Hong Kong - De cruce habitual a paso arriesgado: el miedo a ser detenidos por las autoridades chinas ha comenzado a calar en muchos residentes de Hong Kong tras las protestas en el centro financiero, y hay quienes optan por evitar un desplazamiento que era casi cotidiano. Por ejemplo, el artista Samu Chan. Cruzó a Shenzhen -en el sudeste de China- a finales de agosto y permaneció seis horas encerrado, durante las que fue interrogado por hasta una decena de agentes aduaneros chinos que buscaban información sobre su participación en las protestas de la antigua colonia británica.

Un agente de Aduanas le dio el alto y le apretó un momento el hombro y el codo, tras lo que sintió cómo perdía la fuerza en las extremidades. Mientras el agente mantenía la calma y una tenue sonrisa, el artista hongkonés se dio cuenta de que tenía delante a un experto en artes marciales. Chan fue encerrado en un habitáculo de cuatro metros cuadrados en el que el agente y sus compañeros le interrogaron antes de liberarle.

"Me hicieron sentarme en una silla incómoda durante horas, y no me dieron ni agua ni comida", explica el artista, activo partícipe del movimiento de protesta prodemocrático de Hong Kong, que comenzó a principios de junio y que ha provocado la ira de Pekín. Según su relato, el interrogatorio trató cuestiones como la presencia de una enorme pancarta de protesta que Chan creó en manos de los manifestantes que irrumpieron en la sede del Parlamento hongkonés y provocaron destrozos en el edificio el pasado 1 de julio: "No tengo ni idea de cómo se enteraron de lo de la pancarta", cuenta Chan. ¿Su consejo tras la experiencia? "No vayáis si teméis que os detengan. No merece la pena el riesgo. La libertad es valiosa".

Muchos hongkoneses han tomado nota del mensaje, ya que desde que comenzaron las protestas han surgido numerosos casos similares al de Chan. En casi todos, los agentes fronterizos de China registraron los teléfonos móviles de los viajeros -algunos eran manifestantes y otros no- en busca de imágenes o mensajes relacionados con el movimiento, y les obligaron a borrarlos inmediatamente. En casos como el de Chan, las víctimas fueron detenidas e interrogadas durante horas.

"Algunas veces tengo que ir por trabajo, pero ahora me niego. Ya me han llegado demasiadas historias inquietantes de gente a la que registran, interrogan y detienen. Solo he ido a una manifestación desde junio, pero estoy preocupada. Tengo un niño pequeño", explica Jo Wong, de 36 años y analista de un banco francés en Hong Kong. El temor no solo afecta a los hongkoneses, sino también a muchos expatriados que viven en la excolonia británica. Un periodista europeo que cubre temas sensibles sobre China -como las violaciones de derechos humanos a las minorías musulmanas en la provincia noroccidental de Xinjiang- cuenta que estaba de los nervios cuando fue a Shenzhen recientemente para cubrir un evento.

"Dejé un borrador de mensaje en WhatsApp para mi mujer en el que decía Me han detenido en la frontera. Si no vuelves a saber de mí, ponte en contacto con el consulado. Cuando crucé la frontera, saqué el móvil y puse el dedo sobre el botón de Enviar. Estaba muy nervioso", relata este trabajador autónomo, que prefirió permanecer en el anonimato. "Ahora mismo, mi país tiene una relación muy tensa con China -agrega-. Nunca sabes lo que va a pasar".