EINTISÉIS años y cuatro generaciones después, el Mégane se extingue. Tiene, claro está, sucesor. Uno que lleva el mismo nombre, luce idéntico emblema y avanza sobre cuatro ruedas. No busquen más coincidencias, aunque sin ellas la remesa que viene resultaría irreconocible. No solo por la radical metamorfosis que experimenta. Además de estética, la transformación es también tecnológica. En la entrega anunciada para primavera de 2022, Renault hace cuenta nueva a partir del borrón que echan los motores térmicos, y opta por quemar sus naves y recurrir únicamente a impulsión 100% eléctrica. De ahí que, a partir de ahora, la popular saga del modelo medio añada a su denominación tradicional la leyenda E-TECH como aviso a navegantes. Queda claro: quien en el futuro quiera un Mégane, ya puede ir buscando enchufe.

Si los adolescentes contemporáneos son nativos digitales, la nueva propuesta de Renault es, además, nativa eléctrica. La marca del rombo pretende que el Mégane trascienda la condición de simple vehículo, e invita a considerarlo un servicio de movilidad altamente tecnificado, conectado con su usuario y con su entorno. Esa conectividad optimizada y un software avanzado permitirán vincular el Mégane a la cuenta personal de Google de cada cual, estableciendo una relación con el coche semejante a la que hoy se tiene con el smartphone. Quizá esa perspectiva no agrade a todos por igual, pero es el futuro. A riesgo de renunciar aún más a la intimidad, esa interacción abre grandes posibilidades; una de ellas es la recarga inteligente de la batería, antesala de la facultad de devolver a la red los excedentes de energía acumulada en el vehículo.

Más allá de disquisiciones casi filosóficas, Renault ha desarrollado en esta oportunidad un señor coche. Las creaciones de la casa francesa pueden suscitar aplausos y críticas, ninguna de las cuales tiene derecho a discutir el espíritu innovador que late en todos y cada uno de los nuevos productos del rombo. Así que tratándose de un automóvil que aspira a marcar el cambio de paradigma tecnológico, se entiende que la firma francesa haya redoblado esfuerzos.

El Mégane E-TECH emplea la moderna plataforma CMF-EV, concebida específicamente para sustentar los modelos a pilas de la Alianza Renault. En realidad, es una iniciativa semejante a las que ponen en práctica todos los grandes grupos de automoción, que elaboran chasis-comodín para distintas líneas de productos. Y los eléctricos son destinatarios prioritarios, más por sus perspectivas de futuro que por su predicamento actual.

Como todas las plataformas de su condición, la del consorcio francés persigue obtener alta resistencia con mínimo peso. De paso hace sitio entre ejes a las celdas de baterías (ocupan una placa de 11 cm de altura en el piso), para conseguir así la estabilidad que depara un centro de gravedad bajo y la habitabilidad que propicia una generosa batalla.

Pasado a limpio, eso significa que el Mégane en ciernes es un coche compacto, aunque su apariencia sugiera una corpulencia ficticia. En realidad solamente ocupa 4,21 metros de largo, 1,78 de ancho y 1,50 de alto. Eso es algo menos de lo que mide un Captur (4,23, 1,80 y 1,57). El Mégane, en cambio, aprovecha muy bien sus 7 cm más de batalla (2,70 m) para brindar superior habitabilidad. También ofrece un portaequipaje algo mayor (440 litros, más los 22 del compartimiento para albergar el cableado de recarga).

Las mediciones no dejan margen a las dudas, por más que la sensación de superior tamaño parezca confirmarse contemplando la espaciosidad de la cabina del Mégane. Al final, todo se explica por la presencia de voladizos muy cortos y por la gran separación de los ejes o, lo que es igual, la ubicación de las ruedas en los extremos de la carrocería. Además, hay que tener en cuenta que los motores eléctricos son más sencillos y compactos que los térmicos; vamos, que ocupan menos y dejan más hueco habitable.

Otra cosa es el estilo que los diseñadores han querido imprimir al coche. En principio, esa síntesis de corrientes estéticas -berlina compacta con guiños de cupé y toques crossover- puede entrar bien por los ojos del público, que suele agradecer una razonable dosis de osadía. Y, desde luego, el Mégane la ofrece, avalándola con el crédito de una larga estirpe de buenos coches.

El modelo acudirá a su cita con el mercado pertrechado de un completo bagaje de recursos de seguridad y bienestar. Forman parte del mismo los más avanzados dispositivos de asistencia a la conducción, así como un sofisticado sistema de información y entretenimiento. Nada se sabe en firme del precio con el que saldrá a la venta, pero Renault no puede pegarse un tiro en el pie subiéndose a la parra. A la vista de la competencia, podría moverse en la horquilla entre 30.000 y 40.000 euros, dependiendo de la motorización y la batería elegidas.