STABA alojado en casa de Pete Cenarrusa, en Boise, elaborando el cuarto memorial sobre el conflicto político vasco que presentamos en la cámara de representantes de Idaho. Era cerca de la medianoche de un día de invierno de 2011. Había sido una larga jornada de trabajo, y por fin nos sentábamos. Al hacerlo algo nos pinchó la espalda. Retiramos el cojín y allí había un manuscrito, con tapas muy duras. Pete me dijo, “léelo y mañana por la mañana hablamos”. Se titulaba The Day Gernika Was Bombed. Apenas pude dormir. Era sorprendente, un total de 129 entrevistas a supervivientes del bombardeo, muchos de ellos implicados en las tareas de socorro y, posteriormente, de recuperación, identificación y traslado de los restos de las víctimas del bombardeo.

A las cinco bajó Pete a desayunar, y me contó la historia de aquel manuscrito que permanecía inédito. Pregunté por el autor y, sin mediar palabra, Pete tomó el teléfono y me puso con él. Mi primera conversación con Egurtxiki fue extraordinariamente corta: “Te espero en mi casa de Arizona mañana por la mañana” -me dijo-. “Dejaré la puerta abierta. Entra en la tercera habitación por la izquierda y acomódate. Tengo un rottweiler, pero no te morderá”. Y así aterricé en la Arizona profunda.

Durante tres días observamos un riguroso ritual: a las 3.30 de la madrugada, Rancho de los Caballeros a recoger pelotas de golf perdidas entre zarzas y cactus -y más de un escorpión de los que según él no picaban- para entregarlas a una obra benéfica. A las 7am, desayuno opíparo en Cowboy Cookin a base de diez onzas de costillas a la brasa con alubias, patatas asadas y huevos fritos; y paseo de cinco horas por el desierto. Almuerzo a las 4.30pm con la encantadora Sophie Echeverria, autora del libro En caso de duda, pisa el acelerador... y a la cama a la 5.30. Durante tres días no hablamos de Gernika. Ni una palabra. Al cuarto día decidió que era merecedor de su confianza, y que publicaríamos su manuscrito en Gernika.

Entonces tenía 82 años, y una historia que contar.

Aprendizaje del euskara

Muchos de sus amigos de juventud eran inmigrantes vascos y en 1966 decidió aprender euskara. Marchó al monte con un grupo de pastores del norte de Idaho que no hablaban inglés. Allí, tras varios meses en los montes de Ketchum, Basilio Iriondo lo bautizó “Egurtxiki” (traducción literal de Smallwood). Aprendió euskara fonéticamente, trasladando sonidos que tenían significación en inglés (como en “Are + dough + Bee” = “eres pan de abeja”, la imagen mental para pedir dos txikitos o “ardo bi”). Un método que él inventó y, hasta donde yo sé, solo él desarrolló. Tras varios años, en 1970 se apuntó al curso de lengua y cultura vascas del Centro de Estudios Vascos de Reno que se impartía en Uztaritze porque algunos de los profesores, como Jon Bilbao, estaban exilados y no podían impartir clases en Hegoalde. Tras un curso de dos meses, decidió ir a Gernika para practicar euskara. Pidió que le enviaran un Triumph Spitfire descapotable de dos plazas desde Londres. Y así hizo el viaje a Gernika, y posteriormente de Gernika a París.

Política en Gernika, tema tabú

Rápidamente hizo amigos entre los “amerikanuak” del Arrien. Un día de resaca, decidió subir a Lumo de madrugada. Cuando amanecía, en la curva de Cuatro Bancos, se detuvo un instante a contemplar Gernika desde arriba y observó que el color de las tejas de las casas del centro de la villa era mucho más vivo que el de las casas del extrarradio y pensó, “aquellas deben ser las casas destruidas en el bombardeo”. Bajó a Gernika emocionado y entró en una de las tabernas habituales de la calle Juan Calzada, cuyo dueño había hecho las Américas. Egurtxiki preguntó al barman -a quien conocía- sobre el bombardeo. Este cambió completamente de talante y con un gesto de reprobación se alejó de él sin decir palabra, mientras cortaba limones para ese lunes, día de mercado. Cuando fue a pagar, el barman le dijo en un inglés roto que no hablara de política en Gernika, que más de uno había sido castigado por hacerlo. Y lo echó del bar.

