Bilbao - Alberto Santana es un gran defensor de la historia y el paisaje de Euskal Herria. Es un hombre que lleva su bagaje de historiador a la televisión. Es codirector de uno de los programas de ETB-2 que ahonda en este tema, Una historia de Vasconia, que se emite los domingos por la noche. Se trata de una apuesta de la cadena por un tipo de documentales que calan en los espectadores vascos. En 2001, formaba parte del programa de La mirada mágica, él trazaba la ruta y señalaba los objetivos. Pero el día que el helicóptero cayó al suelo enredado en los cables de la cantera de Markina, él no estaba. Decidió no volar ese día, quería estar con la familia y casi acabó enfadado con Iñaki Pangua, el director, un mal sabor de boca que quince años después aún recuerda. Murieron tres de los pasajeros, y se salvó la persona que lo sustituyó, Santi Yaniz. Ahora está embarcado en otra historia, pero no olvida aquel programa que fue enseña de ETB-2 y que todavía se sigue recordando, ni tampoco a sus compañeros, los que fallecieron hace poco más de tres quinquenios: Iñaki Pangua, Rubén Cortijo y Roberto Arenas.
¿Qué le lleva a adentrarse en un proyecto como ‘Una historia de Vasconia’?
-Fue clave una persona que ha fallecido, Pello Sarasola. Le pidió a la productora de Josu Venero, codirector de este programa, que realizase un programa de impacto. Le puso como ejemplo La mirada mágica, pero quería algo más elaborado. Venero revisó productos similares de otras televisiones. Encontró un espacio que ha tenido mucho éxito de la BBC, Una historia de Escocia, un programa que presenta un arqueólogo escocés de melena larga que va saltando por los montes.
¿Es este un programa de mitos y leyendas?
-Es un programa de historia y de historias. Son historias de alguna manera desmitificadoras, actualizadas y científicamente probadas. Así era el programa escocés, el que tanto le gustó a Venero. Él se acordó de mí, es un gran experto en el mundo del documental.
Un proyecto que encandiló a Pello Sarasola.
-A él le gustaba que contáramos historias. Pienso que es una manera fresca y actualizada de hacer una revisión de Euskal Herria. Cuando le dijimos a Pello lo que queríamos hacer, nos dijo que adelante.
¿Cuántas historias quedan por contar de Euskal Herria?
-Muchas. Esta serie es un picoteo por la historia de Euskal Herria, yo escojo los temas. No pretendo hacer una historia universal, son miradas, fragmentos sobre las hipótesis y novedades.
¿Qué busca?
-Mostrar una parte de la historia de Euskal Herria. Busco descubrimientos recientes que han hecho investigadores de mi generación. En cada uno de los episodios caben muchas historias más. Quedan cuatro entregas por emitir, pero se pueden hacer muchos más episodios. Son trece capítulos en total y ha habido que descartar muchas historias. Tengo un listado de otros quince temas de periodos históricos muy interesantes. Creo que es una serie para adultos y para gente que tenga curiosidad, pero con ciertos conocimientos.
¿Habrá más capítulos? ¿ETB apostará por más temporadas?
-Creo que sí. Ahora mismo está teniendo éxito y es lo que más gusta en ETB. En castellano está teniendo una acogida muy superior a la de ETB-1. Está muy bien que un documental que busca la rigurosidad científica en lo que cuenta tenga repercusión. Es importante que un espacio como este, que seguro que muchos consideran quizá demasiado serio y riguroso, esté programado en prime time, es una apuesta muy de televisión pública. Bendigo el día en el que a Maite Iturbe (directora general de EITB) se le ocurrió apoyar este proyecto porque sé que fue muy arriesgado.
¿Se quedaría con algún lugar especial de Euskal Herria?
-Sí, los crómlechs de Ilarrita, en Okabe, en los Pirineos, no lejos de la muga. Es un lugar al que recurro con frecuencia, muchos años antes de hacer esta serie, y voy allí a pensar, es un lugar mágico.
¿Somos muy ignorantes en temas históricos?
-Sí, pero igual que los somos en temas de física o química. La diferencia es que nuestra historia es la que nos hace como pueblo. Son más importantes las carencias que podamos tener en la historia de nuestro pueblo, que las carencias que tengamos en economía aplicada o en bioquímica. La historia nos hace entender quiénes somos.
¿Una misma historia puede ser contada de muchas maneras?
-No voy a decir que sea contada con manipulación, pero sí con interpretaciones parciales e interesadas. El mundo de los historiadores y de los científicos no tiene ningún problema en debatir y contrastar hipótesis y en sustituir las que no valgan por otras hipótesis mejores. Pero en casos como los que contamos en Una historia de Vasconia la imaginación popular se siente incómoda.
¿Incómoda? ¿Por qué?
