Nunca pensó que cuando llegase la hora de colgar para siempre el traje de hostelero le sería tan difícil controlar la emoción. En el largo camino recorrido, cincuenta años en total, ha conocido a multitud de personas y vivido infinidad de experiencias que las guardará para siempre en su particular caja de los recuerdos. “LLevo un montón de días llorando. El final de la carrera está siendo dura por las despedidas, pero es lo que toca cuando llega la hora de la jubilación. No sabía que la gente me apreciaba tanto”, confiesa a DEIA José Mari Pascual, responsable del bar Negresco de la Plaza Nueva desde el año 90.

Un gran fiesta para clientes y amigos puso ayer por la tarde el broche final a una carrera que se ha prolongado durante cinco décadas bajo el cobijo de los 66 arcos que dan forma a la emblemática plaza. “La Plaza Nueva de Bilbao lo es todo para mí. Esta ha sido y será mi casa”, dice Pascual.

A penas era un niño de 14 años cuando, por casualidades de la vida, el destino le trajo hasta Bilbao. “Una chica que limpiaba en mi pueblo me dijo que necesitaban hacer una prueba en el bar Víctor y se acordó de mí porque tenía un tío viviendo en Barakaldo”, recuerda Pascual.

No se lo pensó dos veces. En el 69 abandonó el campo de su Palenzuela natal, en Palencia, para emprender una nueva vida lejos de su familia. “Si me habría quedado en Palencia habría terminado trabajando en el campo y yo no quería”, recuerda. José Mari no tenía experiencia en hostelería, pero era un niño responsable, lo que le ayudó a que los antiguos dueños del local Víctor, Adela y Demetrio, confiasen plenamente en él desde el primer minuto. “Al poco tiempo de entrar me hacían abrir a mí porque la gente que estaba no era responsable. Venía desde Barakaldo todos los días y cogía casi una hora antes el tren. Esa fue mi escuela”. Nunca se durmió: “Para mí el trabajo ha sido siempre sagrado”, apunta.

En Adela y Demetrio encontró el apoyo incondicional que le ayudó a crecer como persona y también como profesional. “Nunca les podré pagar todo lo que hicieron por mí. No fue fácil, pero me sentí como en casa”, explica. Hasta el punto de que José Mari, en aquellos tiempos, terminó durmiendo arriba del bar. “Incluso los domingos iba a comer a casa de los jefes. Eso me ayudó a ahorrar”, asegura Pascual.

José Mari aprendió la profesión y después de mucho sacrificio decidió emprender el camino en solitario. En el 90 abrió su propio negocio, el bar Negresco. Todos estos años no ha salido de la Plaza Nueva de Bilbao; navidades, fiestas de Bilbao, Semana Santa... “He trabajado mucho, pero he sido feliz detrás de la barra. En esta profesión uno tiene que ser muy psicólogo y saber qué personas te entran en el bar”, añade. En este viaje en la vida José Mari no ha estado solo. A su lado ha estado la incondicional Loli Fuentes Luque con la que, además de formar una familia, ha compartido los largos días tras la barra del pequeño local que regentaban. “Ha sido mi gran apoyo durante mucho años. Sin ella nada habría sido igual”, se sincera.

La emoción y las lágrimas afloraron durante la entrevista cuando José Mari nombró a clientes y camareros que ya habían fallecido. “Recuerdo a Santi que ya no está y a Gaspar, un camarero espléndido que falleció en poco tiempo de cáncer. He hecho grandes amigos. José Verano, un señor de 83 años me ha dicho que nos va a invitar a comer en el Víctor, donde empecé”.

Cinco décadas es mucho tiempo, pero José Mari dice que se marcha tranquilo porque El negresco continuará abierto. Ahora, toca desconectar, alejarse de la Plaza Nueva y regresar a Palencia para mimar a su madre. “Necesito estar con ella”, concluye.