CON barba de una semana y los ojos entrecerrados, Clint Eastwood pisa el arcilloso suelo de un pueblucho del lejano oeste. Interpreta a un predicador, un tipo al que le baila una Remington 1858 de la cadera a la zurda con la misma velocidad que vuela el plomo desde su cañón hasta el pecho de los malhechores. Y sobre su cabeza luce un sombrero de copa de ala ancha que quedaría para la historia del cine? y para las botellas de un vino de Rioja. Su imagen quedó grabada en la memoria de Benjamín Romeo, un bodeguero riojano afincado en Gatika, que bautizó uno de sus vinos como Predicador y utilizó un fotograma de El Jinete Pálido con el sombrero del protagonista para la etiqueta de su botella.

Este vino nació en 2004 en el seno de la Bodega Contador de San Vicente de la Sonsierra. “Cuando saqué esta marca en nuestro sector todo funcionaba muy bien, pero veía que eso tenía un límite, que se iba a acabar muy pronto. Decidí sacar un vino más democrático, un vino con los pies en la tierra y más justo”, explica Benjamín. Así creó Predicador, un vino que toma cuerpo en las barricas francesas utilizadas anteriormente por los grandes vinos de la bodega. Y el personaje de la película del oeste le vino que ni pintado: “Clint Eastwood era un predicador que hacía justicia en el western y ese plano del sombrero en la tierra del callejón es lo que me hizo crear esa simbiosis entre la justicia del western y la justicia de mi propio vino”. La fórmula funcionó, puesto que su producción fue de 130.000 botellas en 2013 y se exporta a 45 países.

El destino es caprichoso y ha querido que Clint Eastwood haya conocido y probado el vino que se creó en La Rioja en su honor. “Sé que le ha gustado”, presume el empresario vitícola, “sabe desde hace tiempo que le he dedicado un vino y, como yo me temía, se ha enrollado. Otro famoso podría quitarte la marca, pedir royalties o demandarte. Con él no ha habido problemas. Hace años mandó a su biógrafa para conocer la historia y después ha habido intercambios de información y de imágenes”. Una vez que la estrella conoció el vino, el siguiente paso parecía obvio: que el bodeguero conociese a la estrella. “Iba a conocerle la última vez que he estado en Los Ángeles”, explica Benjamín Romeo, “pero por circunstancias él tuvo que anular el encuentro. Si yo hubiese querido conocerlo, ya lo habría conocido. Pero los encuentros tienen que ser de una manera más natural”.

A falta del verdadero Clint Eastwood, los amigos de Benjamín lo sorprendieron llevando a un doble del actor del Paseo de la Fama de Hollywood al prestigioso club en el que debieron haberse conocido. “Apareció por allí con unos cartuchos de dinamita y echamos unas risas”, recuerda el bodeguero.

De todos modos, Benjamín Romeo se ha encargado de que al actor, al verdadero, le lleguen dos obsequios: una caja de la primera añada de Predicador y tres pelotas de pelota mano muy especiales. “Yo quería encargarle a un artesano de pelota mano que hiciese una pelota a mitad de camino entre las de frontón y las de béisbol, que a él le gusta mucho. Pero se me pasó el tiempo y conseguí en Gernika una pelota especial que utilizan los pelotaris para calentar las manos, más o menos del tamaño de las de béisbol. Le llevé esa pelota, otra de profesional negra, que conseguí una preciosa, y otra de cesta punta. Eran tres pelotas de tamaños, colores y sonidos diferentes. Él me lo agradeció. Le gustó mucho el detalle”, rememora.