AS playas de Ris y Trengandín de Noja son muy conocidas por los vizcainos; no tanto el paseo que las une por la costa, de casi 2,5 kilómetros y baja dificultad. Discurrir por la ruta ofrece al visitante senderos naturales acariciados por el salitre del mar, dunas colgantes y calas para descansar.

La ruta de la costa de Noja tiene una longitud de 2,35 kilómetros, su dificultad es baja, lo que la convierte en apta para todo tipo de público; y une ambos arenales en algo más de media hora. Ofrece un hermoso paseo por la costa nojeña, entre las espectaculares playas de Ris y Trengandín. Durante el trayecto se transita por senderos naturales acariciado por el aroma del salitre que acerca la brisa marina, y se puede disfrutar de magníficos paisajes y calas, así como de otros elementos de interés, tanto humanos como naturales.

A lo largo del paseo se camina sobre uno de los mejores ejemplos de las llamadas dunas colgadas existentes sobre los acantilados de Cantabria, con su vegetación asociada de brezales y encinar. También se puede disfrutar de la vista de sus hermosas calas, ensenadas e islotes, y de algunas estructuras antrópicas de interés, como un búnquer para artillería que data de 1940, una casa de baños, las estructuras de lo que fue un vivero de marisco y una pequeña ermita conocida por los vecinos como San Pedruco.

Además, el paseante podrá observar, sobre un islote próximo, los restos de la citada ermita del siglo XVI, cuyo titular, San Pedro ad Vincula (encadenado), era procesado cada día 1 de agosto hasta la parroquia, con rogativas para que el clima fuera favorable a los intereses de la comunidad. Al principio, su traslado se hacía en embarcaciones.

las playas

Cubierta la ruta, se puede gozar de las playas. La de Ris, con bandera azul de la Comunidad Europea y una arena dorada y fina, tiene una extensión dos kilómetros y frente a ella se encuentra la isla de San Pedruco, a la que se accede en la bajamar y está habitada por miles de gaviotas. En su paseo marítimo hay hoteles, bares y cafeterías.

La de Trengandín, supera los seis kilómetros y cuenta con una fina y dorada arena bañada por cristalinas aguas. La bajamar descubre poco a poco negras y afiladas rocas, como menhires prehistóricos que apuntan contra el cielo, formando un inconfundible paisaje lunar.