EL amor, ese sentimiento que inspira y motiva a los seres humanos, pero también causa mucho sufrimiento cuando uno no es correspondido. El amor está en el aire -con sus cosas buenas y sus cosas malas- es el título del nuevo show de Asier Bilbao y su grupo. Un montaje con picardía, transgresor y con toques muy vascos que se ha convertido en un clásico de Aste Nagusia. “Si tuviésemos que exportarlo se quedaría muy descafeinado”, confesó el transformista, vizcaino.

DEIA se coló en lunes en el backstage del show de Asier Bilbao en la pérgola de Doña Casilda. Entre tacones de vértigo, coloristas pelucas y extravagantes vestidos con mucha pluma y purpurina charlamos con sus protagonistas; aparente tranquilidad, pero en el interior de los artistas muchos nervios. “Somos muy responsables y nos gusta que las cosas salgan a la perfección. No nos gusta dejar nada para la improvisación”, explicó Bilbao.

Hora y media antes de que el espectáculo se estrenase, las primeras filas del recinto ya estaba repleta de gente. Los bailarines se preparaban ante la atenta mirada de los fieles seguidores que tarareaban la pegadiza canción Quiero ser santa de Alaska. “Nos lo pasamos genial con Asier y su espectáculo. Venimos siempre. No nos perdemos uno”, confesaron Mari y Amelia, dos amigas de Barakaldo.

Ajuste de sonido, control de micrófonos, luces... es clave que todo esté bien organizado para que en el momento que de comienzo el espectáculo todo salga rodado. “Llevamos dos meses de ensayos como para echarlo todo por la borda. Ponemos toda la carne en el asador”.

Las coreografías de este show que hoy volverán a verse en la txosna de Gogorregi a partir de las 23.00 horas, han sido coordinadas y creadas por el coreógrafo Jonathan Gómez. “Somos una gran familia e intentamos ayudarnos al máximo. El fallo de uno es el fallo de todos. Ellos me presentan, pero yo soy uno más aquí”, explicó el artista.

Entre los bailarines, el presentador y periodista Joseba Solozabal se deslizaba por el escenario con mucho ritmo y estilo para terminar crucificado en una gran cruz que presidía la parte trasera del escenario. “Es un lujo contar con amigos a los que les llamas y te dicen que sí sin rechistar”, dijo Bilbao. Yogurinha Borova tampoco dejó indiferente a nadie con sus dos actuaciones. “Lo importante es que disfrutamos de lo que hacemos. Nos gusta ver a la gente cómo se lo pasa genial”, afirmó.

Una cremallera que no sube, un tacón roto, una peluca mojada o un tropezón por las empinadas escaleras por las que hay que acceder al escenario se vive como un verdadero drama detrás del escenario. Sin embargo, cuando todo empieza esos detalles pasan desapercibidos para el público. “Ya hemos tenido algún susto”, lanzan.

Diez y media de la noche: empieza a llover. Las ocho escalinatas por las que Asier Bilbao y el resto de los artistas deberán acceder con tacones de vértigo se llenan de agua. “¡Qué horror, se van a mojar las pelucas!”, dice preocupado Bilbao. Un persona se afana en secar el acceso al escenario para evitar sustos: “No te creas, pero esto sí es un trabajo de riesgo. Estamos acostumbrados a lidiar con limones o hielos que aparecen por el suelo cuando actuamos en el local”, confesó Bilbao. Apuran hasta media hora antes del inicio el show para colocarse la ropa. Nada puede romper el factor sorpresa, tanto que Asier Bilbao guarda como el secreto más preciado el contenido de su espectáculo. “Hay que verlo”, sugirió. ¿Se lo van a perder hoy?