LOS vascos somos los más golosos del Estado, ya que para el 50% de la población de Euskadi el sabor perfecto es el dulce, frente al salado. Por eso, los responsables de la firma palentina de chocolates Trapa no lo tuvieron difícil en la cata privada que organizaron recientemente para un reducido grupo de personas en la villa; conquistar los paladares de los asistentes al almuerzo resultó sencillo. “Tenemos el bombón más antiguo y ahora, además, sin aceite de palma, elaborado con sistemas mucho más modernos”, explicó Nuria García, delegada comercial de la zona norte. Por su parte, el responsable de comunicación de la marca, Ángel Amador confesó ser un enamorado de Bilbao y afirmó que entre sus prioridades estaba mostrar las delicias de estos bombones que se elaboran tras la centenaria marca chocolatera. “Bilbao es una ciudad con una gran proyección en la que no podíamos faltar. Es una urbe de vanguardia en la que se ha sabido conjugar su esencia industrial con su presente moderno”, lanzó Amador. El encuentro, que se desarrolló en el restaurante Ola de Martín Berasategi contó con una extensa y dulce gama de productos en los que se degustaron desde los sabores más clásicos, como el Mandorla y el praliné de almendras caramelizadas, hasta las novedades como el Frutti di Bosco, de chocolate blanco relleno de gel de frutas del bosque: “Los tenemos de todos los sabores y para todos los gustos. A mí, que soy un goloso, me cuesta decantarme por uno”, bromeaba Amador. La creación de esta marca se remonta a diciembre de 1891 cuando un grupo de monjes que se instalaron en el monasterio trapense de San Isidoro, situado en San Isidro de Dueñas (Palencia) comenzaron a elaborarlos. Sin embargo, la empresa como tal no fue constituida hasta 1964 en la misma localidad, una vez que la comunidad cisterciense decidiera desprenderse de la fábrica. Pasaron todas sus antiguas fórmulas de elaboración y tratamiento del cacao y pese al paso de los años hoy los propios monjes siguen siendo los más fieles consumidores de estos dulces que ellos mismos crearon a finales del siglo XIX. “Para ellos sigue siendo sus bombones”, aclaró Nuria.

En 1969 nacieron los cortados, los primeros bombones que se recuerdan. Con la nueva etapa que emprendió hace seis años la firma chocolatera, la fórmula de sus productos se ha modificado para adaptarla a los nuevos tiempos: ahora no contienen gluten, grasas hidrogenadas, ácidos grasos, ni aceite de palma... “Se ha hecho un gran esfuerzo, no solo en la modernización de la empresa sino en la elaboración de los propios dulces”, afirmaron. Todo ello con el objetivo de pasar página y resurgir de sus cenizas después de caer en manos de la familia Ruiz-Mateos (1992), década tras la cual acabó en quiebra. La familia palentina Fernández Calvo la compró en 2013 con ánimo de reflotarla, un proceso “nada fácil que ya comienza a dar sus frutos en forma de dulces”, añadieron los responsables.