El trepidante siglo XX trajo consigo la fabricación mecánica de cigarrillos y, con él, el desplazamiento de formas de fumar más o menos civilizadas, como el puro o la pipa, el mambear tabaco como si hojas de coca se tratara, o inhalarlo en forma de rapé. Fue entonces cuando se produjo la extensión del hábito y, con ella, la lucha fratricida entre quienes exhalan humo con placer y quienes echan humo encabronados.

El legendario escritor Mark Twain confesaba que al cumplir los setenta años se impuso la siguiente regla de vida: no fumar mientras dormía, no dejar de fumar mientras estaba despierto, y no fumar más de un solo tabaco a la vez. Hoy, cuando el viejo vicio se ha convertido en un estigma, el escritor estadounidense, siempre en el alambre de la polémica -sendos artículos suyos sobre la discriminación hacia los chinos y sobre la brutalidad policial incendiaron la opinión pública de la época...-, hubiese despotricado contra la caza de brujas de los aficionados al buen habano o al humilde cigarrillo.

No pide tanto el Club de Fumadores para la Tolerancia que preside Antonio Mingote, que ayer se acercó a Bilbao en busca de un lugar sobre el que fumar, en sobremesa, la pipa de la paz. Lo han encontrado en un restaurante de nombre premonitorio, Gure Kide, donde Aitor Elola y los suyos identifican con claridad los lugares habilitados para encender un pitillo, territorio vedado para los menores de 18 años. El restaurante ha acogido almuerzos institucionales del Club Epicur, defensor a ultranza del cigarro habano, y mantiene abiertas mesas libres de humo, ambas zonas separadas con inteligente arquitectura.

¿Pueden acercarse dos posturas tan distantes como el Extremo Oriente y el Lejano Oeste...? A juicio del portavoz del singular club, Javier Blanco, sí es posible. "No se trata", asegura, "de hacer apología del tabaco e invitar a que uno fume como loco, sino de levantarse en defensa de los derechos cívicos". Gure Kide "es ejemplo sobre cómo acondicionarse a la Ley Antitabaco sin vulnerar los derechos de nadie". Mientras tanto, el cocinero Aitor Elola reconoce que hay buen tabaco que potencia determinados sabores y rehuye del "mal hábito" de fumar entre plato y plato. Se trata, sobre todo, de hacer de la buena mesa un lugar de concordia sin que arda Troya.