SALVO millones de vidas de la malaria pero desde que en 1934 surgiera la cloroquina, el remedio de moda contra el covid-19, el árbol de la quina pasó al olvido y ahora está amenazado de desaparecer, una catástrofe que se intenta evitar en Perú, donde esta especie figura en su escudo nacional.

Este árbol propio de los bosques de neblina de los Andes fue esquilmado en siglos pasados para extraer de su corteza la quinina, su principal alcaloide natural, un potente remedio utilizado por las civilizaciones prehispánicas para bajar la fiebre. Ahora en plena pandemia del coronavirus, pocos se acuerdan de este emblemático pero marginado árbol cuando personalidades como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, exhiben cajas de cloroquina, el sustituto sintético de la quinina, para alentar su consumo pese a no estar probada su efectividad ante el covid-19.

En Perú, donde se han registrado 19 de las 24 variedades de quina existentes en el mundo, se ha vuelto a extraer furtivamente su corteza en estos meses de pandemia a base de machetazos, método que causa gran daño al árbol, según afirmó el ingeniero forestal Alejandro Gómez.

El ingeniero forestal Alejandro Gómez. Foto: Efe

Científicamente se llama cinchona y popularmente cascarilla, pero solo una de esas 24 variedades, la cinchona calisaya, está protegida por ley en Perú para evitar su tala. Se desconoce cuántos ejemplares quedan en pie porque no existe un inventario a nivel nacional.

deforestación

Después de tres siglos de explotación para obtener su corteza, la deforestación aún es su mayor amenaza, especialmente la practicada por la agricultura migratoria, que tala áreas de bosque, lo que contribuye al calentamiento global y este a su vez complica la supervivencia de estas especies nativas.

A ello se une el gran desconocimiento sobre esta valiosa especie a la que en Perú se acostumbra a confundir con un ficus, pese a que la quina figura en el cuadrante superior derecho de su escudo nacional para simbolizar la riqueza y diversidad natural del país y por ser considerada la planta más influyente en la historia de la medicina natural. Se reconoce por su copa alargada y poco frondosa. Puede alcanzar 25 metros de altura y su tronco superar el metro de diámetro. Sus hojas son verdes cuando son jóvenes, pero rojizas cuando están a punto de caerse, de forma puntiaguda y nervios sobresalientes.

“Hay escasa investigación en cuanto a su silvicultura”, dijo Gómez pese a que es un árbol con múltiples usos. Además de las propiedades medicinales de la corteza, también sirve para fabricar agua tónica y su madera es preciada para la ebanistería.

En los Andes peruanos, especialmente en el norte, hay multitud de enclaves propicios para crear bosques de quina, y Gómez cree que 2021 es la ocasión ideal para que los peruanos redescubran este árbol. Uno de esos santuarios de la quina es el caserío La Cascarilla, de la región Cajamarca, que comparte nombre con el venerado árbol. Allí el joven ingeniero forestal Franklin Fernández, de 24 años, ha reforzado la iniciativa de sus padres de difundir entre la población local las bondades de la quina.

Para dar mayor difusión a la quina, el Programa de Desarrollo Productivo Agrario Rural (Agro Rural) del Ministerio de Agricultura y Riego lanzó una iniciativa para repoblar los Andes con la quina. Se trata de un plan de tres años (2020-2022) con una inversión de 3,7 millones de soles (unos 1,04 millones de dólares) para producir más de 232.000 plantones de quina y así reforestar hasta 145 hectáreas en 22 provincias de 10 regiones del país. “Estas plantaciones contribuirán a la mitigación de gases de efecto invernadero y regularán el ciclo hidrológico y climático”, explicó el director ejecutivo de Agro Rural, Angello Tangherlini. “Buscamos también recuperar ecosistemas de montaña y preservar las cabeceras de cuenca”, añadió.