Apesar de que los barcos humanitarios están vedados en el Mediterráneo por Malta e Italia que impiden la llegada a sus puertos, algunos como el Alan Kurdi siguen salvando vidas y entre su tripulación hay un joven que no dudó en embarcarse. “La decisión de embarcarme fue fácil de tomar ya que lo tenía en mente desde que vi la devastadora foto del niño Alan Kurdi yacente en la orilla de una playa de Turquía”, explica Pablo Bengoechea, quien a bordo del barco de la ONG alemana Sea-Eye rescató a 64 migrantes a principios de abril. Bengoechea Cabieces, de 26 años, nacido en Santoña lleva más de dos meses en el mar y sufrió la última odisea del Alan Kurdi, cuando a principios de abril permaneció once días esperando un puerto para poder desembarcar a los 64 migrantes que había rescatado.

Habla con Efe desde el barco en las dos horas de Internet que tienen para poder comunicarse mientras se dirigen hacia Túnez para una parada, después de que el Gobierno de Malta se hizo cargo de las personas rescatadas, pero nos les dejó entrar en el puerto. Están exhaustos. Pasaron días de marejada con 64 personas a bordo e incluso tres de ellas, dos mujeres migrantes y un hombre de la tripulación, tuvieron que ser evacuados debido a las condiciones en las que se encontraban.

Este joven, que ha acabado sus estudios de náutica como patrón de altura, lanza dardos a las conciencias: “Si tú tuvieras la oportunidad, también lo harías”. Cuenta que está embarcado desde mediados de febrero, con un parón de una semana entre una y otra misión, y su función principal es la de marinero de cubierta haciendo todo tipo de trabajos de mantenimiento del barco, así como patrón de una de las dos embarcaciones de rescate (RIHB). Pero explica que en este tipo de barcos no solo trabajas como profesional del mar. “Así que cuando tuvimos a bordo a las 64 personas no tuve ningún problema en ofrecerme como cocinero para ellos”, señala.

Entre las 64 rescatados había dos niños, un bebe de un año y Manuel, de 6 años, a quien Pablo Bengoechea colmó de atenciones. Desde el primer día que llegó, asegura el socorrista, “ya empezamos a hablar y jugar. El sabe la situación en la que se encuentra, pero no llega a comprenderla del todo, así que mi objetivo era simple, hacer que este pequeño se sintiera entretenido, que crea que es un mero viaje a un sitio mejor”. A los políticos que consideran a las ONG “taxis del mar” o que “ayudan a los traficantes”, les pide “que no se les vea como enemigos” y “que piensen que somos las mismas personas que acudirían de igual manera a ayudarles a ellos o a sus seres queridos en caso de necesidad”.

Pablo Bengoechea no ha dudado un momento en embarcarse a pesar de que tres ciudadanos españoles, dos de Open Arms y otro de la ONG alemana Jugend Retter, se encuentran investigados en Italia por favorecer el trafico de inmigrantes. “Veo demasiado interés en criminalizar a las ONG que rescatan personas en el Mediterráneo y no veo tanto interés en investigar de dónde proceden las armas de los señores de la guerra”, acusa. Y termina con una pregunta: ¿Es realmente efectivo el dinero que Europa entrega a países fronterizos para el control de la emigración?