Bilbao - Su vida laboral alcanza un constante punto de ebullición. No por nada, Joseba Abecia es un empresario a contracorriente de lo que dictan los estudios de mercado y de universidad. A los 15 años ya entró en el taller de la familia y desde que se hizo con los misterios del oficio de las artes gráficas y la encuadernacion no ha cesado de moverse. La montaña rusa de su imaginación y del negocio están en un sube y baja constante y lo mismo tuvo 70 trabajadores a sus órdenes en los tiempos felices que se reinventa y crea un producto, sobres y cromos, que permite al cliente personalizar su boda, su empresa o su equipo del barrio, lo que quiera, con una colección de cromos.

¿Recuerda los primeros pasos?

-Sí. Mi padre me llamó a los 15 años y me dijo: ven aquí, te voy a enseñar un oficio para que vivas el resto de tu vida, a la universidad van los que no saben.

Y lo aprendió, claro

-Hice de todo, desde el puesto más bajo hasta la gerencia del taller. Eso vale más que cinco másteres encadenados e hizo que tenga una vida entera dedicada a las artes gráficas.

¿Tiene futuro oficios como el suyo en tiempos tan tecnológicos como los presentes?

-Sí, yo creo que todavía queda un recorrido. Estoy seguro de que seguiremos viendo el clásico cartel de calle de Se vende, solo que en pantallas.

¿No las robarán de las paredes?

-Los primeros radiocasettes de los coches valían 50.000 pelas y pensábamos lo mismo. Luego se abaratan los costes y ya no compensa al ladrón.

Así que la tecnología no es el enemigo público número uno de las artes gráficas, casi una artesanía...

-Cuanta más tecnología hay, más se valora el trabajo artesano, exclusivo. La distinción está en hacer algo que no hace nadie.

No es fácil

-A veces no. Por eso insisto siempre en que la imaginación ha de sr un valor al alza.

¡Habrá que reinventarse!

-Es lo que más me gusta: innovar, crear, usar la imaginación. Yo soy un hombre de la antigua usanza. Pertenezco a la cultura de los que piensan que cuando algo se rompe, se arregla y no se cambia. Y lo mismo vale esa teoría para una rueda que para un matrimonio.

Ha vivido tiempos dulces y días duros en su trayectoria profesional, ¿le falta esa escuela a la juventud?

-Es curioso. Decimos eso, pero yo creo que si a la gente le das una oprtunidad, trabaja. El problema es que de repente llega un padre y le dice a su hijo que por 400 euros no reparta pizzas, que para hacer eso mejor está en casa.

¿Cuál es la regla de oro en su oficio?

-Cada cual tiene la suya: la mía siempre ha sido satisfacer al cliente. Por ellos he hecho barbaridades.

¿Qué es lo más extraño que le han pedido en su taller de artes gráficas?

-Libros de niños para leer en la bañera, con un tratamiento especial. Fue un boom. Y también libros con ojos comestibles.

Tendrá un sueño pendiente...

-Montar una escuela para transmitir este oficio. Todos los días aprendes de alguien y me gustaría ser de los que enseñan.

empresario original de las artes gráficas y la encuadernación