Joseph Robinette Biden jr. nos recibe en Scranton (Pensilvania) en la enorme sala donde sus asesores realizaban cálculos con los datos del recuento de votos de las presidenciales estadounidenses. “No me toquéis los ábacos y las cuerdas con nudos que nos han servido para contabilizar los resultados, muchachos. Me cuesta adaptarme a las nuevas tecnologías, eso que me dicen que ahora han salido unas calculadoras que son muy fáciles de usar”, nos pide Joe, que es como cariñosamente le llaman las abuelas estadounidenses. Los 77 tacos de almanaque que suma el candidato del Partido Demócrata, y ya presidente, explican su distanciamiento de las nuevas tecnologías. “Si necesitáis hacer alguna llamada, tenéis un teléfono en esa pared. Nos estamos modernizando, hace un par de meses que quitamos el telégrafo”, nos indica. Biden lleva en la política más que la moqueta del Despacho Oval. Fue elegido senador en 1972, poco después de que Massiel ganara Eurovisión y cuando aún Paquito veraneaba en el Pazo de Meirás. Desde entonces, lo ha sido todo en la política de su país. Ahora, presidente. Lo celebra tomándose la pastilla de la tensión y el sintrom con un pelotazo de agua con gas. A tope.

Buenas, don Joe. Acaba de certificar la presidencia por un pelo.

—Por supuesto. Para eso me hice un implante majísimo hace cuatro años, cuando la campaña de Hillary Clinton. Y, ojo, que es el segundo. Ya me implanté el flequillo cuando los caucus de Iowa de 2008 del Partido Demócrata. Pensaba que iba a salir yo candidato y quería aparecer guapote en las fotos. Ganó Barack Obama. Recuerdo que Michelle, su esposa, llevaba un vestido amarillo de seda, muy ceñido en la cintura, que le marcaba las… Perdona ¿qué me habías preguntado?

Nada. Lo del pelo es una expresión que se usa en español para remarcar lo poco que falta para algo. Por cierto, varias mujeres le han acusado a lo largo de su carrera política de “comportamientos inapropiados”

—Paparruchas. Infundios de los republicanos. Le puedo jurar que Bill Clinton y yo hemos sido los líderes demócratas más limpios en ese sentido desde que se proclamó la independencia de este país bendecido por Dios. Yo jamás le faltaría al respeto a una mujer. ¿Qué le hace a usted pensar eso? Además, el hecho de que el Partido me haya rodeado de seis secretarias de entre 75 y 90 años es pura casualidad.

Trump le llamaba perdedor. Porque, a pesar de su experiencia, siempre ha salido derrotado de las campañas salvo cuando fue vicepresidente con Obama.

—De las derrotas se aprende. Un fracasado no es más que un aprendiz de triunfador. La vida, ya lo dijo un gran filósofo estadounidense, es como una caja de bombones: nunca sabes lo que hay dentro hasta que la abres. En las urnas de las elecciones pasa lo mismo. Y, esta vez, a Trump le ha tocado el bombón con sabor a vinagre. No pasa nada. Es un chaval de 74 años. Si come acelgas, sale a pasear y juega a la petanca, podrá presentarse en 2024 en plena forma. Aunque, aprender no creo que aprenda nada. Es un cabestro. Te lo digo porque le conozco en persona. Un cabestro redomado.

Lo temíamos. ¿Piensa usted aplicar muchas reformas a lo realizado por Trump?

—Todo. Ordenaré reformas muy profundas. ¿Sabes cómo ha dejado la Casa Blanca por dentro? Ahí no puede vivir una persona respetable y educada como yo. Lo ha llenado todo de dorados, animal print, estatuillas de Lladró, leopardos de esos de cerámica, colmillos de elefante, papel pintado con billetes de cien dólares… Ha puesto un gato dorado de los que mueven la pata justo sobre la mesa donde se firman los acuerdos internacionales en medio de un tapete de ganchillo rosa porque le dijo el presidente de China que trae buena suerte. Donald y Melania tienen muy mal gusto. Voy a tener que reformar toda la Casa Blanca de arriba a abajo. ¡No te puedes imaginar la grifería de los lavabos! ¡Y los chismes esos para sujetar el cepillo del retrete! Oh, my God!!

Me refería a reformas políticas en los Estados Unidos, don Joe

—¡Ah! Eso. Pues sí. Donald ha sido muy agresivo. Lo primero, voy a intervenir en la valla con México. Es una actuación intolerable. No puede quedarse así, todo hormigón y alambre. Vamos a contratar unos grafiteros para que pinten motivos de colores vivos y le den un toque humano al muro. Y nada de que lo paguen los mexicanos. Lo pagaremos a medias.

Ya veo por dónde van los tiros.

—No hables de tiros, que trae mala suerte a los presidentes de USA.

Disculpe. Para terminar ¿Por qué cree que ha ganado a Trump?

—Está claro. Él se ha querido imponer con cuentos. Yo, con recuentos. Os dejo, que tengo que ir a mi sesión de pilates. Me la da Steven Seagal, un tipo muy expresivo. Chuck ¿dónde está el carruaje que me lleva al gimnasio?