AGATHA Ruiz de la Prada parece vivir, desde hace tiempo, en la cresta de la ola, en equilibrio permanente entre el reconocimiento y las ventas de unas colecciones que llenan de color, imaginación y diversión el mundo de la moda, que ahora le rinde un homenaje con una exposición. A pocos días de haber presentado su última colección en Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, el Museo del Traje de Madrid ha inaugurado una exposición pequeña, El poder de la imagen. Agatha Ruiz de la Prada, que pretende ser el germen de una muestra más global de su trabajo. Estas prendas lo dicen todo de una mujer vitalista, emprendedora, arriesgada y dispuesta a seguir trabajando, a no darse nunca por vencida, a punto de cumplir cuarenta años en el mundo de la moda y “feliz” de contemplar sus prendas nada más entrar en el Museo.

“El año pasado realicé 73 desfiles por todo el mundo, me dieron 26 premios, y tuve 30 portadas de revistas. ¿Hay que divorciarse para que te pase esto?”, comenta entre sonrisas a Efe, y advierte de que aunque desearía pasar a tener un perfil menos mediático “no me resulta posible”, razón que le hace cambiarse hasta siete veces al día de vestuario. En la muestra se exhiben cuatro vestidos de la diseñadora que en su día dio al Museo del Traje. “No serán los últimos”, añade. “En España hay poca cultura de cesión, algo que siempre recomiendo a mis clientas que hagan, especialmente a uno de los mejores museos de traje del mundo como es el de Madrid”. Entre los diseños expuestos, el más antiguo es de los primeros en los que utilizó aros, de 1984, pero también destaca el vestido escalera, el vestido piano, el corazón chester, un diseño homenaje al Madrid de los Austrias o zapatos cubo, que provienen de la Fundación Agatha Ruiz de la Prada, que ella creó en 2011 y donde guarda más de 4.000 trajes.

Prendas seleccionadas por Juan Gutiérrez, conservador del Museo del Traje, quien se confiesa “impresionado” por los fondos que atesora la Fundación, y de los que ha sacado creaciones para mostrar el carácter “provocador, extravagante y creativo de prendas que articulan una estética muy reconocible”. El comisario ensalza “la construcción premeditada del mensaje de la firma, un ejercicio de provocación que no es en balde” en el que, detrás de propuestas aparentemente sencillas, hay un ejercicio de “estudio de los volúmenes y las dimensiones”, con imágenes que después traslada al diseño industrial y al gráfico.

La exposición se vertebra con algunas piezas de pasarela más estrambóticas, con una estructura escultórica, además de productos industriales que responden a las mismas líneas estéticas, “puntas del iceberg de su carrera”, indica Gutiérrez, en una dicotomía entre lo artístico y la traducción en productos de consumo.