Lo cierto es que a lo largo de la Historia han sido legión los Estados que han sufrido colapsos financieros y económicos. Y los han superado -las pocas veces que lo han hecho- cómo y cuándo han podido: con guerras, migraciones e invenciones. Pero a medida que se ha ido enriqueciendo, la Humanidad ha ido recurriendo más y más a la falsa solución de echar mano de los créditos que no resuelven casi nunca las crisis, pero las aplazan.

Y ahora, ya en el primer cuarto del siglo XXI, los estados de la muy rica Unión Europea (UE), así como también los EEUU en su ámbito financiero -han rizado el rizo y ya están viviendo de un crédito desbocado.

En el caso del Banco Central Europeo (BCE) -es decir, de ellos mismos- son 500.000 millones de dólares. Igual que en Estados Unidos, la suma de este crédito europeo corresponde... a la deuda pública ya existente: para las naciones de la UE, es lo que el Banco Central compra desde noviembre del 2019 a razón de 20.000 millones de dólares mensuales.

Para Estados Unidos, todo empieza por aumentar el "techo de la deuda", un ejercicio regular en que el gobierno norteamericano acepta financiarse a sí mismo... con la deuda debida al resto del mundo.

Si la operación europea contradice una de las funciones básicas del BCE -contener la inflación- y se lleva a cabo invocando la lucha contra la crisis financiera causada por la pandemia, además de contrarrestar la incipiente coyuntura negativa del mundo industrial, en Estados Unidos van aumentando alegremente el endeudamiento del país que, debido a sus dimensiones, alcanza cifras de vértigo: 2.5 billones de dólares.

En realidad, la coyuntura a ambos lados del Atlántico entró en crisis antes de la pandemia, pero ahora el covid genera un colapso transitorio en Europa... salvo para el sistema sanitario de los países más avanzados.

En Estados Unidos, la situación se agravó más aún con los regalos hechos a casi todos los ciudadanos del país por parte del gobierno federal, que envió por lo menos 2 mil dólares a cada ciudadano, libres de impuestos, para paliar los efectos financieros del covid. Daba igual si el beneficiado era rico o pobre, en paro o trabajando a distancia desde su casa, en activo o con una pensión garantizada que seguía llegando puntualmente cada mes.

En Europa, el cuerno de la abundancia que sacude el BCE sirve para tapar momentáneamente las angustias de los Estados más pobres y la tendencia alcista de las Bolsas de casi todo el mundo.

Es sapiencia de Perogrullo que el dinero barato y abundante -el llamado "dinero de la rotativa"- genera indefectiblemente inflación, una lacra devastadora de cualquier economía. Claro que tratándose de opinión pública, las crisis se pueden ocultar un tiempo; y con tiempo y maña, hasta se pueden llegar a superar. Cuando no es así, como ocurrió en 1929, el mundo sufrió una crisis económica mayúscula; La 1929 fue sin precedentes.

Es justo un momento similar al de la gran crisis el que atraviesan actualmente las economías de los EE.UU. y la UE. La inflación en esta última ronda el 5% (en Alemania, incluso el 6%), una cifra que duplica con creces el valor de referencia fijado por el propio BCE que es del 2%. Para agravar aún más el panorama, la UE lleva un decenio poniendo en circulación mucha más moneda de la que correspondería al volumen total de las economías nacionales.

La inflación es todavía peor al otro lado del Atlántico, donde este año ronda cerca del 7%. A pesar de lo cual, el presidente de la Reserva Federal (la versión norteamericana de los bancos centrales europeos), lo considera un problema transitorio.

Algo semejante a lo que piensan los economistas del BCE, quienes quieren creer que la presión inflacionista es aún controlable (por ejemplo: la subida del IVA en Alemania a niveles previos a la pandemia reduciría la inflación en un 1,25%). Quizá sea así en América y en Europa. Pero no dicen ni cómo lo pueden hacer, ni qué medidas van a adoptar para contrarrestar la crecida capitalización doméstica generada por la pandemia, las subidas salariales que genera la inflación y los cuellos de botella actuales en transportes y servicios.

A pesar de lo cual, continúan divulgándose en medios especializados en diplomacia y economía, las teorías que explican la nueva fase económica en que el mundo se halla, capaz de asumir la inflación y la deuda sin mayores percances. Pero si el problema es común en ambos lados del Atlántico, en cambio el Banco Central Europeo no ha dado explicaciones por el desfase de su postura frente al Banco Central de Estados Unidos, que ha anunciado su intención de reducir la comprar de deuda pública a partir de 2022.