Aquello le hirió de tal modo que se propuso escribir un libro sobre el bombardeo: “Ahora más que nunca quiero aprender euskara para saber lo que ocurrió el 26 de abril de 1937”, se dijo a sí mismo. Todos los que lo conocimos sabemos que era un hombre directo, eficiente y extraordinariamente tozudo: Volvió a Ketchum, perfeccionó su euskara y regresó a Euskadi en septiembre de 1971. Esta vez viajó con su hijo de 15 años a Múnich, donde compró un BMW que condujo hasta Gernika. Se albergó en el Arrien y hasta abril de 1972 Maria Angeles Aingerua

El 22 de marzo llegó a Gernika el hijo de Pete, Joe Cenarrusa, y su esposa, que visitaban la villa de luna de miel. A través de ellos contactó el 27 de marzo con Jon Oñatibia a quien confesó la razón de ser de su viaje: Escribir la verdad sobre el bombardeo de Gernika. Oñatibia le dijo sin rodeos: “Si Jose Antonio Arana te invita a visitar su biblioteca, estás dentro [de la resistencia]”. Y Arana lo invitó a su casa y lo puso en contacto con el comandante del Batallón Loiola Jon Beiztegi, con quien se citó frente al Teatro Arriaga de Bilbao el 5 de abril de 1972. Beiztegi, de las bicicletas BH, tenía una tienda allí cerca. Egurtxiki se dirigió a aquel en euskara pero el comandante le dijo con el ceño fruncido, “Speak to me in English!”; era más seguro. A partir del 5 de abril comenzó a hacer entrevistas en diversos puntos de Euskadi.

Encuentros discretos

A fin de evitar represalias, Egurtxiki se reunía con los entrevistados sin saber su nombre real, la mayor parte de las veces acompañado por el propio Beiztegi o algún otro miembro de la resistencia. Las entrevistas no tenían lugar en las casas de los entrevistados sino en lugar ajenos a aquellos para no dejar rastro. El entrevistado adoptaba un pseudónimo y la transcripción de la entrevista era enviada a Baiona a través de los correos de la resistencia. Tan solo cuando Egurtxiki retornó a Ketchum le enviaron la relación de los nombres reales de las personas que había entrevistado.

Beiztegi, con quien trabó una buena amistad, lo invitó a una comida de los antiguos gudaris del batallón Loiola el primero de mayo de 1972. Allí conoció a Kaxtor Amunarriz y a Sabin Apraiz, entre tantos otros. Se reunió con Ramon Sota y Martin Ugalde y estos le pusieron en contacto con Joseba Elosegi, Alberto Onaindia y el lehendakari Leizaola, a quienes entrevistó en París el 14 de julio. El 15 de julio, también en París, entrevistó a Faustino Basurde Pastor. En total realizó 78 entrevistas mientras Basabe le daba clases de euskara en Gernika todos los lunes, miércoles y viernes a partir de las nueve de la noche, sin perdonar un día. Cuando finalmente volvió a Idaho en agosto de 1972, ella continuó haciendo entrevistas y, con la ayuda de Juanjo Mintegi, culminó el trabajo.

Todo esto ocurrió hace 50 años.

Egurtxiki ha fallecido esta semana. Echaremos de menos a un buen amigo y a un gran hombre, pero nos deja un inmenso caudal de información histórica y un ejemplo de voluntad de justicia, de rigor historiográfico y de pasión por la búsqueda de la verdad. Él no tuvo dudas: era imprescindible aprender euskara para descubrir la verdad de lo que ocurrió en Gernika el 26 de abril de 1937. Es mucho lo que todos le debemos.

Agur zuri, Egurtxiki Jauna!