado al penal vizcaino por sufrir una enfermedad incurable, artrosis general.