A las dos del mediodía, Sonia lleva ya siete horas vendiendo cupones pero no ha perdido la sonrisa. Ni siquiera cuando oye por centésima vez la frase mítica; “¡Dame un número bonito eh!” ¿Y cuál es ese? “Pues hay muchos, el 13, el 15, hay gente que busca dos dígitos repetidos el 22, el 55, otros, sin embargo, no los quieren ni ver... Yo vendo mucho mi número, el 728; la gente compra el 00728”, explica esta bilbaina vendedora de ilusión y magia a partes iguales. A veces la cabina parece un confesionario y los fieles del cupón se sinceran. “Mis clientes suelen ser habituales, aunque en ocasiones aparece algún espontáneo”, parlotea con humor. Sonia habla con ellos y empatiza. “La gente habitual siempre habla un ratito cuando ve que no hay mucha cola, se desahoga contigo y tú les escuchas, les aconsejas, y a veces ocurre al revés y son ellos los que te ayudan a ti”, señala.

La mejor vendedora de la ONCE 2018 en el País Vasco se llama Sonia Carramiñana y ha sido escogida entre la red de 525 agentes, todos ellos personas con discapacidad. De su figura, la organización destaca su disposición hacia la labor comercial, su optimismo, su espontaneidad y su trato al cliente. Entre risas, desglosa multitud de anécdotas y retrata a los compradores. “Hay el típico que viene todos los días enfadado porque no le toca. Y el típico al que no le gusta ningún número, da igual el que le enseñes. Y, sin embargo, hay otros que siempre dicen: ¡Ay, qué número más bonito, es precioso! Están los refunfuñones y los amables, esos que nunca tiran la toalla, no pasa nada porque no me toque, vamos a probar otra vez; otra gente te dice vamos a comprar el cuponcito para que tengáis trabajo. Pero yo intento ser simpática siempre porque ser antipática no lleva a ningún lado”.

Sonia realiza esta labor desde hace once años. Empezó en un punto de venta a la intemperie, y luego se trasladó a su ubicación actual en un kiosco de Santutxu. A los 14 años, sufrió una enfermedad que ataca a la vista y desde entonces -tiene 48- ha ido perdiendo visión de forma progresiva “pero lo he acabado asumiendo porque tengo algún resto visual y me arreglo bastante bien”, mantiene, de nuevo esperanzada.

Madrugadora repartidora de suerte, realiza todo su turno seguido -aunque el lunes también trabaja por la tarde- y abre a las siete. “A esa hora ya hay gente que pasa por la cabina y me dice: ¡Qué bien que estás abierta! Así cojo el cuponcito antes de ir a trabajar”. Sobre las doce o una -“la hora del pan”-, la denomina, nota la mayor afluencia, Un buen día puede vender unos 200 cupones y uno regular, 150. “Pero los sorteos extras se notan mucho”, observa. También el buen tiempo acompaña. “Se vende mejor cuando hace bueno o cuando la gente acaba de cobrar... pero hay días tristes, eh. ¿Qué ha pasado que no hemos vendido nada?”. Entre su clientela, jóvenes y mayores, personas con la vida resuelta y personas con todo por resolver, trabajadores por cuenta ajena y amas de casa... Todos quieren su trocito de fortuna.

Carramiñana, junto a los otros 22 vendedores seleccionados de todos los puntos del Estado, acaba de recibir su galardón en Madrid. “Yo pensaba que estas cosas solo le pasaban a los demás. Y me ha pillado de sorpresa”, revela, volviendo a sonreír.