-Son historias, me refiero a las populares, más románticas y de más fácil comprensión. Nosotros ofrecemos historias más ricas y que te ponen en cuestión, tanto como persona como en identidad. Es más fácil aceptar la existencia del Olentzero que poder entender que es una invención de los padres para atender la satisfacción y las ilusiones de un niño para hacerle más feliz. Hay gente a la que le duele pensar que el Olentzero no existe. Nos gusta más el cuento que la historia, pero no es ignorancia, es un amor ciego.
¿La televisión puede hacer mucho en campos como la historia, la literatura o el arte?
-Debe, sobre todo la televisión pública. Toda televisión pública debe hacer, y aquellas que se pagan con impuestos de los ciudadanos más, que nos eduquemos en aspectos que nos hacen ser más humanos. Pueden hacerlo y deben hacerlo, es un derecho que tenemos los ciudadanos.
¿Qué ve usted cuando se sienta ante la televisión?
-Soy un gran consumidor de documentales, veo también buen cine, informativos, algo de debate político y no veo salsas.
Las salsas, es decir, los programas morbosos y del corazón, suelen relajar al personal.
-A mí no. No veo salseos, ni vísceras ni nada de ese tipo, es que no me interesa en absoluto y me sorprende que a alguien le pueda atraer ese tipo de programas. Yo lo tengo prohibido por el médico. Veo documentales, y si son de historia, mejor.
Se ha recorrido Euskal Herria de punta a punta.
-No he descubierto ningún camino, esta trayectoria está hecha desde el conocimiento previo.
Hablemos de ‘La mirada mágica’.
-Fue una tragedia. Cada vez que lo pienso veo que aquel día, el 21 de mayo de 2001, yo no estaba en el helicóptero de ETB. Fue el único día de todos los que grabamos que yo no estuve con ellos.
¿Cómo surge su colaboración en ‘La mirada mágica’?
-Iñaki Pangua, director del programa, también lo era de La noche de? Me había pedido algún guion de cultura vasca, y había visto en TV3 un espacio de vistas áreas. Yo conozco Euskal Herria a fondo, creo que soy una de las personas del mundo que mejor conozco este país. Me lo he recorrido todo. Hablamos del tema y surgió el programa.
Han pasado quince años desde el accidente del helicóptero, pero el programa continuó su andadura bajo su batuta.
-Estaba entonces Andoni Ortuzar de director general de EITB, y se portó muy bien con todos, sobre todo con las familias. Él fue el que me lió y me dijo que habría que terminar La mirada mágica.
Fue el único vuelo en el que usted no estuvo, ¿por qué?
-Después de haber estado volando los cuatro: Iñaki Pangua; Rubén Cortijo, el cámara; Roberto Arenas, el piloto, y yo, ese día no fui. Teníamos programado un viaje de tres días seguidos en Zuberoa, y salíamos al día siguiente. Estábamos trabajando rápido y con presión. Yo no fui, pero yo planeé el vuelo, el itinerario y los objetivos; era lo que hacíamos siempre. Pero en ese vuelo no estuve.
A Iñaki Pangua no le hizo gracia que no fuera el equipo habitual.
-Le dije a Iñaki que ese día no volaba. Él me intentó convencer, diciendo que el día era estupendo. Hasta nos enfadamos un poco, me he quedado siempre con el mal sabor de boca de lo que me dijo Iñaki: No nos dejes colgados.
Subió Santi Yaniz en su lugar.
-Lo propuse yo. El no había volado nunca. Santi nunca tenía que haber estado allí, menos mal que se salvó. Con el helicóptero ya arrancado, Iñaki me volvió a llamar y me dijo: Venga, Alberto, estamos aquí para salir, hace un día buenísimo. Fue lo último que hablé con él, después recibí la llamada de ETB; el helicóptero se había estrellado.
Hubo gente que le dio a usted por muerto.
-Me da escalofríos hablar de lo que ocurrió ese día. Fíjate, Iñaki y yo teníamos entonces dos niños de la misma edad, dos años y medio. Respecto a las identificaciones, hubo un rato largo de confusión, había cuatro cuerpos, nadie había visto montar a Santi, y todos se imaginaron que el cuarto era yo. Se llegó a decir en alguna radio. Me enteré media hora después. Me llamó Maite Taranco, que era la productora delegada de Euskal Telebista en el programa. Ella me dijo lo que había ocurrido.
Si volvemos al momento actual, ¿sería posible un programa como ‘La mirada mágica’?
-Siempre he pensado que en un tiempo determinado habría que hacer otra vez esos vuelos para ver cómo ha cambiado el país. Nosotros volvimos a volar, lo hicimos durante otros dos años; es más, cuando se recuperó Santi Yaniz volvió con nosotros. Pero nunca volvimos a encontrar un cámara como Rubén Cortijo, nadie nos dio las imágenes que nos dio él.