ECIR que tuvo un pedaleo de altura es quedarse corto, por mucho que la escalada fuese su especialidad. Empequeñecerse, digo, si uno se fija sólo en los méritos deportivos porque la huella que dejó Jesús Loroño yéndose poco antes de que se fuese el siglo XX sí que alcanzó poderosas cumbres. Les cuento.

Jesús vino al mundo en el caserío Goikolea, de Larrabetzu, el 25 de enero de 1925. Desde muy joven se aficionó a la bicicleta y raro era el día que no cogía una prestada y se lanzaba carretera adelante. Cuenta la crónica de vivencias que cuando tenía 18 años su madre le compró una para que pudiese desplazarse a su lugar de trabajo y con ella participó en su primera carrera. Era una bici de las llamadas de mujer a la que cambió el manillar por uno de carreras. Sus hermanas le confeccionaron un maillot con una tela de colchón y un calzón blanco al que pidió que le pusieran dos franjas rojas para que supieran que era del Athletic. Ya iba dejando sello.

Aquella carrera acabó mal. Llegó cuando estaban recogiendo la meta. No volvería a suceder. Ya en su segunda carrera hizo un Poulidor (un segundo puesto, para los no avisados...) y ahí comenzó su leyenda. No por nada, en 1953 ya participa en el Tour de Francia y vive lo que él llamaba el “día del Aubisque”. Loroño aprovechó que había un paso a nivel cerrándose y logró pasar mientras el pelotón quedaba cortado. Delante de él había tres fugados. Cuando empezó el Aubisque, Loroño dio caza a los escapados y continuó como un loco hacia la cima. Ganó la etapa. Ese Tour del 53 lo terminó el 50 en la general pero dejó su huella de gran escalador ganando el maillot de la montaña.

La hazaña de la Vuelta aún la recuerdan los viejos aficionados. Se corría la etapa Valencia-Tortosa de 177 kilómetros. Bahamontes viste el maillot amarillo y Loroño se encuentra a más de 15 minutos. Se ve involucrado en una escapada y en Tortosa la diferencia con el líder llego a los veintiún minutos. Esto trajo como consecuencia lo que se llamó el pacto de Huesca. Loroño defendería el maillot amarillo y Bahamontes lucharía por el de la montaña. De no ser así serían expulsados de la carrera. Al final Loroño consiguió el triunfo. En 1960 acude al Tour con ánimo de hacer algo grande y logra un quinto puesto en el Parque de los Príncipes. Al año siguiente piensa en la retirada y en dedicarse a negocios de hostelería que había montado con el dinero que le reportó el ciclismo. Su rivalidad con Bahamontes “se exageró un poco en la prensa”, según decía. Lo que fue indudable es que bahamontistas y loroñistas dieron vida al gran dilema ciclista de los años 50.

Protagonista: Jesús Loroño.

Gesta: Fue ciclista profesional entre los años 1945 y 1962, durante los cuales logró 65 victorias. Su especialidad eran las etapas de montaña, como prueban el campeonato de la especialidad y la clasificación de la montaña del Tour de Francia 1953. Ganó la Vuelta a España de 1957, en el que fue su mejor año.