EL sonido de las aspas de helicóptero es una constante desde hace varios días en Irun y Hondarribia. El ruido ha acabado por acoplarse a la rutina diaria de los habitantes de la comarca del Bidasoa. Si el pasado martes el aterrizaje del Boeing C-17 Globremaster norteamericano asustó a decenas de personas por el estruendo causado, la parafernalia militar que rodea la seguridad del G7 ha comenzado a normalizarse. Los drones, los coches de policía, los controles militares, los perros adiestrados, la presencia de agentes armados en las calles y las constantes molestias que genera la cumbre ya no sorprenden a casi nadie.

La situación se viene repitiendo desde comienzos de semana y, entre los atascos sufridos días atrás y los constantes mensajes de las instituciones pidiendo evitar transitar por la zona, lo cierto es que la muga parecía ayer, la víspera del comienzo de la cumbre, un espacio fantasma. Fiel reflejo de esta tranquilidad era la calle San Pedro de Hondarribia, principal arteria turística del municipio. En la hora del aperitivo, ninguna terraza estaba completa y los camareros aguardaban con paciencia la llegada de clientes. “¡Parece mentira que estemos en agosto!”, se quejó uno de los del bar Lekuona.

La calma era también manifiesta en el paseo Butrón. A pleno mediodía y con los termómetros superando los 30 grados, la calle permanecía prácticamente desierta. El parking, habitualmente colapsado en esta época del año, presentaba en cambio un buen número de plazas libres.

En Hendaia, el panorama no variaba. El boulevard estaba semidesierto y la marea baja evidenciaba una situación anómala, con una completa ausencia de turistas, escena que de vez en cuando rompían sombrillas aisladas colocadas en la arena. Una situación nada halagüeña para los restaurantes y establecimientos de la zona, que contemplaban con resignación sus terrazas vacías. Una clienta interrumpía el obligado descanso de Sophie en uno de los chiringuitos situados a pie de playa para comprar una botella de agua con la que sofocar el calor. Es la primera venta en mucho rato. “Llevamos varios días así”, lamenta.

El paseo continúa pero la situación no varía. En Hendaia, por no verse, no se ven ni patrullas policiales, al menos no fuera de los controles que se llevan a cabo en el puerto. Solo una patrullera de la Policía Nacional rompe el paisaje en medio del mar.

Pero como todo, hay quien saca la parte positiva de la situación. “Venir a la playa de Hendaia sin nada de cola y con sitio para aparcar de sobra, bendita paranoia colectiva”, se congratuló Rafa Herrero, llegado desde Irun con intención de pasar el día en el arenal labortano.

Cerrado hasta el lunes Al otro lado de la muga, el nerviosismo era mayor. La manifestación de hoy concluye en Ficoba y en la zona del puente de Santiago los comerciantes no quieren tomar riesgos, así que han decidido echar la persiana hasta el lunes. Algunos, además, aseguran sus escaparates con placas de madera, para evitar daños si hay incidentes.

Es el caso de Gemma Idigoras, del Arca de Noé, que se mostró indignada con la situación. “Tres familias vivimos de esta tienda y nos obligan a cerrar cuatro días en agosto porque a alguien se le ha ocurrido organizar el G7 en Biarritz. ¿Por qué no se van a una isla del Pacífico?”, planteó, y cifró las pérdidas por el bajón de visitantes entre 10.000 y 15.000 euros.

En el centro de Irun también se percibe un importante descenso en el volumen de las ventas estivales. Se da la circunstancia de que el G7 se celebra en una de las semanas de más trabajo para los comerciantes, ya que por aquí pasan todos los franceses que vuelven a Burdeos, París o Toulouse tras sus vacaciones. Vinoteca Mendibil es uno de los comercios afectados. Solo cuatro clientes pasaron ayer por el establecimiento. Calculan que han facturado un 40% menos que en la misma semana de 2018.