Tras una intensa noche de juerga en la que se nos ha ido la mano con el alcohol, todo nuestro cuerpo en general, y la cabeza en particular, nos recuerdan los excesos cometidos. Ya lo dice el refrán: Noches alegres, mañanas tristes.

Entonces llega el momento de pasar el mal trago de la resaca y echamos mano del botiquín para tratar de paliar los síntomas que la acompañan: cansancio, debilidad, sed, dolor de cabeza, dolor muscular, náuseas, dolor de estómago, vértigo, sensibilidad a la luz y al ruido, ansiedad, irritabilidad, sudor y presión arterial alta.

Los científicos todavía no tienen muy claro el origen de estos síntomas. Unos lo atribuyen a la deshidratación, otros a la alteración que el etanol causa en la concentración de algunas sustancias que produce el propio organismo como la glucosa, y otros, a un origen inmunológico por el que el organismo liberaría unas sustancias que causarían el dolor de cabeza y el malestar general.

Y precisamente, para combatir ese dolor de cabeza, hay un medicamento que está presente en la mayoría de los hogares: el paracetamol. Pese a ser un analgésico (alivia el dolor) y antipirético (baja la fiebre) de uso común y seguro en las dosis recomendadas, sin embargo, nunca debemos tomarlo si hemos bebido o si pensamos hacerlo. Su uso al interactuar con una sustancia como el alcohol podría tener efectos muy perjudiciales para nuestro organismo. ¿Por qué?

Tanto el alcohol como el paracetamol se metabolizan, es decir, se transforman en una molécula más fácil de eliminar del organismo, en el hígado, y ambas sustancias mediante una enzima llamada CYP2E1. Si se consume solo una de ellas, la enzima está en baja cantidad.

Al metabolizarse solo el paracetamol se produce un metabolito, el NAOQI, ligeramente tóxico y que puede causar la muerte celular. En una dosis normal, la cantidad de paracetamol que se transforma en este metabolito es mínima y se elimina gracias al glutatión, un protector de las células.

Por el contrario, si también hay alcohol, la mayor cantidad de la enzima CYP2E1 provoca que la producción de este metabolito también sea mayor. Si llega a un nivel más alto de lo que el glutatión es capaz de eliminar, se pueden producir graves daños en el hígado.

Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno

Aunque ya sabemos que la mejor forma de evitar la resaca es no beber o hacerlo con moderación, y ahora que conocemos los riesgos que tiene el peligroso combinado de alcohol y paracetamol, el iburprofeno se presenta como la opción más segura para paliar los molestos efectos de una noche de desenfreno.

Este medicamento pertenece al grupo de los antiinflamatorios no esteroideos y tiene propiedades antipiréticas, analgésicas y antiinflamatorias. La resaca está asociada a un proceso inflamatorio por lo que el ibuprofeno resultará más eficaz.

A diferencia del paracetamol, el ibuprofeno no produce daños en el hígado, aunque tampoco es totalmente inocuo. Debido a su propiedad antiinflamatoria puede potenciar la actividad irritante del alcohol a nivel gástrico, afectar a la mucosa gástrica y dañar esta barrera protectora del estómago. Por ello es importante tomarlo con la comida o con leche, ya que así evitarás que se irrite la mucosa gástrica. Además, por la tarde es más efectivo que por la mañana.

No debe tomarse ibuprofeno si existen antecedentes de ataque cardiaco o accidente cerebrovascular, ya sean personales o incluso familiares, porque en ese caso crece el riesgo de sufrir otro.

Es importante tener en cuenta que a la hora de consumir cualquier medicamento, por muy común que sea, hay que leer bien el prospecto y seguir a rajatabla todas sus indicaciones.