POR el taller de Jon Corrales han salido la inmensa mayoría de los souvenirs de marca Bilbao; llaveros, tazas, camisetas, velas, figuras, ceniceros, paraguas, imanes... Corrales, que no se considera un artista, desborda una enorme imaginación. “Mi cabeza no para”, asegura a DEIA el gerente de creacionesbilbao. Hace tres décadas, cuando Bilbao todavía no era una ciudad turística Corrales decidió registrar la marca de la baldosa para comenzar a estampar esa figura en numerosos objetos; treinta años después la baldosa pisa fuerte por el planeta. “Estábamos en la puerta, miramos al suelo y ahí estaba la baldosa. ¿Por qué no registramos la marca y creamos souvenirs con ello?”, planteó el gerente de creacionesbilbao. Dicho y hecho. Desde entonces la imagen de la baldosa ha llegado a Japón, China, Estados Unidos, Finlandia, Reino Unido, Francia y hasta incluso, el Polo Norte en diferentes formas y como insignia de una ciudad hoy vanguardista, abierta al mundo. “Fue por casualidad. Nosotros nos dedicábamos a los regalos de empresa y nos dimos cuenta que no había souvenirs marca Bilbao. La gente viajaba fuera y pensamos que llegaría un día que también viniese aquí. Entonces Bilbao era una ciudad gris, pero creímos que algún día todo cambiaría”, dijo Jon. Y así fue; una mirada al gris suelo fue suficiente para crear un símbolo que recorrería el mundo en forma de recuerdo de la villa. Ese fue solo el inicio. Después fue cuestión de dar forma a la baldosa y convertirla en reloj de pared y en felpudo: “Cuando lo planteamos no había nada. Solo existía la figura de la Virgen de Begoña. La gente nos preguntaba cuando veían el símbolo de la baldosa: ¿Qué es esto?”.

El Guggenheim llegó más tarde y, tal y como reconoce Corrales, marcó un antes y un después en el posicionamiento de Bilbao en el mundo. Desde entonces los souvenirs han ido tomando diferentes formas y colores. “Cuando se construyó el museo no había empresas que se dedicasen a la creación de souvenirs. Nosotros empezamos a surtir a la tienda del Guggenheim y hoy es el día que creamos camisetas exclusivas”, explicó. Los tiempos han cambiado y el producto chino invade también el mercado de souvenirs. “El registro de la baldosa era solo para veinte años y ya se nos ha acabado. Ahora vemos copias por todos los lados”, dijo. También hay quien se aprovecha de la imagen de Puppy para hacerse de oro. “Nosotros creamos para el museo un Puppy con flores tratadas y resulta que en una página de Internet vendían la figura a 3.000 euros como obra original de Jeff Koons. Un engaño. Ahora, no la pueden vender”, dice. Lo que más gusta a los turistas son los imanes. “Viendo la tele vi en la nevera de un finlandés un imán de Bilbao hecho por nosotros. Me hizo ilusión”, concluyó Corrales.