Los pesimistas ven en la nueva crisis irano-estadounidense una alarmante semejanza con la primera invasión norteamericana del Irak en 2003. Ahora, al igual que entonces, el conflicto está encarrilado por la tozudez de unos y otros; y también ahora como entonces, la tentación de recurrir a las armas es enorme porque enorme es la diferencia del potencial bélico de los protagonistas.

Naturalmente, hay más semejanzas - cómo el protagonismo no tan secundario de Israel o la impotencia mediadora de los europeos -, pero quizá sean más importantes las diferencias que hay entre esas dos crisis del Oriente Medio.

Y aquí, la más importante es que ahora a diferencia de entonces los EE.UU. han atacado ya, Pero lo han hecho -y con notable éxito- incruentamente, echando mano de la economía. A sus sanciones primarias a las exportaciones petrolíferas iraníes y las transacciones bancarias, se han sumado las recientes, éstas contra las exportaciones iraníes de acero, aluminio, cobre y hierro. Y, por último, están las llamadas “sanciones secundarias”: la negación del permiso de entrada en los EE.UU. al personal de las empresas de terceros países que se salten a la torera, o clandestinamente, los embargos norteamericanos.

Por último, la tercera gran similitud entre las dos crisis es que el presente conflicto está motivado más por razones ideológicas que antagonismos comerciales o hegemónicos. Resumiendo mucho, se podría decir que mientras Washington y sus principales aliados del Oriente Medio y Próximo repudian a rajatabla el fundamentalismo musulmán de Teherán, el Gobierno de los ayatolás tiene justamente en este maximalismo inflexible su razón de ser.

Del otro lado de la balanza - el de las diferencias entre las dos crisis -, están la enseñanzas que han sacado ambos países de la primera Guerra del Golfo: Estados Unidos tiene hoy en día bien presente que el balance de las acciones militares contra el Irak (¡la I Guerra del Golfo duró 8 años!) ha sido absolutamente negativo. El Irak sigue careciendo hoy en día de estabilidad política y social y el coste de la intervención resultó desorbitado a la vista de lo logrado.

En cuanto a los ayatolás, también tienen muy presente que aquella guerra fue destructiva y humillante para los iraquíes? y el potencial militar y financiero del Irán no es mucho mayor que el del Irak de Saddam Hussein. Con el agravante para Teherán de que las sanciones económicas estadounidenses -las actuales y las inmediatamente anteriores- han impactado duramente en la economía de la República Islámica. Tan duramente, que una parte del pueblo ya le reprocha al Gobierno la política de confrontación y los movimientos disidentes son cada vez más y más fuertes.

Abundan pues las razones para volver a las negociaciones y a los pactos, pero? cuando se trata del Oriente Medio lo que menos se suele encontrar es precisamente la razón?