a estas alturas de la era digital no hace falta explicar lo que es Uber. En sus comienzos, la idea fue simple: construir una plataforma que permita aprovechar mejor esos millones de coches que solo reciben un 4% de media de uso. Una compañía que, en principio, cambió la movilidad dentro de las ciudades, llegando a considerarse un competidor del taxi tradicional. AirBnB nació para permitir un aprovechamiento de activos igualmente ociosos. En este caso, la vivienda de cada uno. Nuevamente tocó un sector aparentemente competidor: hoteles. La propuesta de valor es diferente, pero también se produjo un cambio en cuanto a preferencias de alojamiento.

Ambas empresas comparten elementos característicos. Son empresas donde la fuerza laboral no está bajo un régimen de contrato laboral sino mercantil. Esto hace que no tengan cobertura social en principio, salvo lo que ellos y ellas de manera autónoma contraten. Esta falta de empleados hace que no estén sujetos a las regulaciones laborales donde operan. Y estos socios estratégicos que conforman estos autónomos no participan en los beneficios de la empresa a final de año.

Pero también hay diferencias entre ambas empresas. Diferencias que están provocando que cada vez más gente vea el valor de AirBnB crecer y el de Uber caer. Las leyes básicas de mercado pueden explicarlo. Uber tiene una oferta terriblemente grande: los millones de vehículos antes citados. Pero tiene unas barreras de entrada más pequeñas: una persona con unos millones de euros puede empezar a ofrecer un servicio de movilidad. ¿Por qué? Porque será capaz de crear y tener una oferta local que atienda una demanda local. Por el contrario, AirBnB tiene una demanda global: la gente viaja a la otra parte del mundo alquilando un hogar. Y esto hace que las economías de escala sean mayores, la economía de red más rentable y las dificultades para replicar esa demanda global también mayores. Por ello, se están reproduciendo relativamente rápido los competidores de Uber, pero está costando mucho que nazcan competidores para AirBnB. Esta última sí es una plataforma como tal: comisiona a tal efecto, sin tener mucha sensibilidad de precio. Uber sí sufre de esta sensibilidad de precio (a pesar de la poca diferencia de precio frente a otras alternativas) y encima tiene unos costes mayores.

Una red global con gran interconexión entre los nodos (modelo AirBnB) es más robusta frente a nuevos competidores. Por contra, redes locales, que encima se aíslan de otras redes locales (modelo Uber), no resiste tan bien. Operar en un mercado tan dinámico y competidor como el de Uber es lo que le está trayendo problemas de foco y priorización. Cuando te salen cada vez más competidores, la estrategia y modelo de negocio genera interrogantes. Supongo que esta falta de estabilidad y el aumento de incertidumbre le debe estar suponiendo no solo unos costes reputacionales altos, sino también financieros y laborales.

Por otro lado, tampoco es comparable el alquiler de espacios para dormir con el transporte dentro de una ciudad. De ahí que cuando leo generalizaciones en torno a esta economía de plataformas me suela inquietar. AirBnB gana prácticamente 20 veces más que Uber en cada operación que hace. Es decir, el sector del alojamiento es bastante más rentable que el de la movilidad en una ciudad. Además, creo que AirBnB atacó un problema estructural real en muchas ciudades: la falta de alternativas de alojamiento. Por el contrario, Uber, en muchas ciudades, ha hecho aumentar el tráfico y la congestión, dado el aumento de demanda que ha producido (ya hemos comentado en este espacio que realmente no compiten en el mismo mercado).

En definitiva, la demanda, en la era de las plataformas, si solo es local, puede ocasionar más dificultades de diferenciación. O construimos ofertas que atraigan a gente de muchos lugares, o nuestra ventaja competitiva se puede ver seriamente comprometida. Quizás a Uber no le quede otra que convertirse en un operador de movilidad integral a nivel global, con independencia del medio de transporte.