Dirección. Fabrizio Cattani. Argumento y guion. Fabrizio Cattani y Grazia Verasani (basada en su obra teatral 'From Medea'). Reparto. Andrea Osvart, Monica Birladeanu, Chiara Martegiani, Marina Pennafina, Daniele Pecci y Elodie Treccani.
maternity Blues parte de una historia que podría llamarse coral, pese a que una protagonista se asoma con la ligereza de no querer molestar al resto de las actrices, que representan a las mujeres que sufren una depresión post-parto, un trastorno psicológico que puede afectar hasta al 30% de las parturientas. Según el Informe Eurispes Italia de 2011, un año antes, se llegó a cometer un infanticidio cada 20 días.
No cabe duda de que un tema tan doloroso e íntimo como es la muerte de un hijo deriva esta vez en algo más profundo desde el punto de vista de la psiquiatría: la madre que rechaza a su hijo y se lo carga. La película italiana, que ha cosechado un notable éxito en los festivales locales pero que ha pasado desapercibida fuera de su país, recae en las pantallas para ser objeto de discusión y drama. Es verdad que la idea de la pérdida de un hijo o una hija ha sido un motor más sugestivo en su vertiente cinematográfico. ¿Cómo representar, pues, la convivencia con el drama? ¿La muerte de tu hijo?
El aspecto psiquiátrico y psicoanalítico de estas mujeres se desvanece antes la mirada perdida de unas actrices que se encierran en sí mismas y se comunican a través del reconocimiento de una pérdida en común. Un recuerdo azotador, constante y reacio que les persigue y las atenaza hasta la exasperación. Rodado en un hospital psiquiátrico judicial, el primer órdago es precisamente su indefinición conceptual: un lugar que no resulta ser ni una prisión, ni un hospital. Un centro en el que los médicos tienen furtivas apariciones y la comunidad local participa de la vida social: fiestas, cursos de peluquería? Una mirada que se debate entre la equidistancia y el acercamiento. El intento de entender y perdonar a esas mujeres que se quedaron ancladas en el sufrimiento del pasado y en la soledad de la compañía.
La sombra del mito de Medea asola la pérdida de la noción de la realidad de esas mujeres, ausentes y recurrentes, que comparten sus penas desde el ensimismamiento de un recuerdo amargo. El director decide que las actrices son un mero instrumento para hablar de las mujeres como entidades de resistencia más allá de sus representaciones corpóreas. La decisión del director de hilar la pena y la alegría de la convivencia aviva el carácter rudimentario de una película encerrada en su propia limitación: la solidaridad y la exculpación que debe dirigir la mirada de los espectadores.
Maternity blues adopta algunas posiciones cuestionables al final de la película que radiografían al espíritu de la película. Por un lado, propone la disparidad de opiniones acerca de su debate moral (asesinas o víctimas) y por otro lado aborda la necesidad de acompañar la imagen del infanticidio como algo meramente lírico, mecánico. Ambos flashbacks, una vista atrás para ver cómo fueron los hechos, no son muy acertados (fíjense realmente si aportan algo desde el punto de vista narrativo), si nos dan pistas? Son una reproducción del presente doloroso y ausente. El presente reproducido como el pasado. Y luego está el mensaje final. El homenaje a las mujeres como metáfora de la resistencia. La final como hipérbole escapista. Un punto y aparte a una narración insuficiente sobre el ritual de (auto)ayuda de las actrices que se someten a una prueba difícil: alejarse de lo que aparentan ser (mujeres) para ser una sombra.
Sin ser la gran película que pudiera ser, las actrices soportan el reto de la magnanimidad y la dificultad de la representación del mito. Una Medea suavizada, agria y contemporánea. Una maternidad desenfocada envuelta de sufrimiento. Un dolor que comparte el espectador, pero al que no le llega con convicción el desgarro. Sino el simulacro del desgarro.