- Los israelíes votaron ayer por cuarta vez en menos de dos años, de nuevo con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, como favorito pero sin garantías de alcanzar mayorías parlamentarias que saquen al país del largo bloqueo político.

El malestar por la pandemia, que penalizó la gestión de Netanyahu más que el juicio que afronta por corrupción, se ha desvanecido estas semanas con el despertar de la vida que ha permitido la campaña de vacunación, después de tres estrictos confinamientos nacionales.

El Likud de Netanyahu se ha recuperado en las últimas encuestas de intención de voto, seguido con diferencia por rivales desde la derecha al centro-izquierda que no descartan aliarse, lo que presenta un incierto escenario que incluye el fantasma de unas quintas elecciones para este verano.

El déjà vu electoral que viven los israelíes tiene sin embargo algunas diferencias con respecto a anteriores comicios. Tras las elecciones de abril y septiembre de 2019, ninguno de los candidatos consiguió formar Gobierno, lo que llevó a la repetición electoral con similares resultados en marzo de 2020. Fue hace poco más de un año cuando Netanyahu volvió a empatar técnicamente con el centrista Beny Gantz, del partido Azul y Blanco.

Comenzaba entonces una pandemia y una crisis sanitaria por la que Gantz aceptó pasar de ser rival a socio de Gobierno. Su coalición centrista se desintegró y decepcionó a un electorado que confió su voto para desbancar a Netanyahu. Se quedó solo. Hoy su partido roza el umbral mínimo para entrar en el Parlamento israelí.

Las principales fuerzas políticas para estas elecciones son la centrista Yesh Atid (Hay Futuro) de Yair Lapid, y las derechistas Nueva Esperanza de Guideón Saar y Yamina de Naftalí Benet.

Concurren, aseguran, para reemplazar a Netanyahu, quien hasta ahora solo ha conseguido comprometer para un futuro Gobierno a sus socios tradicionales ultraortodoxos, Shas y Judaísmo Unido de la Torá, y a la ultraderecha del Partido Sionista Religioso. Pero los sondeos sugieren que la suma no alcanzará la mayoría suficiente de 61 diputados de los 120 de la Knéset (el Parlamento).

Si bien el exhausto año de pandemia vigorizó las manifestaciones que cada semana se organizan frente a la residencia del primer ministro en Jerusalén para pedir su dimisión por su juicio corrupción, estas se desinflaron con la aproximación de los comicios.

La foto de Netanyahu sentado en el banquillo de los acusados de la corte, que se repitió este mes de febrero, también parece haberse difuminado en medio del entusiasmo que ha generado la reactivación social y económica, con casi 4,5 millones de israelíes vacunados.

En Israel, las formaciones políticas deben pasar un umbral mínimo de votos del 3,25% para obtener representación, algo que no tienen asegurado Azul y Blanco de Gantz, el izquierdista Meretz o la lista árabe Raam.

El presidente más longevo de la historia de Israel. Desde la derecha al centro-izquierda, partidos bajo el lema antiNetanyahu concurren a las elecciones de este próximo martes sin descartar una coalición gubernamental entre ellos, con el único objetivo de desbancar al primer ministro más longevo de la historia de Israel. “Estas elecciones son más complicadas para Netanyahu”, apunta el analista israelí Guideón Rahat. “En las previas tenía que enfrentarse a un solo competidor y en esta hay más candidatos opositores con peso en la contienda”, resume el experto. Se refiere principalmente al centrista Yair Lapid, del Yesh Atid, al derechista Guideón Saar, que abandonó el Likud de Netanyahu para enfrentarse a él desde la recién creada formación Nueva Esperanza, y al ultranacionalista Naftalí Benet, de Yamina, antiguo socio de Gobierno.