Una guerra étnica en Nagorno Karabaj, una revuelta que acabó con el presidente en Kirguistán y protestas masivas en Bielorrusia que ponen contra las cuerdas al último dictador de Europa: el espacio postsoviético vive estos días unos cataclismos que no se recordaban desde hace mucho tiempo.

"La disolución de la Unión Soviética no ha terminado. Aún estamos sufriendo sus consecuencias", aseguró a Efe Arkadi Dubnov, uno de los mayores expertos rusos en el espacio postsoviético.

Desde la caída de la URSS en 1991 las quince repúblicas resultantes han evolucionado a distintas velocidades. Unos, como los países bálticos, se unieron a Occidente; algunos aún están en busca de su identidad, otros no han logrado nunca superar el trauma de la caída del Muro y otros tantos han experimentado una involución democrática.

El papel del heredero de la URSS, Rusia, en el arreglo de esos conflictos es crucial, ya que en los tres casos están implicados estrechos aliados del Kremlin. Moscú tiene bases militares en Armenia y Kirguistán, y Bielorrusia es un país clave ante el temido avance de la OTAN hace sus fronteras.

LAS EDADES DEL HOMBRE SOVIÉTICO

"Las antiguas repúblicas soviéticas tienen diferentes edades históricas. No es lo mismo Estonia -miembro de la Unión Europa y de la OTAN- que Turkmenistán", explicó Dubnov.

El experto coloca a rusos y ucranianos, las dos repúblicas más importantes del antiguo Estado totalitario, en un "justo medio" entre los liberales bálticos y los autoritarios centroasiáticos.

En los últimos años ha aparecido en la región una nueva generación de políticos que se han convertido en "una fuerza de cambio" y que no tienen nada en común con los burócratas criados en la extinta URSS.

"Piensan libremente al margen de los cánones soviéticos. Eso sí, esta zona del mundo no será totalmente libre hasta que nuestros nietos, nacidos después de 1991 y para los que la URSS es Historia, se hagan mayores", precisó.

LOS ODIOS ÉTNICOS EN NAGORNO KARABAJ

El estallido del conflicto en el Karabaj a finales de septiembre sorprendió a las potencias regionales y a los expertos por su magnitud, sin parangón desde el alto el fuego de 1994, y el empleo de armamento pesado y drones de combate. "Las democracias no combaten entre sí. Pero es que Azerbaiyán está lejos de ser un país democrático", apuntó.

Aunque considera que el factor externo, la implicación de Turquía, es clave, cree que la respuesta hay que buscarla en el presidente azerbaiyano, Ilham Alíev, quien quiere hacer una "demostración de fuerza" ante las nuevas élites del país.

"Alíev está preparando una transición y quiere demostrar que es un gran líder y no hay mejor medio que unir a todos contra un enemigo común, los armenios", señaló.

Mientras, para los armenios se trata de "una guerra patria" como la que libró la URSS contra la Alemania nazi. "Armenia no tiene otra opción que resistir hasta el final", explicó.

BIELORRUSIA SE TAMBALEA

Bielorrusia fue siempre considerado el país más estable y el que mejor conservaba el espíritu soviético. El problema es que después de 26 años en el poder las nuevas generaciones postsoviéticas se hartaron de las formas de su autoritario líder, Alexandr Lukashenko.

Las multitudinarias protestas postelectorales hicieron temer por el futuro del último dictador de Europa. Lukashenko optó por lo más fácil, recurrir al Kremlin y reprimir violentamente las manifestaciones.

"Lukashenko se acabará yendo, pero llevará tiempo. Creo que se desvinculará progresivamente, ya que el pueblo no le quiere", pronosticó el analista.

Ahora, dos meses después, con la situación aparentemente controlada, Lukashenko decidió abrir negociaciones esta semana con la oposición visitando a varios de sus líderes en el centro de detención del KGB.

La oposición le cerró la puerta en las narices. La líder de la oposición en el exilio, Svetlana Tijanóvskaya, dio a Lukashenko dos semanas de plazo para dejar el poder y le amenazó con una huelga general.

KIRGUISTÁN, UNA NUEVA REVOLUCIÓN

Por tercera vez en menos de 30 años de independencia -Revolución de los Tulipanes en 2005, disturbios en 2010 y la actual revuelta-, Kirguistán se ha quedado sin presidente.

Después de varios días de violentos disturbios en los que fueron liberados de la cárcel por la turba un expresidente y varios opositores, el jueves dimitió el líder del país, Sooronbái Jeenbékov.

"Los kirguises son libres, pero irresponsables. Aún no han aprendido a respetar los procedimientos democráticos. Piensan que al cambiar al líder, automáticamente se restablecerá el orden", consideró Dubnov.

Relaciona la inestabilidad con la mentalidad nómada del pueblo kirguís, que se cansa "muy rápido" de sus líderes si estos no satisfacen a todos los clanes. "Lo que no veo es la posibilidad de nuevos cataclismos en el resto de Asia Central. Otros países de la zona son sedentarios", apuntó.