No han transcurrido ni quince días desde que una ufana Idoia Mendia afirmara que la legislatura del Parlamento Vasco, que es la que ahora nos ocupa, se iba a agotar sin el más mínimo género de dudas. Pues bien, han bastado unas pocas palabras por parte del portavoz del Gobierno vasco para que nadie se acuerde ya de lo que decía Mendia y lo que es peor para ella, importe.

Decía Josu Erkoreka en una entrevista radiofónica que una vez finalizado el ciclo electoral actual -generales, forales y europeas- el gobierno estudiaría el panorama y sería entonces cuando decidiría si agotar la legislatura o no. A lo que podía haber añadido tranquilamente y con el mismo grado de trascendencia, que según vayan viendo si son capaces de sacar adelante su calendario legislativo decidirán si adelantar las elecciones o no.

Sin embargo, unas declaraciones que vagamente superaban la cortesía de responder a la pregunta aún sin decir nada han supuesto un pequeño tsunami en Euskadi. Hasta tal punto que el propio lehendakari, poco dado a hablar fuera del atril, tuvo que salir al paso para afirmar que, de momento, no estaba pensando en un adelanto electoral.

Cabe suponer que tras el desmarque de Iñigo Urkullu las aguas vuelvan a su cauce y los titulares vuelvan a concentrarse en las declaraciones más, menos o profundamente desafortunadas de los candidatos y candidatas al Congreso y Senado, pero no podemos perder de vista que tanto en las respuestas de Erkoreka como en las del lehendakari y sobre todo en las del presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar, que hablaba de “tridente” en referencia a PP, EH Bildu y Podemos, se desliza un aviso a navegantes que la oposición no debería ignorar aunque no fuera más que para reajustar sus estrategias si lo consideran necesario.

Cuando un partido de gobierno no afirma tajantemente que su objetivo es agotar la legislatura y empieza a amenazar, aunque sea veladamente, con un posible adelanto electoral si la oposición no deja de ejercer como tal, malo. Malo para la ciudadanía porque un adelanto electoral supone la inacción del poder legislativo aproximadamente durante un año y en los momentos de desaceleración económica que vivimos no parece que sea la mejor de las alternativas; y malo también para la oposición si, como ha ocurrido en este caso, se les ven temblar las canillas.

Parece fácil jugar a adivino y descartar un adelanto electoral a mayo en contra de lo que sugería José Antonio Pastor subido a la ola de las encuestas de Sánchez, en primer lugar, porque el PNV sabe mejor que nadie que las elecciones de abril no son su termómetro electoral más preciso y sería asumir un riesgo innecesario ir a unas elecciones en mayo sin conocer su verdadero músculo electoral.

Pero es que, además, puede ocurrir que el PNV no requiera de unas elecciones autonómicas para gobernar de manera cómoda porque el resultado de las generales le traiga nuevos socios en el Parlamento Vasco que ahora parecen impensables como Elkarrekin Podemos, por ejemplo, que por mor de la necesidad de un eventual vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias puede verse en la tesitura de tener que pasar de la oposición a la asociación con el gobierno.

Así pues, habrá que esperar a qué es lo que nos deparan los resultados electorales de abril primero y de mayo después para tener un mapa más o menos preciso de la realidad política vasca y como decía Erkoreka, será entonces cuando el Gobierno vasco decida si adelantar las elecciones o no.

Aunque si la actual oposición lo sigue siendo, y el PNV y el PSE obtienen unos resultados parecidos a los de las encuestas y se ven obligados a prorrogar de nuevo las Cuentas públicas, no parece descartable un adelanto a otoño de 2019 porque, por más que se diga que las prórrogas presupuestarias no son un inconveniente, lo son y mucho según en qué Departamentos y según en qué capítulos.